Perez Arteaga

 Una voz inconfundible

Obituario sobre José Luis Pérez de Arteaga

Hubo un tiempo en el que aficionarse a la música clásica pasaba, de forma tan natural como forzosa, por pegarse a las ondas de Radio Clásica. Y allí algunas voces se convertían con el paso del tiempo en compañeros de viaje: desde el tristemente fallecido Fernando Argenta hasta Arturo Reverter o José Luis Téllez, pasando por supuesto por José Luis Pérez de Artega, que nos ha dejado esta noche. 

Con apenas 66 años de edad, se ha ido la voz de la clásica para toda España. Y no es una hipérbole: seguramente muchos ciudadanos no escuchaban al cabo del año más música que los valses vieneses de Año Nuevo, que contaban por descontado con la inconfundible narración de José Luis Pérez de Arteaga. Desde 1985 hemos disfrutado con él de un programa fundamental en la parrilla de Radio Clásica, El mundo de la fonografía, donde quedaba patente que José Luis Pérez de Artega era un pozo de sabiduría musical. 

Sabiduría, elegancia y amabilidad fueron sus credenciales durante largas décadas de entrega vocacional a la clásica. Era un hombre cordial, accesible, de conversación tan propicia como enriquecedora. Poseía además un singular y afilado sentido del humor, una ironía muy propia y a veces desconcertante. Sin duda Pérez de Artega era uno de los últimos intelectuales españoles a la vieja usanza. Su última monografía dedicada a Mahler, editada por Antonio Machado Libros y Fundación Scherzo en 2008, es un compendio elocuente del hacer de Pérez de Arteaga: riguroso y accesible, ponderado y enciclopédico. 

El pasado fin de semana a muchos nos extrañó no escuchar su voz al frente de El mundo de la fonografía. Era una sensación muy extraña, aunque no era la primrea vez que se alejaba de los micrófonos. Hace ya varios meses que Pérez de Arteaga se había batido con la enfermedad hasta salir airoso, adelgazando su figura de forma notable pero sin perder esa bonhomía y ese humor tan suyos. Esta vez no ha habido tanta suerte. Quienes hemos aprendido tanto de José Luis Pérez de Artega sentimos ya un vacío, una nostalgia de las que no se reparan.