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Polémica en el Teatro Real: La tradición sólo cuando interesa

Resulta paradójico que en los tiempos que vive la ópera, un director de escena, en este caso Romeo Castellucci aunque bien podría haber sido cualquier otro, recurra a la tradición para justificar la decisión de mostrar animales sobre el escenario de un teatro. Castellucci, quien no se ha cansado de defender que el teatro no puede ser hábito, que ha sido capaz de montar la Divina Comedia sin emplear el más mínimo verso o ha realizado una endoscopia en directo para hablar de la retórica shakesperiana, asegura ahora que es imprescindible mostrar un buey vivo de tonelada y media sobre el escenario para mostrar al becerro de oro que la partitura de Arnold Schoenberg recoge en su Moses und Aron. Es completamente necesario, afirma. Tanto como los alpinistas o los submarinistas que requiere su puesta en escena de este éxodo bíblico.

Ahora que se ha prohibido asesinar al animal en el Toro de la Vega o que empieza a comprenderse que no tienen sentido los animales en un espectáculo de circo, grupos animalistas han recogido firmas para pedir al Gobierno que prohíba la aparición de Easy Rider, que así es como se llama el buey de raza charoles, sobre las tablas del Teatro Real. Lo entienden así casi ya 50.000 personas, alegando que el animal será sometido a un alto nivel de estrés debido a las luces, sonidos intensos y traslados a los que será expuesto.

Por su parte, el Teatro Real ha aclarado que la empresa que trabaja con el buey cuenta con todos los permisos y autorizaciones necesarias para su cuidado y que se ha cumplido con todas las normativas europeas para su traslado hasta Madrid.

¿Tiene sentido hoy en día la utilización de animales vivos en el teatro? La polémica está servida, lástima que no sea debido a la música.