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Revisitando la grand opéra 

Toulouse. 25/06/2017. Théâtre du Capitole. Meyerbeer: Le Prophète. John Osborn, Kate Aldrich, Sofia Fomina, Mikeldi Atxalandabaso, Dimitry Yvashchenko, Thomas Dear, Leonardo Estévez. Dir. de escena: Stefano Vizioli. Dir. musical: Peter Claus Flor.

Título infrecuente, entre otras cosas por sus amplias exigencias, Le Prophète es uno de los máximos exponentes de la llamada grand opéra, cuyo apogeo se vivió durante las décadas centrales del siglo XIX. Tras su estreno parisino de 1749, al año siguiente la obra corrió como la pólvora por toda Alemania. No en vano el libreto de Eugene Scribe, inspirado a su vez en un texto de Voltaire, gira en torno a la historia real de Juan de Leiden, en el contexto de las guerras de religión en la Alemania del siglo XVI, con el impulso revolucionario de los anabaptistas. Se trata además de la tercera obra de argumento religioso en el catálogo de Meyerbeer, tras Robert le Diable y Les Huguenots. Realmente Le Prophète lo tiene todo: hay una intriga sentimental, hay un drama colectivo de manipulación populista a partir de la fe en un falso profeta y hay por descontado grandes coros y el prescrito ballet no falta.

 

Prophete Toulouse 2

 

Dos voces norteamericanas encabezaban el cartel, el tenor John Osborn como Jean de Leyde y la mezzosoprano Kate Aldrich como Fidès. El papel de Jean fue estrenado por Gustave-Hippolyte Roger, quien fuera también el primer Faust de Berlioz. John Osborn convenció de principio a fin de la representación con una voz siempre fresca, limpia y liberada, ciertamente en forma, con excelente proyección y sumamente dúctil. De canto elegante y muy pegado al singular estilo que demanda este repertorio, cabe calificar su recreación de Jean como ejemplar. La suya es hoy una voz ideal para prácticamente cualquier título de Meyerbeer o Berlioz, como demostró ya la pasada temporada en el Liceu con Benvenuto Cellini.

Estrenada por Pauline Viardot, la parte de Fidès es sumamente exigente: larga, con una amplia tesitura y alternancia constante entre pasajes dramáticos y otros más ágiles. Así las cosas es muy difícil encontrar una voz que satisfaga completamente estas exigencias. Kate Aldrich no posee los medios de una mezzo como tal, pues el grave es corto y ahogado; se trata más bien de una soprano corta, pues tampoco en el tercio agudo la voz descolla. No obstante la implicación y entrega fueron sobresalientes en su caso, compensando con ello en escena las obvias limitaciones de su recreación vocal del rol.

El tercer papel importante de esta partitura es la parte de Berthe, aquí encomendada a la soprano rusa Sofia Fomina, dueña de un instrumento luminoso, brillante y resuelto. De intachable compromiso escénico, su interpretación fue una réplica ideal a las intervenciones de Osborn y Aldrich. Del resto de voces cabe destacar la impecable labor de Dimitry Ivashchenko como Zacharie y de Mikeldi Atxalandabaso como Jonas.

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La nueva producción firmada por Stefano Vizoli funciona relativamente bien; satisface la acción que marca el libreto aunque con un cierto regusto a cartón-piedra. La dirección de actores tiene puntuales destellos de interés pero en conjunto no estamos ante una producción sin ambición y que no va más allá de lo meramente digno, sin ahondar demasiado en lo macabro y surrealista del libreto.

Claus Peter Flor, recién designado nuevo titular de la Orquesta Sinfónica de Milán Giuseppe Verdi, convenció en el foso con una dirección compacta y fluida. Orden, claridad, pulso y lirismo para una representación extensa y con los lógicos altibajos en la calidad de la partitura, aquí muy bien ponderados, extrayendo un sonido muy firme de la siempre solvente orquesta del Capitole de Toulouse. Lo mismo cabe decir del coro, sumamente en forma, afinado y de bella sonoridad, amén de desenvuelto en escena.

Prophete Toulouse 4