OCNE Bernstein Beethoven 2020

 

La extraña pareja

Madrid. 27/11/2020. Auditorio Nacional. Obras de Leonard Bernstein y Ludwig van Beethoven. Carolin Widmann, violín. Orquesta Nacional de España. David Afkham, dirección musical.

En mitad de un panorama desolador, en el que se cuentan con los dedos de una mano las orquestas que siguen acogiendo público de manera regular en sus conciertos, el Auditorio Nacional sigue presentando cada fin de semana los conciertos de la Orquesta y Coro Nacionales de España, ahondando en la integral de las sinfonías de Beethoven que la formación persigue ultimar en el transcurso de estas semanas. Para este programa se había conformado una propuesta singular, hermanando una infrecuente partitura de Leonard Bernstein con la popularísima Pastoral del genio de Bonn, su sexta sinfonía. Una extraña pareja, si ustedes quieren, pero francamente sugestiva.

El sincero agradecimiento de David Afkham hacia el público, al final del concierto, nos habla por cierto de hasta qué punto mantener la actividad es importante a ambos lados del escenario. A veces se nos olvida que publico y músicos participamos de una misma comunión en torno al hecho musical que supone un concierto. Bienvenido sea si la pandemia nos obliga a tomar nuevamente conciencia de ello, dejando a un lado perezosas rutinas y automatismos.

La actividad compositiva de Leonard Bernstein fue especialmente fructífera durante la década de los cincuenta del pasado siglo XX. Datan de esos años no solo sus célebres Candide (1956) y West Side Story (1957), sino también Wonderful Town (1953), On the Waterfront (1954) y esta pieza que nos ocupa, concebida como una Serenta para violín, cuerda, arpa y percusión a partir de 'El Banquete' de Platón. Llevado a término como una suerte de concierto para violín en cinco movimientos, se trataba en realidad de un encargo de la Fundación Koussevitzky -qué poco se pondera hoy la labor de éste, fallecido en Boston en 1951, como impulsor determinante para la creación contemporánea en esos años-. Estrenada en La Fenice de Venecia en 1954, con el célebre Isaac Stern como solista, se trata de una obra endiablada, compleja desde todo punto de vista y no todo lo afortunada que el oyente medio desearia. Lo más sobresaliente es, a buen seguro, el Adagio situado en cuarto lugar, bajo el título de 'Agatón'. Escuchamos aquí una música bellísima, inspirada de principio a fin, elaborada con un mimo y un talento evidentes, de resonancias claramente brittenianas (el parentesco con los Four Sea Interludes de Peter Grimes se antoja manifiesto). 

La violinista Carolin Widmann (Múnich, 1976; a la sazón hermana del compositor y clarinetista Jörg Widmann) sustituía en estos conciertos a la solista inicialmente prevista, la china Ning Feng. La intérprete alemana contribuyó con denuedo a poner en valor esta partitura, voluntariosa y entregada. Si bien no es una epatante virtuosa de su instrumento, no se le puede negar un compromiso intachable con la música de Bernstein. 

En esta ocasión la Orquesta Nacional de España sonó solvente, pero no arrebatadora. En el Beethoven faltó empaste, inicialmente en las cuerdas, con instantes de desigual fortuna en los primeros violines. El sonido ganó cuerpo y consistencia no obstante conforme avanzó la lectura, pero Afkham se detuvo en exceso en desentrañar la partitura, en una versión a la que faltaron pulso y fluidez. De poco sirve que todo se escuche con nitidez sino aparece entrelazado conformando un discurso con tensión. Sea como fuere, todo pareció encauzarse con mayor fortuna a partir del Allegro, más entonado ya el pulso, vibrante y desenvuelto el fraseo y mucho más compacto el sonido de los atriles. 

No hay duda de las buenas intenciones de Afkham, que persigue desentrañar la orquestación del genio de Bonn, poniendo el foco sobre segundas líneas melódicas, que pasan a menudo inadvertidas. Hay una general curiosidad en su batuta que es muy de agradecer, pero lo analítico a veces no se concilia del todo con lo expresivo, como fue el caso de esta Pastoral. En cambio en la partitura de Bernstein, de manera paradójica, todo sonó mucho más firme, más consciente, ciertamente preciso, lo mismo en referencia a la orquesta que a la batuta del maestro. A nivel de la pura ejecución, es forzoso decirlo, empieza a ser insostenible el nivel de las trompas, realmente desafortunado el solista en esta ocasión. Y en cambio es de justicia ponderar la esmerada labor de los solistas de flauta, clarinete y oboe.

Eso sí, con la pandemia todo cambia menos la estulticia: la melodía de un celular irrumpió precisamente en el segundo movimiento de la Pastoral, cuando las maderas imitan el canto de los pájaros. Qué bochorno, señores, a estas alturas... 

Foto: © Rafa Martín