The Sixteen group photo credit Molinavisuals

Un palacio apostólico

Barcelona. 25/4/17. Auditori. Canto llano: Decora lux aeternitats auream y Assumpta est Maria. Allegri: Miserere mei. Kyrie, Sanctus i Benedictus de la misa “Che fa oggi il mio sole” y Christus resurgens ex mortuis. Palestrina: Gloria de la Missa Papae Marcelli y Assumpta est Maria. Anerio: Magnificat, Ave Regina caelorum y Stabat Mater. Marenzio: Che fa oggi il mio sole. The Sixteen Choir. Dirección: Harry Christophers.  

Entre tanta hipertrofia y ofertas superfluas en Barcelona con gran poder de convocatoria, sólo podemos alegrarnos de que el coro británico The Sixteen bajo la dirección de Harry Christophers esté de gira por España y haya recalado en la temporada de música antigua del Auditori, con una propuesta atractiva ofrecida a través de un trabajo riguroso. La cuidada confección del programa y su concepto merecen también ser destacados (para entenderlo en toda su amplitud nos remitimos al clarividente comentario al programa de Joaquim Rabaseda que se puede descargar en la web del Auditori). Planteado como una recreación sonora de un espacio arquitectónico, con el título de “La Capilla Sixtina”, la selección tenía como centro de gravedad el repertorio vinculado a la capilla pontificia, paradigmático en casos como el Miserere de Allegri, reservado exclusivamente para ese espacio durante la Semana Santa. Todo ello es fruto de un destacado trabajo discográfico de la formación bajo el título de Music from the Sistine Chapel que ya tiene una década. Desde el encargo en 1508 hasta la finalización en 1541 en el controvertido altar de El Juicio final, Miguel Ángel trabajó hasta la extenuación en los muros de la Capilla Sixtina. La música que llenaría ese espacio en los años siguientes es la que la formación británica ha explorado y recuperado en los últimos años. 

El inicio con el himno Decora lux ataernitatis marcó uno de las constantes del concierto; el escrupuloso trabajo estereofónico que Christophers dedicó a cada una de las piezas. Sin ninguna detención, éste se enlazó directamente con el Kyrie de la misa “Che fa oggi il mio sole” de Gregorio Allegri con todos los miembros ya sobre el escenario, en el que destacó la amplitud vocal de las sopranos en la entrada. El himno y el Kyrie sirvieron pues, de entrante a uno de los puntos álgidos de la noche, con Palestrina y el Miserere de Allegri.

En el corazón del XVI, el retorno a la pureza y austeridad que exigía el Concilio de Trento tuvo en la obra de Giovanni Pierluigi da Palestrina su materialización y su faro, como también lo tuvo en Tomás Luis de Victoria; dos músicos al servicio de la Iglesia cuando sus cimientos se tambaleaban. Un crisis que como paradigma tiene entre otros, en la historia de la música, la irrupción de la ópera a finales del mismo siglo (como ha explicado Gardiner en su reciente entrevista para Platea Magazine, pensemos en el moderno Monteverdi como coetáneo de Galileo, Descartes o Shakespeare –nacido el mismo año de la muerte de Miguel Ángel–). Una constante en la historia, la de una Iglesia que valora e incentiva la música occidental (y la estructura desde los orígenes de la polifonía) en la misma dosis que teme los ornamentos de un canto que debe ser vehículo del texto religioso, si recordamos por ejemplo dos siglos antes la célebre censura de Juan XXII hacia los frutos del Ars Nova. 

De Palestrina, ese riguroso observador de la tradición que atraviesa Ockeghem o Dufay, el coro ofreció un sólido Gloria de su Misa del Papa Marcelo. Con el Miserere mei de Allegri a dos coros, Christophers fue un director tan profundo como expresivo, sin caer en manierismos, y la respuesta de los intérpretes fue espléndida, con una soprano de agudos brillantes y suntuosa belleza en pasajes de particular fuerza dramática (“Libera me de sanguinibus, Deus, Deus salutis meae...”). Una buena versión del Magnificat a 8 de Felice Anerio, con una conducción plástica y vehemente de Christophers, cerró la primera parte. 

La segunda parte se abrió con el madrigal Che fa oggi il mio sole, en la que se inspirara Allegri para su misa homónima. En ésta sobresalió la magnífica delicadeza en un cuidado balance entre todas las líneas, antes de poder oír dos joyas de Anerio: su Ave regina caelorum y un esplendoros o Stabat Mater dividido en 4 filas a lo largo del escenario, en el que destacó la belleza tímbrica de los tenores. A pesar de algunos desajustes en el Christus resurgens de Allegri, fue acertada la traslación plástica del sonido, antes de volver al canto llano con una Assumpta est maria de articulación nítida y estilo refinado, que sirvió de magnífica puerta al homónimo motete de Palestrina. Tan decisivo como difícil es lograr en la dirección un punto medio entre la visceralidad y la ecuanimidad espiritual. La arquitectura glacial de Palestrina impone una gran distancia entre voz y oyente –entre fiel y divinidad– al contrario que el humano acercamiento tan reprobado en los frescos de Miguel Ángel, y con esa fidelidad estética y estilo cuidado se cerró la majestuosidad de la Assumpta est maria.

Para transformar el complicado Auditori en un palacio apostólico de sonido hace falta disponer de un grado de ajuste, equilibrio, afinación, y caudal de emisión extraordinario. Ningún impedimento fue para las 18 consistentes voces de The Sixteen, cálidamente recibidas por el público de Barcelona –pese a la discreta entrada, aún teniendo en cuenta día (martes) y horario incómodo (20.30h)–. Todos ellos fueron ingredientes que Christophers tuvo a su disposición y supo mezclar con aplomo logrando un resultado memorable.