Maisky retrato 2019 

Mischa Maisky: "La música es lo primero, pero sin el público apenas tiene sentido" 

La Orquesta Sinfónica Camera Musicae y Tomás Grau prosiguen con la celebración de su XXV aniversario contando como invitados con algunos de los solistas más destacados de las últimas décadas. Si hace apenas unas semanas pudimos escuchar con ellos a la gran Maria Joao Pires, este fin de semana llega el turno del gran violonchelista letón Mischa Maisky. Aprovechando su visita a nuestro país, conversamos con él acerca de su ya longeva trayectoria, sus recientes proyectos y la actual situación de la música clásica ante la pandemia.

Confío en escucharle este domingo en el Palau de la Música de Barcelona. En estos tiempos que estamos viviendo, cada concierto es algo extraordinario.

Yo también espero estar el domingo en el Palau (risas). Bromas aparte, lo cierto es que todavía me cuesta creer que estos conciertos en España estén teniendo lugar. Tras un año practicamente sin actividad, sin público, aquí estamos, haciendo posible lo que parecía imposible. Es emocionante, sin lugar a dudas. Vaya desde aquí mi aplauso para todos los que lo hacen posible.

¿Son sus primeros conciertos desde hace un año?

Anteriormente, en los meses pasados, hice algunos conciertos, la mayor parte de ellos sin audiencia o con un aforo muy limitado. Interpreté piezas como el Don Quijote de Strauss o las Variaciones Rococó de Chaikovski, para algunos proyectos en streaming, pero nada como estos conciertos en España, con el Concierto para violonchelo de Dvorák, con una orquesta y público, como en los viejos tiempos. Sabe, cuando la pandemia estalló yo tenía por delante una larga gira de conciertos por China, incluyendo un recital en Wuhan de hecho. La gira iba a tener lugar en abril de 2020 y durante un tiempo todos pensamos que iba a poderse llevar a cabo. Y mire dónde estamos... casi un año después. 

No puedo imaginar cómo es la vida de un artista durante una pandemia como la que estamos viviendo. Me refiero al hecho de que ustedes están habituados a la práctica diaria y la ausencia de conciertos lo interrumpe todo drásticamente. Lo cierto es que un músico lo es, sobre todo, cuando tiene una audiencia delante.

Absolutamente. Tiene toda la razón. Han sido meses muy difíciles. Y en realidad yo me considero un privilegiado, comparando con la situación de otros muchos colegas, desde diversos puntos de vista. Yo tengo una maravillosa familia, soy padre de seis hijos y en estos meses les he podido dedicar más tiempo que nunca. Pero la conexión con el público, su energia, es algo fundamental para un artista. Siempre decimos que la música es lo primero, y es cierto, pero en estos meses nos hemos dado cuenta de que sin el público apenas tiene sentido. Todo influye, desde la sala a los colegas con los que hacemos música, pero la audiencia es tan importante... nos inspira tanto. 

En estos conciertos con la Orquesta Sinfónica Camera Musicae interpretarán el Concierto para violonchelo de Dvorák, una de las piezas más icónicas para su instrumento. ¿Qué lo hace tan especial?

Suelo decir, aunque suene a frase hecha, que cada pieza que toco, en cada momento, es la más especial para mí en ese preciso momento. Y esto es cierto porque nunca he interpretado música de la que no estuviera fuertemente enamorado. No obstante, como George Orwell decía en su famosa novela, 'todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros'. Y lo mismo podría yo decir sobre la música y el repertorio (risas). Bromeo, pero lo cierto es que siempre hay piezas con las que uno siente una identificación especial. Qué decir a estas alturas del Concierto para violonchelo de Dvorák... Es uno de los grandes conciertos, en términos generales, para cualquier instrumento. Yo lo he podido grabar en dos ocasiones, ambas tomas en vivo, la primera vez en 1988 con Leonard Bernstein y la Filarmónica de Israel; y la segunda ocasión, quince años después, con Zubin Mehta y la Filarmónica de Berlín. Fueron dos experiencias muy distintas pero eso es lo que hace tan excitante la música, precisamente: la misma música puede ser interpretada de modos muy diversos, incluso por los mismos intérpretes, en momentos distintos.

¿Y cuáles serían las diferencias entre esas dos lecturas del concierto de Dvorák que menciona?

Cuando me preguntan por las principales diferencias entre estas grabaciones, como buen judío que soy, siempre respondo con otra pregunta (risas). ¿Conoce las diferencias entre el primer y el último atril de las violas en una orquesta? Más o menos medio tono (risas). Es un estúpido chiste entre músicos, pero ilustra bien lo que quiero decir. Estas dos grabaciones del concierto de Dvorak distan nada menos que siete minutos y medio la una de la otra. Y esto es increible. ¿Cómo la misma partitura puede ocupar un tiempo tan distinto? Es algo fascinante. Evidentemente, la toma con Leonard Bernstein es seguramente la más extensa de todas las disponibles de este concierto. Sabe, la música para mí es un organismo vivo. Cambia constantemente, nunca es idéntica a si misma, depende del estado de ánimo del intérprete y de mil otros factores. Y por eso nunca se agota, nunca puede resultar aburrida. Yo nunca he conocido el significado del aburrimiento, lo ignoro, nunca me he sentido así. La gran música nunca puede ser aburrida.

El concierto en Barcelona será también un homenaje a Pau Casals y su orquesta, fundada hace ahora cien años. ¿cCán importante fue la figura de Pau Casals para usted?

¡Oh, muy importante! Sin duda lo es para cualquier violonchelista pero quizá para mí más que para ningún otro. Tuve la enorme suerte de conocerle en persona. El 18 de agosto 1973, apenas un par de meses antes de que falleciera. También toque para él en el Jerusalem Festival, en presencia de Isaac Stern, quien organizó el encuentro. Fue una experiencia inolvidable, me considero tremendamente afortunado por esa experiencia. Era un hombre de un espíritu tremendamente joven e inspirador. Seguramente no valoramos aun lo suficiente lo valioso que fue su legado a la hora de reintroducir las Suites para violonchelo de Bach en las salas de conciertos. Su grabación de estas partituras me influyó desde que las escuché a la edad de doce o trece años. Fue un shock para mí escuchar esos discos. Y con el paso de los años ha sido muy interesante observar cómo mi percepción de esas grabaciones ha ido cambiando, conforme yo mismo evolucionaba y cambiaba como violonchelista. 

Usted es el único violonchelista que ha podido formarse con dos grandes referentes como Gregor Piatigorsky y Mstislav Rostropóvich, tan distintos ambos, imagino, como hombres y como artistas. 

Fui extraordinariamente afortunado, sí. Ellos dos no son los únicos a quienes mencionaría como mis mentores; decenas de músicos han influido en mi formación, la lista sería muy extensa. Pero sí, pude pasar cuatro años en el Conservatorio de Moscú con Rostropóvich y tan solo cuatro meses con Piatigorsky. Lo cierto es que los meses con este último fueron tan intensos que representaron de hecho más tiempo que el que pude pasar con Rostropovich en Moscú, entre otras cosas porque él siempre estaba viajando para giras y conciertos en aquel tiempo. Piatigorsky era un hombre muy intenso y le debo mucho. 

Su último álbum está dedicado a piezas del siglo XX, un repertorio que había frecuentado menos. Y lo cierto es que es un álbum muy interesante.

Se lo agradezco. Muchas veces me han criticado por no interpretar demasiada música contemporánea o repertorio del siglo XX. Y debo admitir que así ha sido. No he dedicado a ello el tiempo y la energía que hubiera querido. Y por eso quise rendir un homenaje a ese repertorio con mi último disco. Creo que los intérpretes que tenemos ya una carrea establecida y un cierto renombre tenemos la obligación de poner en valor este repertorio, podemos servir de altavoz para su valiosa contribución. No siempre es una música sencilla, tampoco tiene por qué serlo, pero lo cierto es que requiere dedicación y esfuerzo. Por eso no quise hacerlo hasta no poder hacerlo bien. Esto es algo que marca por lo general mi manera de trabajar. A diferencia de otros colegas, yo no dirijo ni doy clase, no porque no me atraiga o interese, sino porque no dispongo del tiempo necesario para hacerlo como quisiera o debiera, y por tanto prefiero no hacerlo. Lo cierto es que yo he tocado más música contemporánea de lo que pudiera parecer, pero hablamos de piezas que ya son clásicos, como los conciertos de Shostakovich o algunas piezas de Britten. No en vano yo estuve presente en el estreno del segundo concierto para violonchelo de Shostakovich, con Rostropovich como solista, en septiembre 1966 en Moscú. Y uno de los conciertos más memorables que recuerdo fue una velada con Benjamin Britten, Rostropovich y el tenor Peter Pears. Digo esto porque es una música que siempre he tenido muy presente, haya encontrado o no el tiempo para grabarla. Lo cierto, por otro lado, es que hoy en día es más fácil tener hijos que grabar un disco (risas).

Siempre me ha impresionado mucho un acontecimiento de su biografía, el tiempo que pasó en su juventud en un campo de trabajo en Gorki. A menudo los artistas son rehacios a manifestar sus opiniones políticas y sus posicionamientos sociales. Imagino que para alguien como usted, con esa biografía, será un tanto distinto. 

Bueno, honestamente no me gusta mezclar arte y política, por decirlo de algún modo. Sobre todo porque me deprimer pensar en la situación política y social que viene marcando nuestro mundo, practicamente en cualquier parte del planeta, desde Rusia a Estados Unidos. Pero al mismo tiempo todos vivimos en este mundo, todos estamos influidos por esas circunstancias y tenemos una opinión sobre todo ello. Me preocupa más el hecho de hacer del arte y de la cultura un vehículo para ser mejores, entre nosotros por supuesto, pero también con respecto a la naturaleza, por ejemplo. Si cada uno se ocupa de su pequeña parcela, el mundo puede ir cambiando poco a poco, aunque suene algo ingenuo decirlo así. Pero lo creo firmemente. El arte y la cultura son, por encima de todo, un espacio donde aprendemos a apreciar la belleza. Y esa contemplación de lo bello y lo armónico nos hace conscientes de lo valiosas que son las cosas, de lo hermoso que es nuestro mundo. Esto no quita para que en determinadas ocasiones los músicos tengamos que posicionarnos ante determinadas injusticias o situaciones. El propio Pau Casals, sin ir más lejos, es un buen ejemplo en este sentido, siendo un pacifista militante.

Recientemente se ha puesto en marcha un nuevo festival de música en Letonia, el Riga Jurmala Music Festival. Creo que es una excelente noticia para una nación como la suya, cuya historia está tan ligada a la música de un modo tan estrecho.

Sin duda. Recuerdo en mi infancia y en mi adolescencia que cada verano Jurmala era el escenario de algunas de las actuaciones más memorables que yo haya podido escuchar. Numerosas formaciones y artistas rusos desembarcaban allí en esos meses: Rostropovich, Oistrach, Gilels, Richter... y tantos otros. Para mí fue un privilegio actuar en este nuevo festival y estoy deseando volver allí en cuanto sea posible. 

Por último, ¿qué echa de menos y qué no del mundo de la clásica tal y como era antes? Usted lo ha vivido de cerca desde los años sesenta del pasado siglo XX.

Cada tiempo tiene sus ventajas y desventajas. Yo he sido muy afortunado, creo que lo he dicho ya varias veces en el transcurso de esta conversación. Cuando pienso en mis años en el Conservatorio de Moscú, donde era normal cruzarse por los pasillos con talentos como Richter, Gilels u Oistrach... Pero al mismo tiempo veo el mundo que tenemos hoy en día, cuando toda la música del mundo está a nuestro alcance con apenas un click. Esto es increible y maravilloso, es una revolución. Cada momento tiene sus circunstancias y lo importante es saber aprovechar las oportunidades. Personalmente, espero seguir activo durante muchos años. Mi mayor ambición ahora mismo, siguiendo la referencia de grandes como Pau Casals o Arthur Rubinstein, es vivir mucho y morir joven.