Carpentier musica Forcola portada

CARPENTIER Y LA MÚSICA

Alejo Carpentier y la música. Blas Matamoro. Ed. Fórcola. Madrid 2018

La editorial Fórcola, con sus pequeñas y cuidadas ediciones, vuelve a contar con el escritor y crítico musical Blas Matamoro. Y esta vez para recrear de una forma libre, amena y siempre esclarecedora, la relación del escritor cubano Alejo Carpentier y una de sus pasiones, la música. Aunque el libro gira principalmente sobre este eje, la polifacética y, quizás a veces, contradictoria trayectoria personal, profesional y política de Carpentier impregna cada página del libro. Éste es, sobre todo, un conjunto de capítulos que podrían leerse por separado, como ensayos independientes, unidos, eso sí, por la figura del escritor y sus pensamientos.

Carpentier, y desde el principio lo recalca Matamoro, era un cubano francés, o un hombre afrancesado y multicultural en una isla caribeña. Ya desde cuál fue su lugar de nacimiento el elemento novelesco entra en juego. En su biografía oficial (y así lo recoge el autor) se decía hijo de un arquitecto francés harto del viejo mundo y de una bailarina de Bakú, aunque fuentes con más apoyo bibliográfico sitúan su nacimiento en la ciudad suiza de Lausana de una familia de orígenes más humildes, que emigró a Cuba a principios del siglo XX, cuando la isla ya independiente de España estaba bajo el ojo vigilante y “protector” de Washington. Pero ¿qué más da donde naciera y la formación de sus padres? Todo es parte del juego de espejos del fallido arquitecto, del músico que nunca cuajó, del gran escritor y del excelente crítico y musicólogo. Siempre comprometido en política, vivió exiliado en el París de entreguerras, fragua entonces de movimientos y vanguardias que Alejo conoció de primera mano y que formaron parte fundamental de su formación.

El libro nos va descubriendo, centrado en el mundo musical, distintas facetas del cubano, como la indeleble y fructífera relación con la “Consagración de la primavera” de Igor Stravinsky y que dio lugar a su gran novela de 1978 del mismo nombre. Pero también la indudable influencia barroca, en su más amplia definición, que transita la obra carpenteriana, como se nos comenta en capítulo “Ópera barroca”. Quizá, para el que reseña este libro, una de las reflexiones más interesantes de este texto, mezcla del pensamiento de Carpentier con pinceladas, seguramente, de Blas Matamoro, es la referente al papel del crítico, función que también ejerció nuestro autor y que me permito reflejar aquí: “Un crítico es un sujeto que ha recibido la obra que le ha causado determinadas impresiones y de la que retiene cierta memoria y ciertas vivencias. Pero la obra tiene objetividad, problemática pero objetiva, si vale la redundancia. Es un objeto que el lector de la crítica conoce o desconoce, y en ambos supuestos exige que le pongan ante sí algún objeto. El crítico no se puede anclar en el “me parece” o el “me gustó, no me gustó”, aunque deba partir de estos supuestos. El crítico es objetivo no porque sea un científico del juicio estético sino porque empieza por el crítico de su propio gusto, al preguntarse por qué me parece, por qué me gusta o me disgusta esto que estoy criticando. Criticar es poner poner en crisis, en primer lugar la subjetividad del propio crítico para que no se hunda en mero subjetivismo. En tal caso, podrá ser apasionado y hasta seductor, pero nada crítico.” 

 

Foto: Fórcola Ediciones.