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Love

Frankfurt. 9/11/2019. Operhaus. Puccini. Manon Lescaut. Asmik Grigorian (Manon Lescaut), Joshua Guerrero (Chevalier Des Grieux) Iurii Samoilov (Lescaut), Donato Di Stefano (Geronte). Orquesta y Coro de la Ópera de Frankfurt. Dirección de escena: Àlex Ollé. Dirección musical: Takeshi Moriuchi.

Es evidente que Àlex Ollé ha comprendido la esencia de Manon Lescaut de Puccini, la primera de las nuevas producciones que presenta la Ópera de Frankfurt esta temporada. Unas monumentales letras que reproducen la palabra inglesa para amor presiden los cuatro actos de la ópera, dando, a la vez, una continuidad y unión a la historia, y recalcando la esencia de la misma, ese amor entre Manon y Des Grieux, tan caprichoso y juvenil, pero constante por parte de ella y tan incondicional siempre por parte del poeta. Puccini pone al servicio de este amor una partitura que, sin llegar a las cuotas de maestría que conseguiría más adelante, si que contiene el alma que recorre toda la obra pucciniana: pasión, intensidad, romanticismo, renuncia.

Por supuesto Ollé cuenta la historia a su manera, alejado de ese mundo del XVIII donde se desarrolla la acción. Pero cuando ves su propuesta te das cuenta que doscientos y pico años después, en esencia, todo sigue igual. El director catalán traslada Manon Lescaut a cualquier punto del mundo occidental en la actualidad. Hay un vídeo antes de comenzar la música, con una voz en off donde se nos pone en antecedentes de por qué Manon está en la situación que se nos narra y cómo, debido esa misma situación (todo gira en torno a la emigración de personas de países del este, quizá desde Armenia) de explotación en sus lugares de origen, buscan mejores perspectivas en occidente para acabar también explotadas aquí. A partir de esas premisas, y apoyado en una excelente y espectacular escenografía de Alfons Flores (con un adecuado vestuario de Lluc Castells y una extraordinaria iluminación de Joaquim Kleim), vamos pasando, en los diversos actos, por una estación de autobuses, la casa del rico Geronte (que ya se nos ha presentado como un mafioso y proxeneta) convertida en un club nocturno con sensuales bailes en barra, la cárcel de París, con unas jaulas más aptas para animales que para personas y, finalmente, la terrible Louisiana, un lugar desolado donde solo las grandes letras de LOVE giran lentamente, y con su cruda sencillez, que no distrae en ningún momento de la tragedia de los protagonistas, se convierte en lo más atractivo de todo el montaje. Ollé conoce el oficio y salva con profesionalidad momentos poco lucidos teatralmente en el libreto como todo el primer acto. El movimiento de actores está bien construido y el trabajo con los protagonistas es evidente. No es una producción polémica ni excesivamente tecnológica y su mayor virtud, recalco, es la conexión con la historia.

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El peso de la obra, como no podía ser de otra manera, recae sobre Asmik Grigorian como Manon. La soprano lituana es una excelente cantante que se mueve con toda facilidad en la tesitura (quizá señalar algún agudo más chillado pero sin apreciables consecuencias) y sobre todo estuvo excelsa en ese cuarto acto que es suyo. Como actriz y cantante lo dio absolutamente todo aquí, aunque hay que destacar también los dúos del segundo y el tercer acto, un modelo de entrega y buen canto. Sobra decir que su proyección y fiato están al nivel requerido. Gran (y muy aplaudido) trabajo. Le Chevalier Renato Des Grieux lo encarnaba el tenor americano Joshua Guerrero. Con un tipo de voz que recuerda (aunque todas las comparaciones son odiosas) a un joven Marcelo Álvarez, deslumbró a todo el teatro con su agudo fácil, brillante y atractivo y con una zona central y grave de excelente calidad. Y lo más importante, cantó con una elegancia, con un legato, con un estilo auténticamente pucciniano. Ya en Donna non vidi mai presentó sus credenciales, para luego estar estupendo en todas sus intervenciones, llegando a esa joya que es No! pazzo son! Un tenor que tendría que tener más repercusión de la que hasta ahora, a mi parecer tiene. Muy correcto el resto del reparto destacando el Lescaut de Iurii Samoilov, el Geronte de Donato Di Stefano o el Músico de Bianca Andrew . Otra vez señalar las grandes cualidades (empaste, excelentes voces) del Coro titular del teatro, que se lució en el primer acto y de sus cuatro solistas femeninas en el madrigal del segundo acto.

Aunque la nueva producción la estrenó el conocido director musical suizo Lorenzo Viotti la representación a la que asistí estuvo en manos de un joven director de la casa: Takeshi Moriuchi. Su lectura de la obra de Puccini es canónica, de ritmos rápidos, adaptada a los cantantes y siempre brillante, aunque en algunos momentos sonó demasiado forte. Aún así, con un control mayor de ese brío pero conservando ese respeto por la partitura, puede llegar lejos. Otro lujo de este teatro de Frankfurt es su orquesta, como ya he señalado en otras crónicas. Aquí volvió a sonar como un solo instrumento aunque a la vez se oía cada uno de ellos. Espectacular el intermezzo que da entrada al tercer acto.

Una nota final. No tengo la menor idea de cual es la política de la Ópera de Frankfurt a la hora de alquilar sus producciones. Pero hay una cosa que hay que señalar en la que nos ocupa. El papel principal, tal como está diseñada, concretamente en ese segundo acto donde la casa de Geronte se convierte en una barra americana donde Manon trabaja de stripper, sólo lo puede hacer una soprano de las características físicas de Asmik Grigorian. Uno se pregunta si Ollé sabía de qué soprano disponía para estas representaciones o fue al revés: se buscó una soprano que tuviera el físico que se adecuara a la escena en cuestión. ¿Habrá cambios en la producción si no hay una cantante disponible con medidas 90-60-90? ¿Sólo se contratará a sopranos que cumplan los estándares que se le suponen a una bailarina de barra fija? Supongo que en algún momento la cuestión se tendrá que abordar.

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