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Noelia Rodiles: "La integración es el camino para que la música no muera"

La pianista ovetense Noelia Rodiles destila amor por los clásicos y la música contemporánea a partes iguales. Tanto, que este 2019 escucharemos su buen hacer en un disco entregado a nombres como Schumann, Mendelssohn, Rueda o Magrané. Mientras llega el lanzamiento, estos meses de enero y febrero podremos disfrutarla con dichos compositores en Alicante, de la mano del CNDM, o en el Villamarta de Jerez. También buscando influencias jazzisticas y africanas en la clásica, en sendos ciclos de la Fundación Juan March o recuperando obras de grandes compositores españoles junto a la ORCAM. 

Quisiera empezar preguntándole por el programa que lleva a sus últimos recitales, que me llama poderosamente la atención: El efecto mariposa. ¿En qué consiste?

Es un proyecto que me hace muchísima ilusión. Surgió de una idea a la que llevaba años dándole forma. En mi primer disco uní Schubert con Ligeti, en un intento de mostrar el repertorio más clásico junto a músicas que a lo mejor se conocen un poco menos. Esta idea la fui extendiendo a más compositores que me encantan y que creo que no deberían estar relegados sólo a festivales o programas de música contemporánea, puesto que al fin y al cabo son reductos de público muy concreto y especializado. Pienso que la integración es el camino para que la música no muera, así que a raíz de esta experiencia con Schubert y Ligeti, tuve la idea de encargar tres obras a tres compositores españoles y que cada uno de ellos se inspirara en alguna de las obras románticas con las que yo me siento muy identificada. Han escrito tres partituras increíbles.

¿Quiénes son los tres compositores escogidos y las tres obras en las que se han inspirado?

Son David del Puerto, en relación a las Canciones sin palabras, op.30 de Mendelssohn,  de las que surgieron sus Seis caprichos sin título. Jesús Rueda escribió su quinta sonata: The Butterfly Effect a partir de Papillons de Schumann; y Joan Magrané se inspiró en un Adagio de Schubert muy poco conocido para escribir dos piezas muy sensibles y cristalinas. Este diálogo entre románticos y contemporáneos se plasmará en mi nuevo disco, previsto para este 2019. 

¿Cómo recibe el público este programa?

Lo cierto es que lo recibe muy bien. Hice un preestreno en Oviedo con las obras de David y Jesús junto a piezas románticas y a pesar de que allí el público es por lo general quizás un poco más conservador, gustaron muchísimo. Casi me atrevería a decir que gustaron más los estrenos que las obras ya conocidas. Fue una alegría ver el entusiasmo que despertaban. Después las he interpretado con el programa en su totalidad en festivales de música contemporánea o en el Festival de piano Rafael Orozco de Córdoba, donde siempre han sido acogidas con gran interés.

¿Hay efecto mariposa en El efecto mariposa?

¡Sí! Todo va generando nuevas sensaciones, nuevos caminos. Las obras románticas han generado en este caso obras nuevas y a su vez estas últimas generan reacciones y vueltas al descubrimiento que no sabemos a dónde nos llevarán exactamente. Los recitales de piano al uso, como experiencia de disfrute, están muy bien, pero creo que si como intérpretes podemos ofrecer algo nuevo, estarán aún mejor. Nosotros somos los responsables de lo que el público experimente al fin y al cabo. Todo aquello que los intérpretes podamos aportar, sumar, nunca estará de más. Interpretar bien a Schumann es una maravilla, pero descubrirle nuevas cosas al público está a la misma altura.

Decía Luigi Nono que el público nos aplaudimos a nosotros mismos, a lo que hemos sido capaces de reconocer. ¿Quién tiene más miedo, el programador o el público?

De hecho, ¡a veces el programador tiene miedo del público! Para ellos es difícil arriesgarse. También es verdad que la música contemporánea abarca muchas corrientes y dentro de ella hay música más “fácil” o más “difícil” de comprender. Creo que presentándola en pequeñas dosis, para cualquier persona es disfrutable. Si montamos un programa íntegro de la vanguardia más absoluta… seguramente le cueste hasta a los propios músicos. Todo lo que se presenta explicado, encadenado, dosificado y buscando los porqués, sienta bien tanto al público como a los programadores.

¿Algo quizá en la línea de lo que está realizando ahora en la Fundación Juan March?

Exacto. Ahora mismo allí estoy participando en dos proyectos. Por un lado en uno de jazz y clásica y, por otro, uno que ya hicimos y al que regresamos, y que me encanta, que consiste en fusionar clásica con músicas africanas. Utilizamos polirritmias de la contemporánea que han sido influenciadas por las tradiciones africanas. Interpreto estudios de Ligeti, interludios de Rueda… junto a dos percusionistas, acabando con el estudio Fanfares de Ligeti mientras ellos improvisan ritmos por encima, ¡estoy feliz!

Ha mencionado un proyecto de jazz y clásica, ¿en qué consiste?

Es una maravilla. Mostramos la influencia de un género en otro. Yo interpreto clásica, con obras de Debussy, Gershwin e incluso Chopin, que encuentran su relación en el piano de Moisés Sánchez, quien toca obras de jazz y blues. Al final, lo unimos todo en un personaje como es el gran Bernstein.

Como siempre, voy a hacer un poco de abogado del diablo: Simone, Tatum, Peterson… ¿los grandes pianistas no han estado, en realidad, en el jazz?

Uhm… (piensa). No lo creo tanto así. Indiscutiblemente en el jazz ha habido grandes pianistas, auténticos animales del teclado. Peterson, por ejemplo, seguramente sea uno de los mejores pianistas que ha habido en la historia, pero es que estamos hablando de dos estilos diferentes y dos aproximaciones al instrumento completamente distintas, en realidad. Con toda su flexibilidad, en la clásica todo es más “rígido”. Hablando con pianistas de jazz impresionantes, ocurre a veces que tocan cosas maravillosas que un pianista de clásica sería incapaz de tocar, pero les pides a continuación, por ejemplo, una sonata de Beethoven y ellos tampoco se atreven. Es curioso cómo somos peces de nuestra propia agua. Supongo que será algo que va en el carácter y en la educación musical recibida. Los pianistas clásicos deberíamos aprender algo del jazz, por qué no, esa libertad… pero al fin y al cabo tú estás tocando una obra escrita por un compositor y a esa partitura es a la que te debes. No hay vuelta de hoja en la clásica.

¿Cómo juega usted con ese equilibrio entre lo que está escrito y su visión propia?

Al final la propia palabra nos define: somos intérpretes. Interpretamos una partitura, no somos máquinas. Yo lo que intento siempre es hacer un estudio lo más fiel al estilo del compositor, pero la música no deja de ser una serie de símbolos para indicarte algo que nunca es cien por cien preciso. Cómo reacciona tu oído a una armonía es algo muy personal. Los tiempos que requiere cada cosa, cada sensación, cada sonido, es algo muy particular de lo que no podemos escapar. Los silencios en la música, por ejemplo, ya puedes estar dándole vueltas y vueltas durante toda la vida que seguramente cada vez lo veas de una manera; mínimamente diferente, pero diferente al fin y al cabo. La naturalidad es la clave, tratar de no estorbar a la música es vital.

Con todo lo que venimos hablando, ¿qué momento diría que vive la nueva creación española, especialmente para el piano?

Creo que se están haciendo cosas muy interesantes. Contamos con músicos cada vez más versátiles, más abiertos, de gran cultura, de quienes surgen cosas muy buenas. Los intérpretes actuales tenemos mucha suerte de vivir en el mismo momento que estas generaciones de compositores que son totalmente libres. Cierto es que el tiempo no ha actuado aún como filtro y no sabemos qué músicas perdurarán en el futuro; por eso el trabajo de los intérpretes es estar atentos a todas estas nuevas composiciones y darles vida, para que al menos todas tengan su momento, su espacio y su escucha.

Por ejemplo ha mencionado ya varias veces en esta conversación a Ligeti, a quien ustedes, las nuevas generaciones de pianistas, han convertido prácticamente en un compositor de repertorio.

Sí. Para mí Ligeti está completamente integrado en el repertorio. Diría incluso que es un compositor clásico. Cuando empecé a estudiarlo yo era alumna de Bashkirov, quien en cierta forma era más reticente a sus obras. De hecho, cuando él tocaba, aún no se habían estrenado muchas de las composiciones de Ligeti, pero yo las fui descubriendo y me empeñé en tocarlas. Empecé tocando su Concierto para trece instrumentos, donde interpretaba la parte de hammond y clave, y al final Bashkirov también estaba encantado con su música. Es una música que conecta inmediatamente con el público. A pesar de su complejidad, a la gente le encanta y estudiar sus obras es casi adictivo.

No por qué unir Ligeti a Schubert sino, ¿por qué unir Schubert a Ligeti?

Yo diría que primeramente fue por intuición. Siempre he tocado mucho Schubert, que me parece que hace una música muy pura, el ser humano completamente expuesto sin ningún tipo de filtro. En él no tienes donde resguardarte. Por todo ello, me parece que su música recibe muy bien a otras, es totalmente libre y permite escuchar cualquier otra cosa a continuación con oídos nuevos. Comencé tocando una parte del programa dedicada a uno y otra al otro, pero últimamente, a petición del CNDM, he acabado tocándoles totalmente entremezclados.

Hablando de nuevas creaciones, de programadores… en junio va usted a estrenar con la ORCAM una obra de Orbón, que en realidad tiene ya mucho tiempo…

Efectivamente. Es una música compuesta en el año 1985. Una de sus últimas obras antes de que muriese en 1991. Me hace muchísima ilusión poder interpretarla: Partita nº4. Una obra en forma concertante para piano y orquesta, escrita en un solo movimiento. Es una especie de variaciones en torno al motete O Magnum Mysterium de Tomás Luis de Victoria. Es como una vuelta a los orígenes en Orbón, quien para mí es uno de los grandes desconocidos de la música española. Una figura indispensable que por razones de exilio, ya que tuvo que irse a Cuba y de ahí a México y Estados Unidos, ha tenido la poca fortuna de que no se arraigó en ningún país y su música parece haberse quedado en tierra de nadie. Aún así, hoy en día en Cuba y México le tienen como suyo y en sus círculos musicales es muy respetado, cosa que no pasa en España.

Una obra muy compleja que localicé  en una biblioteca de Estados Unidos, rítmicamente complicada y con una orquestación muy grande que mezcla todo lo aprendido en América, habiendo sido alumno de Copland, pero que regresa una y otra vez a la obra de Victoria. Una vuelta a los orígenes. De hecho, otra de sus últimas obras es el Libro de cantares, donde vuelve al folclore asturiano. Un compositor excepcional. Además de con la ORCAM, lo tocaré antes en México, con la Filarmónica de Querétaro, rindiéndole el homenaje que merece.

Otro de sus proyectos anteriores recayó en un nombre fascinante como es el de María Lejárraga.

Fue para la grabación de un disco dedicado a su figura, a petición del cantante Joaquín Pixán y la musicóloga Mariluz González Peña. Al principio no era muy consciente de quién era el personaje y estudiando sus obras y las músicas en torno a ella te das cuenta de la gran figura que fue y de lo injustamente que la hemos tratado. Hasta qué punto una mujer se ve obligada a renunciar a sí misma, incluso a su personalidad, por la preeminencia tradicional del hombre.

¿Hoy en día tiene la mujer el espacio y el reconocimiento que se merece en la música clásica?

Quiero pensar que sí, pero es verdad que en ocasiones todavía hay que hacer esfuerzos para terminar de ser conscientes de que somos iguales; pero sobre todo hay que ser siempre conscientes de que antes, no hace tanto, esto no era así. Teniendo conocimiento y conciencia de los problemas que hemos tenido en el pasado, probablemente podamos ser más justos en el presente. Personalmente, creo que en el mundo de la interpretación el camino ya está abierto, pero quizá en el de la dirección orquestal o incluso en el de la composición, todavía queda por hacer. Mire a Fanny Mendelssohn o Clara Schumann… en realidad si hoy las conocemos es porque fueron la hermana o la mujer de alguien. Imagínese la de mujeres impresionantes que nos hemos quedado sin conocer por no tener un vínculo afectivo con un hombre. Eso es tristísimo y es algo que por suerte estamos superando y estoy segura de que lo que nos quede por superar ahora, con el empeño de la sociedad, es cuestión de tiempo.

Foto: Harold Abellán.