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Manuel Blanco:
"Tocaría con Alejandro Sanz y con El Cigala"

Por si no lo sabían, el trompeta solista de nuestra Orquesta Nacional de España es una figura mundial. Directores de la talla de Claudio Abbado, Mariss Jansons, Zubin Mehta o Semyon Bychkov cuentan con él para sus proyectos, sobre todo desde que en 2011 certificara su calidad ganando el prestigioso concurso ARD, en Múnich. Acordar una cita con Manu Blanco no resulta tarea fácil. Se nota su mejor voluntad, pero una agenda repleta hace que durante días nos persigamos sin éxito, hasta poder concertarla en una conversación pasada la medianoche, mientras conduce entre ciudades. Es el precio del éxito y de lo que parece una hiperactividad impulsada por raudales de energía emprendedora.

Fragmento de la entrevista publicada en nuestra edición impresa de abril 2018

... Y ¿qué es para usted el virtuosismo en la trompeta?

Pues si le preguntas a cualquiera te diría que por ejemplo, El carnaval de Venecia, muchas notas, muchas y muy rápido. Pero para mí un virtuoso de la trompeta es alguien que, por ejemplo, puede hacer grandes contrastes, pasar de un sonido grande a un piano con unos portamentos dulces que te pueden poner los pelos de punta. Está en las dinámicas, en el vibrato, en el fiato del aire… en cómo pueda llegar a conquistarte a ti.

La gente en los conciertos suele pensar en la trompeta como un instrumento potente, agresivo. A mí me interesa mostrarla de otra manera. Paloma O’Shea en la presentación del CD me decía que hubo una pieza en una propina, una nana de Falla, que hizo que se le cayeran las lágrimas. El verdadero virtuosismo de la trompeta consiste en que alguien pueda descubrir que este instrumento es mucho más de lo que pensaba. Que se emocione y que piense en su dulzura.

Escuchando su CD me ha transmitido esa sensación. En algún momento me recordaba a la suavidad de algunos intérpretes de jazz. Espero que no le moleste pero me recordaba a esa sutileza, casi de canto, de Chet Baker.

(Abre los ojos y se le iluminan) Es mi trompetista favorito. Aunque yo sea un trompetista clásico, mi estilo va por ahí. Él es alguien al que todos los jazzistas siguen estudiando, y sin embargo ¡su técnica era pésima! No toca rápido, no toca agudo, no toca muchas notas, pero a mí me parece un auténtico virtuoso.

¿Persigue entonces más la expresividad que la perfección técnica?

Yo quiero ser lo más completo posible. Siempre digo que los trompetistas tenemos una parte de deportistas de élite. Tenemos que utilizar un montón de músculos que deben estar en perfectas condiciones. Y si dejas de tocar tres o cuatro días, lo notas, caes en picado.

¿Qué es lo que persigo? A mis alumnos se lo digo muchas veces. Mira un tipo como Nadal, inicialmente sacaba muy despacio. Hasta que llegó a Wimbledon y ganó a Federer. Hay que trabajar aquello en lo que fallas. El objetivo es tener tanta técnica que en el escenario no tengas que pensar en ella, y todo sea disfrute.

Mencionaba a sus alumnos. Además de estar en este momento tan explosivo sigue siendo docente. Y colabora con orquestas jóvenes. Parece que está comprometido con la juventud.

Acabo de volver en un proyecto con la Gustav Mahler (Jugendorchester), por el que durante unos años me voy a quedar como responsable del metal. Es un orgullo, imagínate, una orquesta fundada por Claudio Abbado y en la que yo mismo toqué en el pasado. Sí, me siento comprometido. Además, el metal en general y la trompeta en particular, donde mejor se toca es en España. Muchos trompetistas españoles están conquistando el mundo y yo quiero contribuir a consolidar esta escuela española. Aunque todavía queda, no se nos tiene el mismo respeto que si fuéramos alemanes o americanos. Luego tengo otros proyectos, como la Escuela Superior de Música Reina Sofía, donde Paloma (O’Shea) va abrir su cátedra conmigo el próximo año, y mi actividad en la Universidad Alfonso X el Sabio.

En España parece que sigue siendo raro que de una orquesta emerja un solista importante. No digamos que llegue a grabar un disco importante. Eso parece que sólo les pasa a los alemanes y quizá a algunos ingleses. ¿Qué ha ocurrido en su caso?

Me da mucho que pensar. Llevo tantos años admirando a la Orquesta Nacional, desde cuando era niño e iba a escucharla con mi maestro José María Ortiz... Él es el que consolidó la escuela española de la trompeta. Llevo once años con ella y sí que veo que para mi carrera de solista más bien me perjudica que me ayuda. No sé por qué. Nos encontramos muchas veces que cuando nos van a programar en España, antes cogen a un trompetista extranjero. Hay como un cortafuegos.

También ha tenido ofertas importantísimas en el pasado en orquestas extranjeras. ¿Se arrepiente de no haberlas aceptado?

Tras ganar el concurso ARD de Múnich me ofrecieron el puesto de trompetista en la Gewandhaus de Leipzig. Era una oferta irrechazable… que yo rechacé. No suelo arrepentirme de nada, pero a veces pienso que si la hubiera aceptado quizás mi carrera de solista hubiera ido por otro sitio. Más ahora con la explosión de Nelsons en Leipzig.

Estoy seguro de que habrá otras oportunidades tan buenas, ¿alguna a la vista?

Alguna hay...

¿Igual es el momento de darnos una primicia?

(Ríe) Igual podemos decirlo. La Chicago Symphony tiene una plaza abierta desde verano, ya que hicieron unas pruebas y no cogieron a nadie. Riccardo Muti se fijó en mí aunque nunca había tocado con él, no había tenido esa suerte. Para mí es la referencia de los grandes maestros. Les hice un recital antes de navidades y ahora voy a tocar con ellos de gira... veremos qué pasa.

Bueno, ya ha trabajado con los mejores directores del panorama internacional. ¿Qué le han aportado? ¿Con quién más le gustaría trabajar que no lo haya hecho?

Me haría mucha ilusión con Muti. Mire el Concierto de Año Nuevo este año. No es su especialidad, uno lo asociaría a esas grandes orquestas, a Verdi. Tiene esa seriedad que impone, pero también tiene un punto como de vacile napolitano, de simpatía. Luego me encantó tocar con (Mariss) Jansons. Es un torero. Y es música pura. Cuida mucho a los músicos, nos aprieta hasta la última gota pero desde el cariño. Y en los conciertos crea una magia como la que se creaba con Abbado. Con Bychkov también, es una bestialidad. Hicimos una Sexta de Mahler con él, apoteósica.

Y, ¿qué hay de los nuestros? Usted es de alguna manera hijo de la Orquesta Nacional de España y ha convivido con sus dos últimos directores: Pons y Afkham. ¿Qué opina de ellos? ¿Qué cree que han aportado a la orquesta? Con Pons entiendo que tiene una relación muy cercana. Acaba de grabar un disco con él...

Sí. La verdad que solo discutimos por una cosa: por el Madrid y el Barça (ríe). Además de ser un gran músico y un gran programador es especialista en hacer equipos. Es ese tipo de entrenador que puede coger a una formación en un momento malo, en decadencia, y levantarla. Tiene un ojazo clínico para coger buenos músicos y hacer orquestas buenas, que es precisamente lo que está pasando ahora mismo en el Liceo. Mira las críticas. Antes siempre se hablaba de los cantantes y ahora cada vez se habla más de la orquesta. Eso es cosa suya. También te digo que toma decisiones difíciles que le procuran enemigos. Al igual que yo soy su amigo, la otra mitad de la orquesta lo querría matar, seguro...

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Foto: Igor Studio.