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Francisco Lorenzo: "La labor del CNDM es defender los estilos musicales en vías de extinción"

Hablamos con Francisco Lorenzo, actual director del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), en un momento crucial para la vertebración de su nueva temporada 2020-2021. Tras la irrupción del covid19 y la cancelación de lo que quedaba de la temporada anterior. La entidad dependiente del INAEM afronta el nuevo curso "destejiendo y tejiendo de nuevo", como el propio Francisco explica, para intentar integrar las citas que se han perdido, al mismo tiempo que vuelve a ofrecer su siempre ambiciosa e interesantísima gran oferta de citas musicales por toda España.

Usted ahora es “el responsable” del CNDM, pero lleva muchos años siendo responsable en el CNDM… ¿Cómo estructura una temporada? ¿Tienen alguna dinámica concreta?

¡Pues fíjese, ya lo mínimo para mí es programar conciertos! (Risas). Todo esto es un work in progress continuo. Con una programación tan extensa, siempre estás cerrando, modificando detalles. Muchas veces, del libro de temporada que presentamos al principio de las temporadas, poco queda al final de la misma (más risas). Enrique Rojas, que es uno de los grandes de esta profesión, siempre decía que había que sacar un libro-avance al comienzo y un epílogo al final de la misma.

Yo llegué al CNDM en 2012. Al final, el CNDM es un proyecto de éxito, que funciona. Y cuando tienes entre manos un proyecto que funciona, ¡es muy difícil cargártelo! No he querido llegar a mi puesto diciendo: “¡voy a hacer todo distinto!” porque sé que eso no habría funcionado. No tendría sentido.

¿El CNDM tiene la fórmula de la Coca-cola?

¡Sí! Y bueno, siempre puede haber grandes personalidades que tienen grandes ideas para llevarlas a cabo, pero también es bueno rendirse ante la evidencia. Dese cuenta que el CNDM es una institución que entra a cubrir todas aquellas parcelas que estaban sin cubrir en Madrid y más allá. Con el tiempo, ese “más allá” se ha convertido en “mucho más”.

Absorbiendo ciclos que ya existían, entre otros.

Bueno, con la idea un poco de vertebración, de llevar consigo la palabra “nacional”. Teníamos que intentar llegar a todos lados, lo que, evidentemente, es mucho más complejo. No es lo mismo programar en una sola ciudad, con tres recintos como son la Zarzuela, el MNCARS y el Auditorio Nacional, que programar, además, por ejemplo, en León o Salamanca… donde hay otras actividades programadas con las que hay que coordinarse. Además, nosotros esta temporada, con todo lo del coronavirus, hemos tenido que destejer para volver a tejer.

En origen, ya le digo, empezamos a cubrir parcelas como la Música Antigua, a la que prácticamente no se prestaba atención hace diez años, con citas puntuales, pero sin homogeneización de criterios. Nosotros, por ejemplo, siempre programamos la Antigua con criterios historicistas. Curiosamente, es un repertorio que interesa más a la gente más joven. Creo que es una franja de edad que está verdaderamente interesada tanto en la música bien hecha, con criterios fidedignos, como por la música más nueva. En general, por toda aquella música que sorprende, aquello que te llama la atención porque no conoces. Es un tipo de público al que le marca la música.

Entre el Barroco y la Antigua que han preparado para la nueva temporada, destaca la presencia de Benjamin Alard, uno de los nuevos reyes del clave, junto a Jean Rondeau y Mahan Esfahani, quizá.

Bueno, es que Alard es una maravilla. Estuvo ya en la Fundación Juan March y yo hacía tiempo que no escuchaba tocar el clave de esa forma. A diferencia de Rondeau y Esfahani, que también me gustan mucho, para mí Alard tiene un sonido más redondo, más dulcificado… él ya como músico es un intérprete redondo. Hoy en día, uno de los grandes músicos de tecla. Aquí vendrá a tocar el clave y el órgano, a lo largo de dos temporadas. En esta que empieza tocará selecciones de Clavier Übung, por ejemplo, en tres conciertos diferentes.

¿Y más allá del Barroco y la Antigua?

Hacemos un ciclo, que es el de Andalucía flamenca, que funciona fenomenal. Esta temporada que desgraciadamente se ha visto cancelada, no salieron ni entradas a la venta, porque todo se vendió por abono. O el Ciclo de Jazz… es una delicia poder escuchar el género en una sala como la del Auditorio Nacional, que es algo que no había en Madrid, más allá del Festival de Otoño. Ambos ciclos los promovemos buscando un sonido limpio en todos los conciertos, intentando que sea lo más natural posible, siempre. También tenemos el Ciclo Fronteras, procurando buscar el medio camino entre la música clásica, la antigua, el jazz, la música de raíz. Un crossroads que dirían los estadounidenses.

¿Es una confluencia, más que una fusión?

Sí, totalmente. La temporada pasada, por ejemplo, hicimos con Víkingur Ólafsson el diálogo Glass-Bach. Muy, muy interesante. Cuando escuchas sus músicas enfrentadas, ves todas las influencias del alemán en el estadounidense. Este año haremos otro proyecto con Ólafsson, donde también contrapone dos compositores, como son Rameau y Debussy. ¡Y anda que no tiene cosas que decir Debussy! De hecho, ¡Seguimos viviendo en la música actual de Debussy! En este ciclo hay proyectos maravillosos, como este otro que hemos preparado, en el que Antonio Serrano, junto a Pablo Martín Caminero y Daniel Oyarzábal, hacen una visión de Bach en dos coordenadas: una, digamos, más historicista y luego otra más moderna, con contrabajo moderno, armónica y órgano Fender Rhodes.

También hemos prestado atención al Fado, o incluso un poco al mundo del pop, este año con María Rodés, o anteriormente con Sílvia Pérez Cruz, o Santiago Auserón. Siempre, insisto, con la óptica de que el sonido sea el mejor para la sala del auditorio en el que estamos.

Y luego el Bach Vermut, que eso ya sí que es reventar las taquillas…

Es que era una pena que, teniendo el órgano que tiene la sala grande del Auditorio Nacional, no se aprovechase más. La última vez que se utilizó de manera habitual fue en el ciclo de Cámara y polifonía de la Orquesta Nacional, hace muchísimos años… a los que iban poquísimas personas. El problema a la hora de plantearnos estos conciertos, vino cuando vimos que prácticamente toda la agenda del Auditorio estaba llena. El único día que siempre estaba libre eran los sábados por la mañana… y bueno, ya que venían a esas horas, ¡pensamos en darles un aperitivo! Es un ciclo que funciona muy bien y que ha marcado el carácter del CNDM.

Y luego los ciclos absorbidos o heredados…

Sí, como son el Liceo de Cámara que, si no lo llegamos a heredar, desaparece, literalmente. Nos hicimos cargo de él porque, evidentemente, la música de cámara es base de muchas otras. No podíamos permitir que desapareciese de la programación madrileña. Y luego el Ciclo de Lied, que se retroalimenta. Funciona por taquilla, con un buen precio de entradas y con un público habitual, que se mantiene por sí solo.

Todos estos nichos de los que estamos hablando, estaban sin cubrir. Evidentemente nosotros no vamos a hacer música sinfónica, porque para eso está la Orquesta Nacional… con el paso del tiempo, todos estos ciclos se han ido sumando. Vamos poco a poco.

También la llegada a las nuevas ciudades o sedes, porque su desembarco en Barcelona, por ejemplo, se está llevando a cabo muy poco a poco.

En Cataluña yo creo que es importante que estemos, hoy más que nunca. Que trabajemos allí, que ofrezcamos música allí y que tengamos proyectos en común con instituciones y artistas locales. La temporada pasada colaboramos con L’Auditori, con encargo a López-López de una obra maravillosa, de 50 minutos de duración, con un quinteto de clarinetes y video-proyección. Maravillosa, pero maravillosa. También hemos organizado con la Schubertiada Franz Schubert, con conciertos de Lied, que esta temporada empezamos a trabajar también con el Palau de Barcelona. La idea es defender siempre aquellos estilos musicales que están en vías de extinción, digamos. ¡El Lied se está perdiendo! ¡Se está dejando de cultivar! ¡Y es maravilloso! ¡Tan unido a la literatura, al género humano! Tenemos que estar con el Lied, con cantantes nacionales e internacionales.

Otra de las coproducciones extraordinarias que realizamos este año es con el Festival de Granada, donde ya tuvimos presencia hace años. Ahora volvemos con el influjo de Lorca en la obra de George Crumb. Un compositor visionario que escribe de una forma cercana al público.

¿En cuántas comunidades o provincias estarán presentes?

Estaremos en 12 comunidades autónomas… si el covid lo permite. Está siendo todo muy complicado de gestionar y esperamos poder sacar cada proyecto adelante. Tenemos infinitas pautas que seguir, dependiendo de cada gobierno autonómico. Internacionalmente hemos tenido que dar un pequeño paso atrás, porque creemos que no es el momento de aventurarnos. Sí que mantenemos nuestra pequeña colaboración en el Festival de música barroca de Londres, con mucha cautela. Arrancaremos en Valencia el 16 de septiembre, con un concierto donde el Cuarteto Arditti estrenará otra obra de López-López, su Cuarteto de cuerda nº2.

Hablando de música contemporánea, el CNDM, creo, realiza una gran vertebración de la música actual. Para la próxima temporada tienen desde un compositor en residencia como es Joan Magrané, un verso suelto, en el buen sentido de la palabra, que no se calla nada… a homenajes a autores de otras generaciones como Luis de Pablo o Cristóbal Halffter, que cuando tuvieron que ponerse de perfil, lo hicieron… o incluso llegaron a componer una misa para el Frente de Juventudes franquista.

Sí, creo que el CNDM busca la mayor paleta posible. ¿Cómo no vamos a rendir homenaje a Luis de Pablo o Cristóbal Halffter por su noventa cumpleaños, cuando son dos de nuestros compositores más reconocidos internacionalmente? ¡Y con tantas décadas de trayectoria a sus espaldas!

Con Magrané, este año hemos hecho un pequeño giro. En anteriores ocasiones hemos tenido compositores residentes que, digamos, ya eran gente consagrada: Torres, Rueda, López-López, Sánchez-Verdú… autores que ya están en la cincuentena, sesentena… y este año hemos querido mirar más hacia un compositor joven, pero que realmente lo está haciendo muy bien.

¿Por qué Joan Magrané?

¡A mí es un compositor que me encanta! Sabe combinar la línea de la música clásica antigua con una visión contemporánea y con un sentido exquisito de la forma de estructurar la música. En el CNDM hemos tenido relación con él a través de su música, porque siempre hemos programado algunas obras suyas. Además ya está reconocido internacionalmente. El Ensemble InterContemporain, por ejemplo, le ha encargado una obra de cincuenta minutos de duración, o este año le ha encargado la Orquesta Nacional de España. El año que viene, la OBC tocará una obra suya con coro, también muy extensa… quiero decir, este era el momento de nombrarle compositor residente. Dando un espaldarazo a gente joven, que lo está haciendo bien y que, por otra parte, es la que más lo necesita.

He contado unos cincuenta y pico encargos y, para la temporada pasada, por ejemplo, se programaron músicas de 30 compositoras.

Sí, ¡Es que nos lo tomamos en serio! ¡Y serían más encargos si nos cuadrara aún mejor! Buscamos que toda la paleta de compositores, de nuevo, esté representada. Desde los más jóvenes como el propio Magrané o Raquel García Tomás, a los más maduros como Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, o Félix Ibarrondo. Sinceramente, creo que hay pocas entidades públicas que presten la atención que prestamos nosotros al desarrollo, al fomento y a la programación de la música contemporánea. Luego, además, nuestros encargos viven, porque están encargados con sentido y las obras bien escritas e interpretadas… quiero decir, por ejemplo, la obra que estrenó el Cuarteto Quiroga con Jörg Widmann aquí en Madrid, luego se tocó en la Boulez Saal al año siguiente. O la obra que encargamos a Jesús Torres para Emmanuel Pahud, se interpretará también allí. Nosotros, debido al virus, hemos tenido que posponerla a la temporada 21-22.

Y por otro lado, sí, en el CNDM siempre hemos querido ser reflejo y potenciar el lugar que ha de tener la mujer en el mundo de la música. Ha de tener mayor presencia, como ha ocurrido en la anterior temporada, como me comenta, o como va a suceder en la próxima.

Ahora que menciona la reprogramación de esa obra de Torres, ¿ha supuesto mucho quebradero de cabeza la cancelación de todo lo que quedaba de la temporada anterior?

Han sido días muy complicados. Al principio creíamos que podríamos reenganchar esta primavera-verano, pero no ha podido ser así. En marzo nosotros ya teníamos el 95% de esta temporada 20/21 cerrada… y hemos tenido que deshacerla entera, para ver cómo podíamos encajar todo lo cancelado posible. La idea del INAEM era reprogramar para ayudar al tejido sectorial de la música española, muy particularmente a compositores, intérpretes y agrupaciones españolas.

Bueno, la representación española siempre parece estar presente en las programaciones del CNDM.

Sí, aunque no deja de ser una programación internacional como la que puede darse en la Philharmonie de París, o en la de Berlín… con la diferencia, yo creo, de que nosotros siempre tenemos una mirada más atenta, más cariñosa hacia los intérpretes locales.

Esas salas parecen apeaderos, extraordinarios, para giras europeas o internacionales…

Nosotros intentamos dar siempre una imprenta más personal. Crear sinergias, desarrollar ideas artísticas que se salgan un poco de lo común y luego, evidentemente, crear proyectos y darles vida, también a través de giras. Propias y externas. La idea es tener vida propia. El CNDM está repleto de vida y vidas propias.

¿Hacia dónde camina esa vida? ¿Cuáles podrían ser los próximos pasos del CNDM?

No pasarían por Madrid… o tal vez sí… Más bien con la idea de internacionalizar el proyecto aún más. Es muy interesante todo el circuito clásico que se está desarrollando en Sudamérica. También afianzarnos en las colaboraciones europeas, pero siempre bajo la premisa de contar con músicos españoles y músicas españolas.

Foto: CNDM.