rosen musica y sentimiento

LA EMOCIÓN SEGÚN ROSEN

“Música y sentimiento”, Charles Rosen (trad. Luis Gago). Editorial Alianza Música, 2010.

Siguiendo con nuestra intermitente inmersión en libros sobre música que han sido significativos para los colaboradores de Platea, presentamos aquí esta interesante aportación de Teresa Adrán. 

Resulta lógico acercarse a este título con cierto escepticismo si quien lo firma es Charles Rosen (1927-2012). Si no, podría esperarse un ensayo sobre los efectos de la música o sobre las estrategias compositivas para lograr un determinado impacto en el oyente. Toda duda se desvanece durante las primeras páginas, cuando avisa al lector de que no se trata de un manual para comprender la música, y advierte de la complejidad de dar nombre a los sentimientos. Es decir, Rosen no va a descodificar la escritura musical para dar explicación a la tristeza o a la inquietud que un determinado pasaje nos provoca, ya que esas sensaciones son personales e intransferibles y va a centrarse en el uso de los ambientes tonales por parte del compositor. Todo esto lo organiza cronológicamente partiendo del preclasicismo hasta las vanguardias del siglo XX.

Durante la lectura se declara la inclinación del escritor hacia ciertos momentos históricos. El autor de monografías de cabecera como “Formas de sonata” o “El estilo clásico” se delata cuando estructura gran parte del libro tomando como referencia el siglo XVIII (la música que se hacía antes y después de Beethoven) con sólo un par de capítulos emancipados de su influencia. Y la organización de los temas resulta muy similar a sus dos conocidos títulos precedentes, con multitud de ejemplos musicales minuciosamente analizados para ilustrar las ideas que propone.

Lo interesante de este libro es el recorrido fugaz que hace por todos los estilos que abarcan esos siglos dándonos una panorámica muy útil de las sintaxis expresivas de cada época: la unidad de afecto que gobernó los estilos barroco y preclásico, el contraste temático del clasicismo (dilatado durante el primer romanticismo a través de bruscas oposiciones dramáticas), y una curiosa vuelta a la unidad barroca por parte de los románticos. Este último capítulo resulta especialmente atractivo al comparar las obras de Chopin o Liszt con la sensibilidad preclásica de un modo convincente. El punto y aparte lo pone en la crisis de la tonalidad entre los siglos XIX y XX, cuando los paisajes sonoros se crean partiendo del timbre, lo que requiere otro tipo de análisis diferente al temático. Declara también que el serialismo no está exento de expresión, basándose en este caso en el uso de la tensión dramática de los compositores a través de la textura, y sin embargo apenas le dedica unas líneas a un tema que, de haberlo abordado con más detalle, podría resultar muy sugerente.

Llegados a este punto, es necesario advertir al lector que no se trata de un libro de divulgación. A pesar de su formato compacto con apenas ciento cincuenta páginas, la lectura debe ser pausada y digerida lentamente debido a sus muchos tecnicismos y términos analíticos, por lo que no resulta recomendable en este sentido al melómano aficionado o al curioso que espera saber sobre los efectos de la música en la emoción.

Foto: Alianza Música