PABLO AMOROS2

La música y el concierto han de removernos

El prestigioso pianista cordobés, quien acaba de volver de China tras otra exitosa serie de conciertos, prepara su inminente recital en el VI Ciclo de Grandes Conciertos de Torrelodones (que abrió Josu de Solaun y continuarán Pablo Ferrández y Luis del Valle) mientras hablamos con él del presente del piano, de las formas de llegar al público y de la nueva creación en el teclado. Por delante le esperan citas en el Palau de les Arts de Valencia, Schumann junto a la Filarmónica de Málaga, recitales en Córdoba o de nuevo en Málaga y una nueva gira por el gigante asiático. 

Este sábado le esperan en Torrelodones, donde interpretará Schumann, Debussy y Chopin; ¿por qué ellos tres?

Schumann porque me apasiona desde siempre, desde que empecé a tocar el piano, ha sido una constante en mí. Digamos que los Estudios sinfónicos fue la primera obra que estudié en serio, cuando me fui a Londres a estudiar con 18 años. Y además he incluido el Arabesco porque también me encanta y encaja perfectamente con los Estudios para una primera parte de concierto. En la segunda, Debussy porque este año me lo están pidiendo mucho los programadores por el aniversario, aunque hasta ahora lo he tocado muy poco porque no me sentía muy cercano al repertorio francés. En cualquier caso es también una música maravillosa que ahora he podido disfrutar de nuevo, redescubriéndole. Alguien dijo hace muchos años que en público no hay que mostrar las carencias (risas), así que en casa toco de todo, pero en público toco lo que verdaderamente disfruto. El programa concluye con Chopin, por razones obvias.

¿Chopin es irrenunciable para cualquier pianista?

Un pianista sin Chopin es como un bocadillo de chorizo sin pan (risas). No tiene sentido. Yo creo que todos los pianistas nos sentimos identificados, sentimos una conexión especial con él. Con su melodía, con su historia. Al final pasa un poco con todos los grandes compositores, que sientes como si hubiesen escrito cada obra para ti. Hay compositores y obras con los que es imposible no abstraerse de la vida, pensar que nunca nadie les ha tocado y nunca nadie les va a interpretar excepto tú. Es imposible no sentirse único con ellos entre las manos.

En cualquier caso, cuando me planteo un programa, no pienso aquello que decía Rubinstein sobre configurar un menú o demás. Al final, tengo la suerte de que puedo tocar lo que me gusta… y en eso debe consistir. Con las horas que uno dedica a la música, si no se interpreta lo que realmente te gusta, acabaría por no merecerte la pena.

Con todas esas horas, ¿cuándo el intérprete decide que esa música ya le pertenece?

Pertenecerte no termina por pertenecerte nunca. Yo procuro escuchar a todo el mundo. Desde gente que ha sido dios, a gente que no sé ni su nombre. Todo el mundo puede aportar algo a mi música o a mi visión sobre ella. Para añadirle o para quitarle. Y más hoy en día con Internet, para bien o para mal. Todos los tipos de pianistas los tenemos al alcance de la mano. De ahí, lo interesante surge ya en cómo dar la forma a tu visión propia, pero estar abstraído de todo lo que te rodea, de los músicos e intérpretes que también tienen algo que decir sobre la misma música, es imposible.

Incluso usted mismo, imagino, tendrá una evolución sobre esa forma propia.

Totalmente. Los mismos Estudios Sinfónicos de Schumann, hablando con mi gran maestra Cristina Bruno, cuando los retomé, le decía: me hace ilusión volver a interpretar una obra a la que llevo quince años sin acercarme para ver qué voy a descubrir esta vez. Incluso las obras nuevas, conforme van pasando los años, las estudias también de forma diferente. Voy a más: hay pianistas como Pollini o Michelangeli que son unos obsesos de la perfección y sabes que van a tocar muchas veces lo mismo de forma inmaculada y perfecta… y tienes a pianistas como Rubinstein que como él mismo decía, dejan algo “para el concierto”. Quiero decir, hay una parte de interpretación no canónica, una versión muy personal que puedes imprimir a cada lectura y hacer que cada concierto sea totalmente único. Durante el concierto también se puede crear y es una parte que me gusta mucho y también me aterra a partes iguales. Al final, tu gran maestro es el oído y es algo con lo que se puede jugar.

Después del recital ofrecerá un encuentro con el público…

Es algo que está haciendo muy bien el ciclo de Torrelodones. Han hecho una gran labor para que el público sepa más, disfrute más y quiera volver. Algo parecido he realizado últimamente en Estados Unidos, en Pittsburgh, donde el día del concierto, pero por la mañana, ofrecía una charla y un par de clases para que el público se mostrase más interesado. Lo cierto es que el público iba entusiasmado, queriendo saber, acercarse.

Cuanto más sabes, más disfrutas.

Es por ejemplo, también, la importancia de los conciertos didácticos. En el mundo del teatro, las funciones llamadas “infantiles” tienen cierto prestigio y son respetadas. Sin embargo, en la música no. Parece que quien hace infantiles no sirve para otra cosa, cuando están realizando una labor fundamental. Parece algo menor y debería ser al revés… algo elementa porque se nos está acabando el público.

Hablando del público, usted ha estado de gira varias veces en China, ¿cómo conciben allí la música clásica?

La primera vez que fui, hice ocho conciertos en diez días, con dos programas diferentes, uno con Granados y Falla, y otro con Brahms, Schubert y Scriabin. Están muy preparados, la verdad, con unos medios impresionantes. He tocado en piano Steinway que no he encontrado aquí, además de hacer gran dispendio en publicidad y conseguir que las salas estuviesen llenas.

¡He visto fotos suyas donde es rodeado por una legión de fans!

Lo cierto es que parece que allí gusté mucho, porque de hecho una mujer se me acercó diciéndome que quería que volviese. Hablamos y acabo de realizar otra serie de conciertos allí. Ha sido mi tercera vez ya. Todo el mundo me decía que el público es horroroso. ¡Que hacen mucho ruido e incluso comen y eructan durante los conciertos! (risas) Pero no es así, tenemos que quitarnos muchos prejuicios. Es cierto que es un público ruidoso… ¡incluso gritaban mientras tocaba!, pero sólo al principio. En cuanto conectan con la música, se consigue un silencio sepulcral. Otra cosa curiosa que me gusta contar es el aplauso del público chino. Como las salas son tan grandes, aplauden al unísono y cortan el aplauso antes incluso de que llegues al piano. Eso sí, cuando les gusta algo, son verdaderos entusiastas.

¿Han encontrado un mundo a descubrir?

Hay que tener en cuenta que es una sociedad muy cerrada y que además están muy enclaustrados de fronteras adentro. Ellos no tienen Facebook, Spotify o Wetransfer… todo es pasado por sus filtros y con sus medios. No conocen apenas lo que viene de fuera, ni siquiera la música. Hay mucho interés por la cultura occidental y les gusta mucho. Son muy entusiastas y muy cariñosos. Me dijeron allí: lo que más nos gustan son los famosos y lo segundo que más nos gusta es alguien que está cerca de un famoso (risas).

Sin embargo, las estrellas actuales del piano son chinas: Lang Lang, Yuja Wang, Yundi Li…

Al final creo que hay espacio para todos. En España por ejemplo hay muchísimos pianistas buenos y a mí aquello del virtuosismo técnico, la rapidez por la rapidez… esa forma de hacer música… no me interesa. Yo necesito pianistas como Richter, Gilels, Sokolov… artistas que tienen imán, que tienen un halo por la forma de sentir… esa es la grandeza de un músico, aquello que sólo ocurre con los grandes, grandes, grandes, que trascienden el tiempo y te hacen sentir mucho tiempo después. A eso es a lo que aspiro y a lo que me gustaría llegar, aunque sea tan sólo un instante. Creo de veras que la música es transformadora y el concierto ha de ser transformador. ¿Mejorar al ser humano? No, no creo que pueda conseguirse eso. Pero debe removernos. Debe hacernos pensar, sentir. Preferiría que la gente saliese enfadada conmigo de un concierto que sin sentimiento alguno hacia lo que he hecho. La indiferencia es lo que más temo. Valoro mucho que alguien se suba al escenario. Antes no lo hacía. Era demasiado joven, vanidoso e inconsciente. En cualquier caso, como me dijo mi padre: el piano no se toca con los dedos, se toca con la biografía. Hay que vivir, hay que sentir, salir y ver lo que es la vida, no sólo pasarse 14 horas al día metidas en una habitación practicando.

Al final, quien queda es quien ha escrito la música.

¡El genio es quien crea algo de la nada! ¡Efectivamente! Aunque sea una canción de Alejandro Sanz o David Bisbal (levanto las cejas) Bueno, ¡pongámoslo con alfileres! (risas) Quiero decir, el genio es el creador. En él reside la magia.

Hablando de compositores, usted dedica también parte de su repertorio a la nueva composición.

Me encanta. Siempre que sea buena, porque no todo en la contemporánea es bueno. No distingo de épocas, de estilos… distingo entre música buena y música mala. Hemos pasado muchos años en los que la nueva música se veía sujeta a formas y estilos muy cerrados que alejaban a la música de los auditorios, pero por suerte en nuestro país hay mucha gente comprometida con la creación musical.

Uno de ellos, sin duda, Leonardo Balada, del que he tenido el privilegio de grabar su integral para piano solo, incluyendo una de sus miniminiaturas que me dedicó. Pude trabajar mucho y disfrutar aún más. Además Balada es un hombre muy agradecido, que tengo comprobado que es algo en común que tienen todos los buenos compositores. La contemporánea me da mucha libertad y él me la dio. Es una gozada poder sentirte un poco creador.

Realiza, además, algunas propuestas que van más allá de la música, incluyendo teatro u otras artes, con actores como Emilio Gutiérrez Caba o Asumpta Serna, por ejemplo.

De todas estas ideas, a mí realmente lo que me interesa es la música, pero como bien sabemos la música clásica es cerrada. No elitista ni clasista, pero sí cerrada. La música muchas veces requiere un esfuerzo que no necesitan otras artes. En la música es un proceso de entendimiento y disfrute que no es tan fácil. Lo normal es que si no estás preparado desconectes. Así que con estos proyectos buscaba tocar la música de la mejor forma posible, pero aderezada con otros elementos artísticos para que mucha de esa gente que nunca se había sentido atraído por la clásica, pero sí por la danza o la actuación, acaben interesándose por ella. Si sirve como caldo de cultivo para que se sientan atraídos por la música, todo es bienvenido.