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Elina Garanča: "Vivo de la energía del público"

Elina Garanča es, sin duda, la mezzo de su generación. Una cantante hecha a sí misma que ha recorrido numerosos papeles, desde Mozart y el Barroco hasta su próximo Wagner, abarcando también Verdi o el Bel canto. Una voz privilegiada que alcanza ya los primeros 20 años de carrera y que acaba de protagonizar uno de los primeros conciertos postpandemia en nuestro país (con el Liceu en Montserrat). Además, ultima ya el lanzamiento de su nuevo álbum, el primero que dedica íntegramente al Lied, con obras de Schumann y Brahms.

La primera pregunta es, más que nunca, obligada: ¿Qué tal está? ¿Cómo ha pasado estos tiempos difíciles?

¡Aún los estamos pasando! Creo que, como todos, también yo he pasado momentos de mucho placer. De no tener que viajar y no tener que estar diciendo adiós a mis hijas para salir a cantar fuera. ¡Incluso cocinando y limpiando todo lo que se puede limpiar! (Risas). Por supuesto, también con mucha angustia y mucha rabia. Con mucha desesperación y mucho miedo de todo lo que está ocurriendo y de lo que, parece, todavía nos queda por pasar. Las noticias que llegan de aquí mismo, de España, o de Francia y Alemania, obviamente, dan a entender que durante  esta temporada 2020-2021 la cosa no va a mejorar mucho más. Me temo que estaremos un año más sin una normalidad, sin poder llevar a cabo todo lo que nos gusta y necesitamos hacer... ¡Estamos todos metidos en la misma cazuela! Así que debemos ayudarnos, debemos aguantar y esperar tiempos mejores.

¿Cómo ha sido volver a los escenarios? No sé si cantar tantos réquiems seguidos deprime o libera el alma...

(Risas). ¡Le diría que las dos cosas! El primero que canté, en Florencia, junto a Zubin Mehta, fue muy emocionante. Era la primera vez que cantaba sobre un escenario desde el inicio de la pandemia... Todo el viaje, ver a los coristas cantando con las mascarillas, a la orquesta con mascarilla y separados... fue muy emotivo. Desde luego, pasar por un lugar como Bérgamo, del que todos hemos visto en las noticias la cantidad de ataúdes acumulados y el ejército prestando su ayuda para poder enterrarles, ha sido muy emotivo. Mientras cantaba ese Réquiem, aquellas imágenes volvían a mi recuerdo. Ha sido todo muy duro, el nudo en la garganta era muy grande. Al mismo tiempo, cantar esta música también ha sido una especie de liberación porque al final, ninguno de nosotros estamos aquí para siempre. Somos mortales y desde mi punto de vista, algún día pasaremos a un lugar mejor. ¿Sabe? Yo creo que estamos y estaremos vivos siempre que tengamos esperanzas. Cuando perdemos la esperanza, es cuando dejamos de vivir, aunque estemos vivos.

¿Cómo ha resultado la experiencia en Montserrat, con las fuerzas del Liceu?

¡Genial! ¡Estoy impresionadísima por el lugar! ¡En mi vida me hubiese podido imaginar un sitio así! ¡Qué energía desprende! ¡He de decir que me dio un poquito de miedo la altura! (Risas). Provengo de un país muy llano y subiendo con el coche le pedí al conductor que fuese muy despacio, porque la montaña me daba mucho respeto. Luego, obviamente, estando allí, con los niños cantando, compartiendo todos esa, digamos, aura de tranquilidad que impregna todo el lugar... ha sido todo muy especial. La energía recibida ha sido muy fuerte.

Usted que es una artista internacional y que, además, pasa gran parte del año viviendo en nuestro país, ¿cómo ve la relativa polémica que ha surgido, al denunciar ciertos cantantes y periodistas catalanes que ese concierto debían haberlo cantado artistas locales? ¿Cree que debe haber cuotas nacionales o exclusiones en el arte por cuestiones de nacionalidad?

Realmente, al no ser mi decisión, no puedo responderle a la polémica en sí. No es que yo haya levantado el teléfono para pedir estar en ese concierto, sino que la organización decide qué cantantes pueden adaptarse mejor a lo que buscan, dentro de sus posibilidades y sus proyectos. Entiendo que cada país, obviamente, ahora intenta proteger a sus ciudadanos, pero yo no voy a dejar pasar una oportunidad tan bella como esta. Siento mucho si alguien ha podido sentirse molesto, pero desde luego no ha sido la intención y, en cualquier caso, ha de ser la organización quien conteste a esa pregunta.

Quiero añadir, eso sí, que la internacionalización de un proyecto como este, durante la pandemia, cantando en un lugar como Montserrat, es muy importante. La cultura no debe ni puede tener limitaciones, de ningún tipo. Estamos creando una conexión entre todos los mundos posibles. No sólo físicos, sino también emocionales. Teniendo muchos cantantes de muchos sitios es cuando creamos lo que somos nosotros: arte. Somos artistas y la música es la que debe unirnos, más allá de nuestra nacionalidad. La música es la que nos arropa, la que nos ayuda a pasar estos momentos tan trágicos y difíciles. 

 

"La cultura no debe ni puede tener limitaciones"

 

No parece que todo el mundo lo entienda...

Ya, y la música clásica nos ayuda aún más, creo yo. Tiene algo que nos transforma en mejores personas, o así debería ser. Y eso, además, genera esperanzas. Aún hay muchos políticos que no entienden todo esto. No entienden lo que es ser músico... cuando siempre, antes o después, todos nos refugiamos en la música clásica. Alimentamos nuestra alma de ella.

En general, ¿cree que como sociedad hemos aprendido o vamos aprender algo de todo esto que estamos pasando?

¡Espero de veras que sí! Es que estamos escuchando tantas cosas... de Estados Unidos, de Rusia, de China... tanta información y tantas teorías... uno ya no sabe qué pensar. Desde luego, con una crisis así, la brecha entre ricos y pobres va a ser mucho más grande, más dura. Las personas de a pie estamos muy poco protegidas, somos muy vulnerables. Realmente hay un parte muy pequeña de la sociedad que puede permitirse todo lo necesario para escapar del virus, como poder acudir a hospitales privados. Al principio de todo esto, leí que los rusos más ricos compraron las bombas de oxígeno y materiales sanitarios para instalarse equipamientos médicos en sus casas... mientras la gente moría en los hospitales. La clase obrera, que es la que lleva la economía de cualquier país en realidad, necesita mucha más protección y más cariño. No pueden tratarnos como si fueramos hormigas, reemplazándonos por otra al morir.

¿Y respecto a la música?

Lo que espero es que todos aquellos que decían: sí, la música y la cultura no es esencial... hayan aprendido que sí lo es. Comerte una partitura de Tosca no te va a quitar el hambre, claro que no, pero su música te va a ayudar a sobrevivir, a superar el día a día. No somos animales irracionales. Somos inteligentes. Necesitamos la cultura en todas sus formas. Sin cultura no tenemos alma y sin alma somos robots. ¿Quién quiere vivir siendo un robot?

Una noticia muy dura que hemos tenido estos días, respecto a la música, ha sido el cierre del Met de Nueva York...

Fíjese, ¡lo entiendo! Es tremendo, pero lo entiendo. Es imposible que un teatro de ópera con 4000 localidades pueda mantenerse con 300 entradas a la venta. Los derechos de los músicos que forman parte del teatro y los aspectos laborales es otro tema, pero es lógico que cierre con las regulaciones sanitarias que estamos viviendo. Y que una entrada para el Met no es precisamente barata... la vida en Nueva York no es barata. Todos los que hemos vivido allí lo sabemos. La gente ahora no está para gastar tanto dinero y yo lo entiendo. Tampoco hay turismo... ni siquiera Broadway está abierto. Es lógico.

 

"Hay políticos que no entienden lo que es ser músico"

 

Otra de las cancelaciones obligadas durante la pandemia ha sido su debut como Amneris. Al menos durante este tiempo de estudio, ¿cómo la ha sentido?

Pues mire, cualquier rol es como un vino... con el tiempo siempre madura y siempre es mejor... ¡y digamos que Amneris es mi vino tinto preferido! (Risas). ¡Llevo tanto tiempo esperando cantarlo que me da pena abrir la botella! (más risas). Amneris es como mi Monte Everest. Mi sueño cumbre. Después de ella, no tengo más sueños... al menos por mí misma... Alargar mi debut un poco más, me da la sensación, es como alargar mi vida de cantante un poco más también. Si no lo canto este año, ya lo cantaré más adelante y sigo mirándole, ahí, ya le digo, como mi Everest. ¡No le pierdo de vista!

Imagino que ha tenido tiempo de prepararla a fondo.

¡Hasta el punto de tenerla listo para subirla al escenario! De todas formas, la primera vez que la cante en una producción, no será la misma que, pongamos, la cuarta. Por la experiencia, por el rodaje que lleve con ella, por los públicos, la adrenalina... siempre es diferente. Depende de muchos factores. Por el momento, digamos que mucha prisa por cantarla no tengo. Me considero una cantante todavía bastante joven y si no la canto con 45 años, la cantaré con 48; hay tiempo de sobra.

Durante este tiempo de pandemia también ha tenido la oportunidad de grabar su primer streaming. ¿Cómo ha resultado la experiencia? Cantar sin público... en un formato digital...

(Piensa bastante). Mire, le voy a ser muy honesta: ¡no me ha gustado nada! (Risas). Desde luego he tenido mucha suerte y agradezco muchísimo a Deutsche Gramophon por haberme dado la oportunidad de grabar y dejar el registro para la historia, pero yo soy una artista de acústica viva, que vive de la energía del público. No por su aplauso, sino por sentirle frente a mí, por su ruido incluso. Este formato de cantar frente a una cámara es muy frío, me siento muy vacía. No estamos hablando de una grabación en vivo de una ópera, sobre un escenario, un día de función, con todo el público delante, sino de un registro en solitario, con 12 personas máximo, que son técnicos y profesionales que están trabajando. Además, me considero muy perfeccionista y siempre podré decir: aquí la entonación no está como a mi me hubiese gustado, o la pronunciación...

No es parecido a grabar a un disco, entiendo.

En las grabaciones siempre se puede repetir, aquí no. Además es que, por mucho que uno se imagine que está cantando delante de muchas personas, es una cuestión ya física, de acústica. El intercambio de la acústica... en una salita, rodeada de cámaras... te sientes un poco como en El Show de Truman. Es una sensación que no va conmigo.

En cualquier caso, presenta ahora su primer disco dedicado al Lied, si no me equivoco. ¿Qué vamos a escuchar en él?

Es el primero, efectivamente. Por un lado, una selección de canciones de Brahms. Dos de ellas: O wüsst’ ich doch den Weg zurück y Von ewiger Liebe son Lieder que canté en el primer concurso al que me presenté y que gané, en 1999, hace 20 años. Hay por tanto una conexión muy emocional con ellas y me ha hecho mucha ilusión grabarlas. Hay muchas otras que, bien por su atmósfera, su línea vocal, o su texto, me han llegado de cerca y también las he incluido.

Por otra parte, está el Frauenliebe und Leben de Schumann, que casi creo que es mi ciclo de canciones favorito y que llevo en mi memoria desde hace mucho tiempo, cuando lo escuché por primera vez con cuatro o cinco años. Mi madre las cantaba por casa, porque era cantante y se grababa a sí misma para escucharse después, tal y como yo hago ahora en mi casa cuando estudio. Resulta que, sin entender el texto, yo seguía a mi madre mientras ella las cantaba, tarareando la melodía de las canciones.  Cuando terminó de grabarlas me regañó bastante, porque sólo se me oía a mí tarareándolas (risas). 

 

"Grabar este Schumann es un sueño hecho realidad"

 

Le he escuchado decir que grabar este Schumann es un sueño hecho realidad.

Sí que lo es. Es que, desde entonces, siempre he querido cantarlo. He dejado pasar tiempo hasta que me he sentido preparada para ello. Me siento madura para poder llevarlo a cabo. Soy madre también, soy mujer y me siento identificada con ella.

Me considero una mujer fuerte. En cierto modo, me identifico también con el movimiento #MeToo porque las mujeres aún tenemos que alcanzar mejores puestos laborales, mejores salarios, pero he de decir que no termino de estar de acuerdo con aquellas personas que ven en el texto de este ciclo una interpretación negativa de la mujer. Creo que algunas personas no han llegado a enteder la profundida de estos textos.

Le confieso que yo entro en contradicción conmigo mismo... por un lado, aún siendo un hombre, me siento identificado con algunos de los sentimientos que se muestran en él, pero al mismo tiempo no podemos negar que es una visión de los ideales de la mujer bastante antiguo...

Es que lo que nos presenta, en realidad, no es una mujer que vive para servir al hombre, a su marido. Simplemente nos muestra su vulnerabilidad, abriéndose hasta el final ante nosotros. Para mí, como mujer fuerte que soy, madre de dos hijas, quería enseñarle al mundo cuál es mi visión de este ciclo, cómo siendo una mujer de éxito, de carácter y con una carrera a mis espaldas, puedo igualmente cantarlo.

Aún siendo textos del pasado, ¿pueden conectar con el presente?

¡Claro! Claro que se puede. Las relaciones entre mujeres y hombres, entre marido y mujer pueden ser también una relación de generosidad, sin machismos. La mujer del texto nos presenta una intimidad que hoy en día muchas personas, me da la impresión, no saben de lo que habla. Debemos traer el pasado hasta el presente para enteder tanto el pasado, como el presente. Ahora hay personas que dicen que las pinturas antiguas donde se muestran cuerpos desnudos son una vergüenza. Que la temática de muchas óperas del XVIII o del XIX son también una vergüenza porque se trata a la mujer siempre como una víctima. Alegan que necesitamos cambiarlo todo... o todos aquellos que últimamente han pedido retirar ciertos monumentos de América... Ahora todo el mundo parece vivir en el momento, no piensan ni en el antes ni en el después. Vivimos es una sociedad de consumo que no sabe ver la profundidad de las cosas, como ocurre con el texto de estos Lieder de Schumann. Nos quedamos sólo con la superficie y me da mucha tristeza.

Hablo desde la perspectiva de España, pero en general, ¿prestamos la atención que merece al Lied? ¿Está en peligro de extinción?

No, no lo creo. España mismamente tiene muchísimos compositores maravillosos como Guridi, Granados, Obradors... todos han transmitido la cultura española. Es algo que no se va a perder, como los textos de Goethe en Alemania, por ponerle otro ejemplo. Es que incluso aunque llegara un momento en el que algún político radical prohibiese estas u otras canciones... son músicas que viven dentro de nosotros. Como nos pasaba a nosotros en Letonia en los tiempos de la Unión Soviética. Aunque ciertas canciones nacionalistas letonas estuviesen prohibidas, nosotros seguíamos cantándolas por dentro.

Hace unos meses entrevistábamos a Malcolm Martineau, el pianista con el que se presenta en este disco. Nos decía que el cantante siempre es más importante que el pianista. Como cantante, ¿le da la razón?

(Risas). En cierto modo, sí. Tiene razón. Nosotros contamos la historia. El cantante de Lied tiene sus miniaturas, sus cuentos, sus poemas... Adoro a Malcolm, por eso trabajamos tanto juntos. Personalmente, cada canción la veo como un cuadro, o como una fotografía y el pianista es mi marco. Son quienes dan forma a mi voz. Son ellos quienes crean la atmósfera inicial. Lo más presente, debido al texto, es el cantante, pero el pianista es el que da la forma a lo que nosotros hacemos. La voz es un río y el pianista es el cauce.

 

"Los cantantes jóvenes están más solos que nunca"

 

Me contaba antes que hay dos piezas en este disco que cantó en su primer concurso, hace 20 años. ¿Qué queda y qué ha cambiado de aquella Elina en la que escuchamos hoy en día?

(Suspira). ¡Pues creo que soy más sarcástica e irónica! (Risas). Veo a mis hijas y me siento distanciada de esa inocencia, de esa felicidad y de lo naif que es uno cuando es más joven. Me genera cierta nostalgia, cierta tristeza, porque no dejo de sentir que cada día me alejo más y más de esas vivencias. Es un sentimiento que se apodera de mí cuando estudio una melodía, o unas líneas y genera nuevos colores en mi forma de interpretar. La magia del Lied es que nunca tiene un final. Siempre puedes volver a ellos. Es algo que no ocurre en la ópera. No tiene mucho sentido seguir cantando, por ejemplo, Cherubino, cuando te acercas a los sesenta años. Mejor que lo interprete un cantante joven, ya incluso por una cuestión de energía, por un tema puramente hormonal. Según cumples años, también llegan papeles que antes no tenía sentido cantar... y en la canción, sin embargo, hay muchos temas que puedes cantar tanto a los 20 como a los 60 años y seguir descubriéndolos. Es tu experiencia vital la que te muestra cómo interpretarlos.

Hablando de juventud, ¿en qué momento se encuentra su proyecto para jóvenes, ZukunftsStimmen, tras su primera edición, el año pasado?

Es un proyecto que vivo con mucha ilusión. Y en el que afortunadamente estamos tenendo mucho éxito. Lo tomo siempre con muchas ganas e interés. Ahora y pensando en cuando ya no cante tanto sobre los escenarios. He realizado un camino muy largo sobre ellos y espero que cuando termine, mi camino sea aún más largo. He cantado desde Barroco hasta Wagner; ahora, cuando debute Kundry, podré decir que he puesto a prueba cada punto de mi capacidad vocal. Toda esta experiencia quiero transmitirla a los jóvenes que están al comienzo de sus caminos.

¿Tan solos están al principio?

Ahora mucho más incluso que cuando comencé yo. Nadie les instruye, les enseña, les avisa cómo montar una carrera longeva, sin traicionar a tu voz o tu personalidad. Ahora nadie te dice cuándo deberías cantar según qué papeles, nadie te dice cuándo y cómo presentarte a una audición; nadie te dice cómo negociar un contrato, o cuáles son tus derechos dentro de un teatro. Cómo superar el pánico escénico, o cómo trabajar frente a los fans y la crítica... Los cantantes jóvenes están más solos que nunca. Cuando además, provienen de una familia que no se dedica a la música, ¿a quiénes pueden ellos confesar sus miedos o sus dudas? Todo eso es lo que trabajamos desde ZukunftsStimmen con ellos.

Por ejemplo, el ganador del último año, Alexander Grassauer, un chico súper talentoso, tiene la oportunidad de cantar conmigo, pero no sólo eso, sino también de que trabajemos juntos. Estoy en permanente contacto con él y siempre que estoy cerca de Viena, viene a verme y trabajamos. Él hace su camino y yo, desde mi experiencia, ejerzo un poco de madrina, guiándole, aconsejándole. Desarrollando su intuición para que, al final, si se equivoca, será como cuando nos equivocamos todos. No pasa nada, pero será él quien haya tomado sus decisiones, consciente de cuáles son sus opciones.

Foto: Christoph Köstlin / DG.

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