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MÁS DE 500 MILLONES

Wagner: Die fliegende holländer. Orchestra and Chorus of Teatro Real de Madrid Pablo Heras-Casado, Àlex Ollé (dir.) Samuel Youn (Der Holländer), Ingela Brimberg (Senta ), Kwangchul Youn (Daland), Nikolai Schukoff (Erik), Kai Rüütel (Mary), Benjamin Bruns (Der Steuermann Dalands).

No resulta normal, al reseñar la aparición de una nueva grabación operística, comenzar por comentar algo en principio tan secundario como los subtítulos que acompañan el dvd o Blu-Ray, pero en este caso parece necesario. El sello francés Harmonia mundi acaba de lanzar al mercado un nuevo dvd (que contiene en otro disco la versión en formato Blu-Ray) de las funciones que entre finales de 2016 y principios de 2017 se realizaron en el Teatro Real de Madrid de Der fliegende Holländer (El holandés errante) de Richard Wagner. Es indudable que esta grabación posee un marcado carácter español que va desde el propio Teatro donde se grabó (y que aparece como patrocinador), pasando por la dirección escénica (del catalán Àlex Ollé) y terminando en la dirección musical (del granadino Pablo Heras-Casado). Por eso es bastante chocante que en la oferta de subtítulos que acompañan las imágenes no aparezca el idioma de Cervantes. Algo que puede parecer baladí para algunos, no deja de chocarnos teniendo en cuenta la participación del teatro que recibe más dinero público en España, teniendo en cuenta, además, las evidentes escasas miras económicas de la discográfica, ya que un lanzamiento tan “hispánico” hubiera atraído, con subtítulos en su idioma, a más compradores. Algunas veces los grandes poderes de la música clásica se olvidan de un mercado potencial de más de 500 millones de personas.

Pasando ya al aspecto puramente artístico, lo más destacable de esta ópera en lo musical es el buen nivel de todos sus componentes. Pablo Heras-Casado plantea un Holandés muy volcado en el romanticismo (esencia de la partitura) y con claras influencias de Felix Mendelssohn, compositor bien conocido por el director y relacionado con Wagner. Dentro de una línea general de indudable calidad, destacan ciertos momentos, como el comienzo del segundo acto con la entrada de Daland y el primer contacto entre Senta y el Holandés, pero también hay cierto decaimiento en pasajes más lentos donde se echa de menos una mayor tensión. Responde con brillantez a la batuta (exuberante en los momentos más épicos) la Orquesta del Teatro Real, profesional en todas sus partes (hay que aplaudir a unos excelentes vientos) y sonando siempre bien empastada. El reparto vocal, sin ser de relumbrón, forma un equipo homogéneo. Destacaría la Senta de Ingela Brimberg, impecable en los agudos y estupenda en todas sus intervenciones, especialmente, cómo no, en su famosa balada. Ya sin el esplendor de otros momentos pero conservando uno de los más bellos timbres de su cuerda y un saber wagneriano a la antigua, el Daland de Kwangchul Youn. Samuel Youn resulta un Holandés creíble, mucho más seguro en la parte media y aguda de la tesitura y más flojo en los graves. Lastrado por cierta aspereza en el gesto, dibuja un marinero demasiado hierático, sin ese tormento existencial que tan bien le va al papel. Muy digno el Erik de Nikolai Schukoff que sólo demuestra alguna tirantez en el agudo más extremo. Cumplen sin problemas Kai Rüütel como Mary y sobre todo Benjamin Bruns como piloto. Muy bien el Coro del Teatro Real, impecable en sus intervenciones.

Àlex Ollé (de La Fura dels Baus) juega las mismas cartas que son habituales en sus producciones: elementos de gran impacto visual (en este caso la quilla inmensa de un barco -desguazado en parte a lo largo de la ópera- y una enorme ancla) y proyecciones de indudable calidad pero que no resultan novedosas. Traslada la acción a un hipotético puerto de Oriente Medio (aunque a uno le es difícil no pensar en los esqueletos de barcos en el Mar de Aral), donde los protagonistas tienen que bregar entre arena y unas simuladas dunas formadas por formas hinchables donde muchas veces es difícil mantener el equilibrio. La dirección de actores es acertada (aunque con las ya mencionadas dificultades de movimiento y algunos bailes del coro en el tercer acto poco imaginativos) y la representación transcurre bastante linealmente hasta el consabido final en el mar rugiente.

Correcta pero tampoco sin nada destacable la realización de la grabación que firma Stéphane Vérité.