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Adicto. Al disco y al DVD. A los conciertos. A la música de los siglos XX y XXI. Al título nuevo. A la propuesta escénica arriesgada. A la ópera. Es decir, adicto a la música. Y pretendiendo plasmar en líneas lo que apenas sé explicar.

Ama a Mozart sobre todas las cosas, aunque piensa que la decadencia de la música comenzó cuando el fortepiano dio paso al pianoforte. Le gustaría ser creyente para tener la esperanza de escuchar un día a Farinelli en otra vida, pero creer, solamente cree en Joan Sutherland.

Empuñando el lenguaje para que la música no sea anécdota. Crítica significa deshacer la indiferencia. Autonomía, a pesar de la comparsa. Inquietud, a pesar de las inercias. Crítico, a pesar de todo.

Buscando la belleza en el arte, la literatura y la música me enamoré de la danza. Librero de profesión, entre museos y teatros disfruto de mis pasiones. Mi privilegio, escribir sobre ballet clásico y danza contemporánea

De la física a la crítica. Adicto a los directos. Con serias dificultades para sacarme la música de la cabeza. Empeñado en describirla con palabras y, afortunadamente, fracasando en cada intento.

Mi pasión por la ópera comenzó al descargar “Die Zauberflöte” en el Ipod y parece que ya es irreversible. El gusto por lo sinfónico llegó un poco más tarde, pero claro, alguien tenía que escuchar todos esos vinilos de Karajan que andaban por casa…

Crítico de ópera, amante de la música, el arte como credo y la voz como instrumento musical favorito. Community Manager, travel addict, cinéfago, mozartiano confeso y wagneriano open minded.

Aragonés con querencias gallegas que se emociona de igual manera con los “adioses de Wotan” que con el rape con ajada. No hay vida después de la Música.

Entre Mozart y Schubert. Jugando con señales y notas. Detrás de Liederabend, atenta a todo lo que pase alrededor del lied.

Enamorada de la ópera desde que tengo uso de razón. Barroquera y apasionada del pasado histórico. Curiosa hasta la saciedad, buscando saber cada día un poco más. Escribo, canto, sueño.