Semyon Bychkov UmbertoNicoletti

Tomando un camino conocido

08/08/2020. Donostia. Palacio Kursaal. Ludwig van Beethoven: Obertura Coriolano, op. 62 y Sinfonía nº 3, Heroica,  op. 55. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección musical: Semyon Bychkov.

No voy a negar que en pleno confinamiento, entre otras mil cosas que se me agolpaban en la cabeza, plena de incertidumbres, una de ellas parecía ser la inevitabilidad de aceptar la más que probable suspensión de la Quincena Musical donostiarra, la necesidad de asumir que este verano de 2020 podría estar ausente una Quincena tras tantos años. Todos tenemos nuestros sitios especiales en nuestro corazón musical y un servidor ha de reconocer que desde finales de los 80 del pasado siglo, cuando estaba obligado a hacer aquellas colas de veinticuatro horas en plena calle, en la acera del Teatro Victoria Eugenia –entonces no existía el palacio Kursaal- para poder conseguir entradas a ciertos espectáculos, la cita con la Quincena Musical donostiarra ha sido punto inevitable en la agenda veraniega.

Se me hacía complicado imaginar un agosto sin música y por ello es de justicia comenzar agradeciendo a los organizadores que hayan tenido a bien apostar por la celebración del festival, aun en formato reducido, apostando por el producto local y adaptando la programación a los innumerables condicionamientos que han surgido y/o nos hemos impuesto. Así, ha desaparecido la ópera (este año nos iban a acompañar unRigoletto escenificado, una Amaya en versión de concierto por aquello del centenario de su estreno y el tercer acto de Die Walküre, también en versión de concierto) así como los conciertos sinfónicos de gran formato (¿dónde estas, Mahler?) y la presencia de las masas corales, tan relevantes por estas tierras y en su lugar se ha apostado por la música de cámara y la música sinfónica del clasicismo y primer romanticismo por aquello de la idoneidad de las plantillas.

Si a esto añadimos que la pandemia no ha podido tapar la sombra de Ludwig van Beethoven, aquí tenemos la última razón de que el primer concierto del Kursaal haya sido el que nos ocupa: la orquesta sinfónica de la comunidad más el lujo de contar con el director Semyon Bychkov, al que el confinamiento le ha pillado muy cerca de la capital guipuzcoana.

La Orquesta Sinfónica de Euskadi se encuentra en un óptimo momento de forma; la titularidad de Robert Treviño está dotando a la orquesta –sin menoscabo del trabajo realizado por los predecesores- de una solvencia evidente; por todo ello, si añadimos la elección de una batuta plena de personalidad, tenemos un concierto breve pero lleno de energía, de intensidad y de calidad.

La Obertura Coriolano (1807) fue delineada por Bychkov resaltando lo tempestuoso de la misma aunque sin privar a la interpretación de cierta austeridad. El plato fuerte del concierto fue la Sinfonía nº 3, Heroica, op. 55, (1806) del mismo compositor y en la cual las características ya apuntadas de la batuta quedaron aun más en evidencia. Bien conocida es la historia de la obra, su relación con la devoción inicial de Beethoven por Napoleón Bonaparte y los ideales liberales y la posterior decepción del germano al terminar el otrora liberal autoproclamándose emperador de Francia. 

La heroica beethoveniena es, prácticamente, la puerta de entrada del primer romanticismo en aras de superar las formas del clasicismo que Haydn y Mozart diseñaron en la Europa musical del siglo XVIII. Ya en sus dimensiones ya en el mismo planteamiento de la obra esta sinfonía supone una ruptura con el mundo anterior y su interés, incomprendido en el momento del estreno, mantiene plena vigencia.

Si con estas circunstancias disponemos de una batuta muy interesante el resultado será, probablemente, el que vivimos en el Kursaal: un público entregado no solo por reencontrarse con su festival y con la música clásica en directo sino también por entender que acabábamos de vivir una interpretación llena de aciertos. Especialmente gozosos fueron los dos últimos movimientos, el scherzo y el finale molto allegro. Una gozada ver la mano izquierda de Bychkov dibujar las distintas intensidades, una gozada también ver a la orquesta de casa poder responder a las demandas del director hasta redondear la noche.

Un año más hemos podido vivir una velada musical en la Quincena, en su LXXXI edición, que se dice pronto. Nadie puede aventurarse a imaginar cómo será el primer concierto de la LXXXII edición aunque uno piensa que quizás la humanidad aun tenga cierto margen de mejora. Eso sí, la pandemia ha conseguido que se pueda seguir un concierto clásico sin las impertinentes y estruendosas toses que hasta ahora actuaban de solistas sin contrato. Al menos en algo hemos salido ganando.

Foto: © Quincena Musical- Iñigo Ibáñez