Jauregui Signum 

Delicada inauguración

Oviedo. 07/11/2018. Auditorio de Oviedo. Jornadas de piano Luis G. Iberni. Obras de Dvorak y Schumann. Judith Jáuregui, piano. Signum Quartett.

Tras el increíble recital Gregory Kunde que inauguró el “ciclo de concierto del Auditorio”, la pianista vasca Judith Jáuregui fue la responsable de abrir el ciclo “Jornadas de Piano G. Iberni”, paralelo a éste y de absoluta referencia en la ciudad por permitirnos, año tras año, de disfrutar de la presencia de nombres como Elisso Virsaladze, Grigori Sokolov, Daniil Trifonov, y otras insignes estrellas del firmamento pianístico.

Así pues, en esta lista de grandes nombres, la joven Judith Jáuregui está sin duda haciéndose un meritorio hueco, abierto gracias a la infalible aplicación de esa fórmula que conjuga a partes iguales talento innato con un compromiso sin reservas. O al menos, eso se desprendió de su interpretación el pasado miércoles, donde la pianista nos ofreció, acompañada por el cuarteto Signum, dos lecturas más que interesantes de quintetos para pianos y cuerda firmados por Dvorak y Schumann. 

En ambas interpretaciones, el talento del que hablamos antes se demostró de forma evidente, mientras que el compromiso podía leerse fácilmente entre las líneas de un sonido ágil y siempre pulcro. Sorprendía en él su gran capacidad de matización, materializada por la evidente maestría de Jáuregui para regular la intensidad sonora de su instrumento que, como decimos, seguía manteniéndose nítido y perfectamente audible aún en el más sutil de los pianissimi. Esto, sin duda, sólo puede conseguirse con muchas horas de estudio pues, como sabemos todos los que nos defendemos algo con el piano, tocar forte o mezzoforte es relativamente sencillo. Abordar vertiginosas escalas en un invariable pianissimo y sin dejar ninguna nota en el tintero -o mejor, en el atril- no tanto.

Por todo, a la visión personal de Jáuregui sobre ambos quintetos podemos clasificarla como intimista y delicada. Siendo la donostiarra innegable dueña de un sonido etéreo y cristalino, mucho más dado a flotar sobre la sala creando frágiles atmósferas sonoras que a exaltarse en los momentos de mayor intensidad. A ello contribuyó también el tempo elegido para la interpretación, bastante ágil por lo general, y que restó algo más de peso sonoro a la meditada propuesta de la pianista. Claro que, dicho esto, no podemos llegar a saber hasta que punto esa visión de la partitura se encontraba influenciada por la presencia del resto de músicos que conformaban el cuarteto de cuerda. Razón por la cual, quizás habría resultado interesante dividir el concierto en dos segmentos bien diferenciados que hubieran permitido, tras el descanso, disfrutar en solitario de la presencia de Jáuregui. 

En lo relativo al Cuarteto Signum, hemos de decir que su factura nos resultó francamente irreprochable desde los primeros minutos de la tarde, encabezados por un Florian Donderer que brilló con su violín de fraseo extraordinariamente claro que durante el primer movimiento del quinteto abordó con vehemencia la melodía compuesta por Dvorak. Bastó el segundo movimiento de ese mismo quinteto para confirmar el gran nivel del resto de los integrantes pues, tras una mágica intervención de Jáuregui al inicio del movimiento, se sucedían intervenciones más o menos protagónicas de cada uno de los componentes de la agrupación, los cuales, supieron en todo momento encontrar su lugar sonoro dentro del fluir general de la música.

Poco más puedo decir, por tanto, de una propuesta tan sólida como la ofrecida esta pasada tarde en el Auditorio de Oviedo y que sirvió, como hemos dicho, para inaugurar con gran dignidad las Jornadas de Piano de la capital asturiana. Aunque, eso sí, se echara en falta alguna propina por parte de los intérpretes que, pese al reiterado aplauso del público carbayón, nunca llegó a materializarse.