Favorite Liceu Bofill

 

Bajando el listón

Barcelona. 20/07/2018. Liceu. Donizetti: La favorite. Michael Spyres, Clémentine Margaine, Markus Werba, Ante Jerkunica, Miren Urbieta-Vega, Roger Padullés. Dir. de escena: Derek Gimpel. Dir. musical: Patrick Summers.

Precisamente estos días la Royal Opera House de Londres, en colaboración con el sello Opera Rara, ha rescatado L´ange de Nisida de Donizetti, gracias a los esfuerzos de la musicóloga Candida Mantica. Compuesta por el autor italiano en 1839 para el Théâtre de la Renaissance, al poco de trasladarse a París, la bancarrota de la compañía en cuestión impidió su estreno y Donizetti empleó en posteriores composiciones los materiales de aquella ópera que no había visto la luz y que a su vez recuperaba música de un proyecto anterior, Adelaide, también sin finalizar y datada en 1834. La favorite es así en realidad un fantástico pastiche, donde se encuentra también música de otra ópera inconclusa de Donizetti, Le duc d´Alba, caso del popular "Ange si pur". El Liceu ha tenido siempre muy presente esta ópera en su repertorio, siendo el quinto título más representado de su historia, como tiene a bien recapitular Jaume Tribó en el programa de mano de estas representaciones.

El tenor estadounidense Michael Spyres (Mansfield, 1980) se enfrentaba por primera vez al papel de Fernando, legendario caballo de batalla de los más renombrados tenores del siglo XX, desde Fleta y Lázaro hasta Kraus y Aragall. Bregado en las lides de Rossini, Berlioz o Meyerbeer, Spyres domina este lenguaje proto-romántico con destreza, con un fraseo depurado y limpio. Se empeña no obstante en adornos varios transitando por el tercio sobreagudo, no siempre con fortuna. Fue el caso de su gran página del último acto, que arruinó intentando una fermata no escrita y que no cuajó con éxito. El agudo, por más que tenga las notas, tampoco tiene la punta, cuerpo y presencia que serían deseables, sonando a menudo blanco, un tanto mate y sin el debido engarce con el resto del instrumento. 

Agridulce sensación también con la joven Clémentine Margaine (Narbonne, 1984), la protagonista femenina de la noche y responsable del rol titular. Voz muy notable, grande y sonora, no siempre entonada, de afinación irregular, manejó con desigual acierto el lenguaje belcantista, con una expresividad poco contenida y demasiados sonidos abiertos. Mostró en todo caso sus mejores armas en la gran página de Leonor, el “O mon Fernand", y singularmente en la cabaletta posterior.

Excelente impresión en cambio con el barítono austríaco Markus Werba (Villach, 1973), un cantante procedente de otras latitudes en materia de repertorio y sobre quién cabían, a priori, razonables dudas de adecuación al estilo de Donizetti. Su canto fue limpio, redondo, suave, elegante... belcantista en el más neto sentido del término. La voz es tersa, la articulación impecable y su actuación tuvo un punto de ironía que vino muy bien a algunas escenas. Buen trabajo de todos los comprimarios: Ante Jerkunica como Balthazar, Miren Urbieta-Vega como Inés y Roger Padullés como Gaspar.

Muy decepcionante la producción de Derek Gimpel, remozada sin pena ni gloria tras su estreno en 2002, precisamente en el Liceu, en colaboración con el Teatro Real, donde se vio en 2003. Aunque se ha anunciado como nueva producción, el resultado final no ofrece nada que permita hablar de ella como tal. El trabajo escénico es, desde cualquier punto de vista, un despropósito: insostenible esa ridícula roca que se nos hace pasar por “escenografía” inspirada en la estética de Caspar David Friedrich; un vestuario por momentos irrisorio, singularmente para las mujeres del coro; y una dirección de actores que brilla por su ausencia.

Compacta y equilibrada labor en el foso de Patrick Summers, concertador seguro y solvente. Estupenda respuesta, como ya va siendo costumbre, de la orquesta titular del teatro, cuya mejoría es ya un hecho incuestionable. No se sostiene, por cierto, la idea de interpretar a telón bajado las partes del ballet: si no hay coreografía es mejor cortarlas. En resumen, pues, un espectáculo que cierra la temporada del Liceu bajando el listón con respecto a donde lo habían dejado otras propuestas, como El demonio de Rubinstein o Andrea Chénier de Giordano.