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Más allá de Dios

París. 21/03/18. Grande Salle Pierre Boulez de la Philharmonie. Leonard Bernstein: Mass. Orchestre de Paris. Coro de la O. de Paris. Dir. Coro: Lionel Sow. Coro de niños de la O. de Paris. Ensemble Aedes. Dir. Coro: Mathieu Romano. Dir. Mus.: Wayne Marshall. Jubilant Skyes, barítono.

La música del director, pianista y compositor Leonard Bernstein suena mucho este 2018, gracias a la celebración del centenario de su nacimiento. Buena noticia en medio de una programación musical de clásica, siempre falta de novedades y conciertos que ofrezcan un repertorio diverso, que estimule al espectador y que muestre más allá de los clásicos y románticos, la enorme paleta musical que abarca el siglo XX. La música de Bernstein en este sentido tiene el sello de un maravilloso eclecticismo. Combina la tradición de raíz judía del origen familiar del compositor, sus influencias de la música estadounidense, y la tradición musical europea que tan bien conocía este magnífico director de Mahler. 

Puede sorprender y/o incomodar el uso desde el segundo uno del sonido grabado, para la pequeña introducción a la missa, así como el uso de los micros para el solista barítono y maestro de la ceremonia, un empático y expresivo Jubilant Skyes. Hay que acostumbrarse, tanto en los coros de niños como en el trabajo del Ensemble Aedes, el uso del micro es general, y más allá de querer imaginar el sonido de la obra sin ese recurso técnico, parece ser que el propio Bernstein concibió la obra ya pensada para micro, el peaje para habituarse a ello se esfuma a los pocos momentos del inicio de la obra gracias al buen equilibrio de ecualización de orquesta, coros y solistas. El primer bravo para los técnicos de sonido. También, y gracias al carácter teatral-musical de la obra, el uso de las luces, los oscuros, la disposición de los músicos y las entradas y salidas de solistas, suman para vestir el carácter de esta Misa del siglo XX. Así la obra se presenta como una especie de sorpresiva representación kitsch a medio camino entre el musical y un oratorio con toques de cabaret. 

Desde la salida del barítono Jubilant Skyes y su Laude al señor, una especie de rezo acariciante y sencillo lleno de delicadeza, los estados de ánimo de la voz de Bernstein van tomando mil y una formas gracias al inteligente uso de sus medios, ahora con el Ensemble Aedes a voz múltiple de actores de musical que juegan a hablar con Dios desde un punto de vista informal y juvenil, las voces blancas de los niños del coro, con su ingenuidad y pureza…toda una construcción musical muy atractiva y diferente que se recrea sonoramente delante del espectador con un punto extra de necesidad y ganas de trascender y dejarse llevar por un universo sonoro diferente y necesario. Ahí reside uno de los principales atractivos de la música de Bernstein. El juega a usar la palabra de Dios con su música, interpelando a la tradición de una misa devocional y trascendente, pero con una pátina irreverente sin complejos, con el uso de la palabra ora juvenil, ora adulta, ora temerosa ora valiente, pero siempre con un fondo místico que es puro lenguaje del siglo XX. 

La orquestación, siempre rica e imaginativa es muy atractiva para la orquesta, con gran uso de los metales, fanfarrias, percusión, y un uso del ritmo muy característico que es sello Bernstein cien por cien. Un Alleluya bailado por el coro, un Mea culpa a golpe de guitarras eléctricas de fondo mientras el coro entona el texto chascando con los dedos, con un fondo entre soul y rock de increíble efecto expresivo. Pareciera que en esta Misa todo fuera posible a nivel musical, con momentos que recuerdan al West Side Story, encomiable la labor del Ensemble Aedes a este respecto, recogiendo en su veinte cuatro solistas los múltiples voces y estados de ánimo que se reparten durante las casi dos horas de la obra, con solos de jazz, gospel o cantos que parecieran sacados del Porgy and Bess de Gershwin. La apabullante facilidad con la que Bernstein pasa del regocijo de carácter casi folclórico y popular a una lectura seria y trascendente donde la orquesta alcanza notables momentos de dramatismo, como en el cromático y rico solo final de la Meditación I fueron momentos de inolvidable resultado musical. A este respecto hay que alabar la labor al podio de Wayne Marshall, implicado, resolutivo, quien consigue hilvanar esta obra multiforme con un ensamblaje de atractivo final implicando el coro de adultos, de niños, el Ensemble Aedes compuesto por sus veinte cuatro solistas y la gran formación orquestal. Recordar que además de las fuerzas de la Orquesta de París, con un dispositivo que incluye desde marimbas, celesta, xilófono, órgano…hay que sumar las guitarras eléctricas, bajos y baterías. Momentos donde se alcanza la catarsis como el Dona nobis pacen del Agnus Dei, son una muestra de la inspiración y gratificante resultado de esta Mass de Bernstein recreada desde la Philharmonie de París.

Hay para quien esta obra inclasificable y original como pocas ha pasado y resistido mal el paso del tiempo. Estrenada en 1971 por encargo de Jacqueline Kennedy a la memoria de su difunto marido, Bernstein fusionó como pocos las ansias de unir la humanidad con un canto a Dios por encima de cualquier creencia religiosa, pues para Lenny, la música era el lenguaje universal que uniría a los hombres. Un cometido que la religión tenía en su seno y ha acabado separando más que uniendo. En este sentido la Mass es una obra que trasciende su forma con un sentimiento universal que se dirige a la sensibilidad colectiva y la golpea, la acaricia, la cuestiona y la estimula de una manera subyugante. Es una obra que hay que vivir en vivo, que necesita de la sensación de respirar esta música en directo, mucho más que otras composiciones de carácter más convencional. Por eso, a pesar de ser una obra poco frecuente de programar se agradece su grabación, efectuada en la representación en directo del 22 de marzo desde la Philharmonie de París, disponible en este enlace para regocijo de todos.