West Side Story OBC18

Fieles a Bernstein

Barcelona. 18/7/18. Auditori. “West Side Story” de Robert Wise y Jerome Robbins con la Banda Sonora Original de Leonard Bernstein en vivo. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Ernst Van Tiel. 

Ya lo hizo a principios de este mismo año con gran éxito como recogió la crítica de Jordi Maddaleno en Platea Magazine, y la OBC ha vuelto a acercarse a este monumento del imaginario popular que el lenguaje cinematográfico y la mano experimentada de Leonard Bernstein elevó a testimonio artístico de la sociedad contemporánea. Se suele oír últimamente reivindicaciones muy grandilocuentes del Bernstein compositor a pesar de que gracias a que es sinónimo de éxito, en su centenario se le está dedicando una atención que ya quisieran otros legados que duermen en cajones o entre el polvo de fondos bibliográficos. De hecho en Barcelona durante el inicio de la próxima temporada de la orquesta tenemos programada en octubre –como hace dos años– su Misa (1971), el mismo mes que en el Teatro del Liceu se escuchará su Candide (1956) en versión concierto, y uno antes de que el Teatre Condal se sume con un recorrido por sus canciones más populares. Y aún quedará tiempo para que en diciembre la OBC le vuelva a dedicar un programa monográfico, además de encargos dedicados a su centenario. Todo esto sólo en Barcelona y de manera muy resumida. Concedamos eso sí que como sucede también con otros, escuchamos una y otra vez un porcentaje reducido de sus obras conocidas y nos perdemos gran parte de su producción coral, orquestal o de cámara, entre otros géneros que también cultivó con mayor o menor fortuna. 

Desde la semilla del teatro musical hasta su fiel traslado a la gran pantalla, tras el genio de Jerome Robbins, Arthur Laurents para redescubrir Shakespeare, o la valiosa colaboración de Stephen Sondheim, la partitura de West Side Story -la verdadera artífice de la capacidad de la obra para resistir el paso del tiempo- esconde una gran riqueza orquestal, tímbrica, armónica, temática... que puede pasar desapercibida ante el encanto melódico y la frescura popular. Entre otras cosas, Bernstein logra en ella una gran unidad gracias a estar basada en un motivo de tres notas que reaparece y se transforma constantemente. Uno de los aspectos interesantes y que debe cuidar el dispositivo orquestal es ese salto constante entre atmósferas: de un poema sinfónico posromántico se pasa a una sonoridad de Big Band, para trasladarse después a un conjunto que acompaña un mambo o un chachachá. Y en todos ellos, la batuta debe subrayar elementos que son más relevantes que otros, como el compositor contempla pensando en la estructura argumental y el hilo dramático. En este caso, debemos añadir los retos acústicos y de sincronización con la película, más aún cuando se trata de un musical y las voces (de la grabación original) están en un plano diferente al de la orquesta. 

Aseguraba un buen resultado la dirección de Ernst van Tiel, conocedor de la música para cine que además lleva años dirigiendo esta misma propuesta y otras proyecciones con orquesta por distintos países. La trayectoria del holandés ha sido especialmente activa en su país natal aunque no se ha reducido a él, y el éxito de la oscarizada banda sonora de Ludovic Bource para The Artist que en 2011 grabó con la Filarmónica de Bruselas le ha llevado a visitar varias orquestas europeas. Mientras fue meritorio el buen resultado acústico, muy equilibrado y matizado teniendo en cuenta la necesidad de amplificación e integración con el sonido original de la película, la orquesta rindió en líneas generales por encima del aprobado, mostrando prestancia en cuerdas, buena presencia de vientos y metales incisivos -quitando alguna mácula de la trompa en el lírico y delicado final de la primera parte, comentario musical a la declaración de amor de Tony y María-. Capítulo aparte merece una inspirada y ágil percusión, que junto a una batería precisa afrontaron los retos con brillantez, y su imbricación sinfónica dejó momentos fantásticos como “America” para la magnífica coreografía de los “Sharks” y sus chicas. El director fue tan detallista como capaz de alimentar la tonicidad de la orquesta, manteniéndose siempre comedido en el uso del rubato y generoso en las dinámicas, con la agilidad y el nervio imprescindible para sostener la riqueza expresiva de la partitura, tanto como escrupuloso en los pasajes camerísticos donde brillaron los solistas. Ayudado por una pequeña pantalla sobre la partitura, la agilidad para la sincronización fue uno de los aspectos más logrados; sólo pudimos apreciar algún leve tambaleo en las fluctuaciones de tempo que Bernstein escribió para “Maria”.  En suma, una OBC volcada con el centenario de Bernstein como no lo ha hecho con otros compositores de talla que pasaron mucho más desapercibidos –sin ir más lejos el de Scriabin hace tres años– incluyendo los nacionales, no por su potencialidad musical sino porque el criterio que siguen sus gestores no parece artístico. 

Un éxito que aunque ya se dibujaba anticipado desde el cartel y el buen recuerdo de hace seis meses, los músicos acompañados de una buena producción supieron rematar, en algo más de dos horas y media de gran intensidad musical que un Auditori de nuevo lleno celebró de pie, sin que faltaran claro está, los maleducados de rigor que no fueron capaces de esperar sentados a que terminaran los créditos finales y con ello lo esencial: la música, el talento centenario de Bernstein recreado con fidelidad por orquesta y director.