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Iván López-Reynoso: "Me hace muy feliz ser el primer director mexicano en el Teatro Real de Madrid"

Con apenas treinta años de edad, el mexicano Iván López-Reynoso (Guanajuato, 1990) se ha convertido en una de las batutas más reconocidas y respetadas de su generación. Será de hecho el primer director de su país que dirija en el Teatro Real de Madrid, el próximo día 15 de enero, junto a su compatriota y amigo el tenor Javier Camarena. López-Reynoso está vinculado a la Oviedo Filarmonia como su principal director invitado, desde hace ya varias temporadas. Y recientemente ha sido designado como director musical titular de la orquesta del Palacio de Bellas Artes de México. En las próximas semanas dirigirá también el programa doble con La vida breve y La tempranica en Oviedo.

Es el principal director invitado de la Oviedo Filarmonia. ¿En qué momento surgió esta relación con la orquesta ovetense?

Hace ya cinco años de la primera colaboración que hicimos con ellos. La primera invitación fue para su festival de verano, donde hacen conciertos de todo tipo. Fue en septiembre de 2015 cuando vine a hacer un concierto con cimbalón y orquesta en el Auditorio Príncipe Felipe, un programa muy ‘dancístico’ con piezas de Dvorák, Brahms, Grieg, etc. Hubo una química inmediata con la orquesta, sentí una energía muy positiva de manera recíproca, muy rápidamente, una sinergia muy particular con ellos. Fue la primera de varias ocasiones más; recuerdo también u concierto con Javier Camarena en 2017. Y fue entonces cuando llegó la invitación para ser su principal director invitado, algo que recibí con gran halago y con mucha ilusión. Hemos disfrutado mucho con todos estos conciertos que hemos hecho desde 2018, es una orquesta con la que se trabaja muy bien. En 2020 se nos cancelaron tres programas previstos, pero hemos hecho al menos estos conciertos de año nuevo y seguiremos después en enero con el Festival de Teatro Lírico.

El programa de esos conciertos de Año Nuevo hacía también algún guiño al repertorio mexicano, si no me equivoco.

Así es. Me gustó mucho cómo quedó finalmente el programa. Yo quería hacer un equilibrio entre la tradición y la innovación, que incluyera las cosas más esperadas junto a obras menos conocidas, tanto del catálogo vienés como de otras latitudes, con alguna peculiaridad como el vals mexicano que he traído conmigo. Me refiero al vals ‘Sobre las olas’ de Juventino Rosas, cuya melodía es sumamente popular y mucha gente lo reconoce probablemente sin saber su origen, que me han dicho por cierto que está en una melodía popular de raíces valencianas. 

Dirigirá más tarde el programa doble con La vida breve y La tempranica, en el Festival de Teatro Lírico de Oviedo. Su experiencia en el foso, ¿viene de lejos o es algo más reciente?

He tratado siempre que la faceta sinfónica y la lírica fueran de la mano. La parte vocal es algo muy importante en mi carrera pero no fue lo primero. Empecé a formarme como violinista, luego como pianista y finalmente llegó el canto. La ópera la debuté casi un par de años después del repertorio sinfónico. Mi primer concierto sinfónico fue en 2009 y mi primera ópera llegó ya en 2010. He tratado siempre de buscar ese equilibrio aunque tengo una gran afinidad por el repertorio lírico. En mi país no hay tantos directores que hagan ópera, y mucho menos directores mexicanos que hagan ópera fuera de allí. He contado en este sentido con guías extraordinarias, como mi mentor Alberto Zedda. De hecho, desde mi debut en Europa, que fue en 2014 en Pesaro, es con la lírica como más puertas se han abierto para mí fuera de México. 

Pero antes de ese programa doble en Oviedo le espera una cita importante en Madrid, junto a Javier Camarena. Si no me equivoco, será usted el primer director mexicano que dirija en el Teatro Real de Madrid.

Así es, es algo que me hace muy feliz. Ser el primer director mexicano que dirija en el Teatro Real de Madrid es como un sueño, sobre todo considerando que no hay demasiados directores en mi país que se hayan dedicado a la ópera. Lo cierto es que Madrid estará nuevamente presente en mi agenda dentro de unos meses, cuando dirija El rey que rabió de Chapí en el Teatro de la Zarzuela. Serán catorce funciones con un grandísimo reparto y una producción de Barbara Lluch, quien fue galardonada por su trabajo en La casa de Bernarda Alba

Continuando con la ópera, ¿tiene previsto dirigir más a menudo este repertorio en España y en Europa?

Sí, hay ya bastantes compromisos sobre la mesa. Ahora debutaré en el Teatro Real, con el concierto junto a Javier Camarena. Y más adelante regresaré a algunos de los teatros españoles donde ya he trabajado y llegarán otros nuevos. Me ilusiona que España sea el país europeo donde más puertas se han abierto para mí hasta la fecha, junto con Alemania donde pasé un tiempo trabajando.

¿Dónde exactamente, en Alemania?

Estuve en el teatro estatal de Braunschweig, dos años como primer Kapellmeister. 

En su formación hay un factor importante y singular, ya que usted mismo es también cantante, contratenor. Esto seguramente enriquece sumamente su mirada sobre el repertorio lírico. Tengo curiosidad por saber cómo compagina ambas facetas.

La faceta de cantante llegó a mi vida incluso de una manera un tanto involuntaria. Yo estaba estudiando violín en el Conservatorio de las Rosas de Morelia. Y en la asignatura de coro, que es obligatoria par todos los estudiantes de instrumento, tuve la fortuna de contar con el maestro Jorge Medina, quien me escuchó cantar y me dijo que yo tenía potencial. Audicioné para él y para su esposa, que es una maestra de canto muy reconocida, y me dieron el Monostatos de La flauta mágica. Y así debuté, con dieciocho años, sin ser siquiera cantante (risas). Lo disfruté mucho y después de eso llegaron algunas cosas más como tenor, como el Basilio de Las bodas de Fígaro, alguna Carmina Burana, etc. Y fue precisamente con Carmina Burana donde empecé descubrí una cierta facilidad para la voz de cabeza y entonces decidí cambiarme a la cuerda de contratenor, que es mi tesitura actual. Disfruto mucho con este repertorio, que he hecho tanto en México como precisamente en Braunschweig. De hecho fue curioso porque allí pude compatibilizar ambas facetas, contratenor y director, en el transcurso de una misma función, con un programa doble que incluía La porta della legge de Sciarrino, en la que yo cantaba, y luego dirigía Los siete pecados capitales de Kurt Weill. Pero lo cierto es que yo me considero más un director que canta, no un cantante que dirige. Mi faceta principal es la de director de orquesta.

¿Y a nivel de agenda cómo se concilian ambas facetas?

No es fácil y lo cierto es que yo priorizo siempre mi agenda como director de orquesta. Y si queda algún hueco donde pueda acomodar mi faceta como cantante, bienvenido sea. Pero siempre teniendo claro que mi profesión es la de director de orquesta. No diré que el canto sea un hobby, pero sí una faceta secundaria en mi agenda.

Ha recapitulado antes su formación, mencionando la figura de Alberto Zedda. ¿Qué otros referentes han sido importantes en su aprendizaje?

Tuve la fortuna de aprender mucho del maestro Gonzalo Romeu en México, a quien debo la columna vertebral de mi formación como director de orquesta. Con él aprendí muchísimo durante cuatro años, la base de mi oficio. También en México pude trabajar intensamente con Jan Latham-Koenig, que en ese momento era el titular de la Orquesta Filarmónica de la UNAM y que ahora mismo dirige la Novaya Opera de Moscú. Fue su director asistente durante tres años y aprendí mucho de él. Pero sin duda mi guía operística, mi referencia, es el maestro Alberto Zedda, quien me invitó a la Accademia Rossiniana de Pesaro en 2014. Yo fui entonces muy curioso, muy metiche como decimos en México. Y él lo tomó muy a bien, dejándome ir con él a todas las producciones del festival. Volví a Pesaro en 2015 y en 2016 y a pesar de su intensísima agenda, siempre tuvo tiempo para mí. Y es algo que le agradeceré siempre. De él aprendí a amar cada nota, que es una de las cosas que él siempre transmitía a sus alumnos; ese compromiso incuestionable con la música, con la partitura y con el autor. Él sin duda despertó en mí ese amor rossianiano que profeso y que me hará siempre declararme como un director rossiniano, al margen de que yo dirija otros repertorios.

Recientemente conocimos la noticia de su titularidad en el Bellas Artes de México. ¿Exactamente que supone este compromiso, cómo se desarrolla? Y en línea con esto, ¿cuál es la situación de esa orquesta y de ese teatro? Sorprende a veces que tenga tantos altibajos y tan poca actividad lírica.

Yo recibí la noticia a principios del mes de diciembre. Es un gran honor y sobre todo una gran responsabilidad. Para mí significa un gran nivel de compromiso, que yo asumo con todo. Mi nombramiento se produce tras un proceso en el que la orquesta propuso una terna de directores, de la que salí escogido. Es mi primera titularidad, si bien había tenido ya el cargo de director interino en la Orquesta de Aguas Calientes de México y el título de primer Kapellmeister en Braunschweig. Nuestro reto en este momento es que los tiempos los sigue determinando la pandemia. El Bellas Artes sigue cerrado en este momento y la situación en México no ha cedido. De hecho, la perspectiva más inmediata es muy complicada, con un nuevo cierre de todas las actividades esenciales. La tecnología nos ha permitido seguir en activo con una amplia oferta digital, pero sin duda debemos trabajar para regresar a la actividad presencial en cuanto sea posible. La orquesta del Bellas Artes es la única formación de México especializada en ópera y es ahí donde espero desarrollar más mi compromiso con ellos. Confío en que toda mi experiencia fuera de México pueda ayudar a dar un impulso a la institución, en materia de artistas y repertorio.

Hablando de repertorio, lo cierto es que ha dirigido Mozart, zarzuela, repertorio contemporáneo, repertorio centroeuropeo… un amplísimo bagaje. ¿Hay algún repertorio que ahora mismo sea su prioridad?

Efectivamente en mi carrera he podido abordar todo tipo de repertorio. Y esto es un privilegio. Sí siento un cariño y una predilección especiales por el belcanto. Y ahora me gustaría hacer más Verdi. He podido hacer Traviata, Rigoletto, Don Carlo… pero tengo muchas ganas de hacer Trovatore, Otello, Falstaff. Son óperas que tengo en mi lista de pendientes. Y lo mismo con Puccini, de quien he dirigido Tosca, Bohème y Butterfly pero quisiera hacer una Turandot. Y uno de mis sueños es hacer un Trittico. Me gustaría también acercarme al verismo italiano: Giordano, Leoncavallo, Ponchielli… La Gioconda, La Wally, Adriana Lecouvreur, son óperas que me fascinan. Y confío en que el Palacio de Bellas Artes me permita ir abriendo más las miras de mi repertorio operístico.

Foto: © Jesús Cornejo