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Antón García Abril: En defensa de la melodía

Artículo publicado en nuestra edición impresa de enero de 2021

En su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1983, dedicado a la Defensa de la melodía, el compositor turolense Antón García Abril (1933) expresó: “No puedo imaginar el mundo sin melodía, sin canción. Sería como concebir un pájaro sin canto o un río sin agua”, añadiendo que la melodía “será eterna (...), siempre distinta, siempre nueva, pero siempre ella misma para expresar el sentimiento de la música, para cantar la efusión de nuestros corazones”. Este firme posicionamiento estético a favor de la melodía puede explicar la infatigable dedicación de García Abril al género de la canción de concierto, uno de cuyos pilares, además de la melodía, es el texto, que en palabras suyas “mueve, en principio el vuelo de los compositores; y luego cuando la música se interpreta, el texto ya se convierte en canción (...). Y ya viven de forma inseparable”.

En el momento del citado discurso Antón García Abril contaba ya con una amplia producción de canciones, que no deja de crecer en la actualidad, y que se inaugura oficialmente con su Colección de canciones infantiles de 1956, diez canciones sobre textos de Federico Muelas que evocan el mundo de la infancia. Sin abandonar la tonalidad y la modalidad, el compositor, aún asentado en Siena, muestra claramente en este atractivo grupo de canciones la búsqueda de un estilo personal que se plasma en un lenguaje engañosamente sencillo, cuya escritura pianística resulta mucho más exigente de lo que aparenta.

Terminado su periodo italiano y ya de vuelta en España, resulta relevante la adscripción de García Abril al grupo Nueva Música, como miembro más joven de un colectivo integrado además por Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Manuel Carra, Alberto Blancafort, Fernando Ember y Ramón Barce. Un grupo heterogéneo que no compartía un pensamiento estético común más allá de la idea, en palabras de García Abril, de “hacer algo nuevo, algo distinto, hacer algo que encajara con la visión de Europa”. Por iniciativa del crítico Enrique Franco algunos de los compositores de este grupo, con algún añadido ajeno al mismo como el propio Enrique Franco y Gerardo Gombau, crean en 1959 una serie de canciones sobre varios poemas inspirados en las figuras navideñas del Belén que Rafael Alberti escribió para sus sobrinos y que fueron publicados como parte de su libro El alba del alhelí. Fueron la soprano Ángeles Chamorro y el propio Enrique Franco al piano quienes estrenaron este Retablo de “El alba del alhelí” que incluye las dos miniaturas de García Abril tituladas El sombrerero y El zapatero, cuya escucha produce una fuerte impresión de frescura y espontaneidad. No tardará mucho el compositor en volver a la poesía de Rafael Alberti con su Tres nanas de 1961 y, esta vez dando un amplio salto temporal, en una de sus Tres poéticas de la mar de 1996.

Una de las más inspiradas y difundidas canciones de García Abril es Coita, que forma parte de la amplia colección de canciones gallegas creadas por diferentes compositores españoles respondiendo a la iniciativa del crítico orensano Antonio Fernández-Cid, a quien están dedicadas. Coita, sobre poema de Álvaro de las Casas, sin duda una de las joyas de esta importante antología, completa en 1962 —junto con otras tres canciones poemas de Rosalía de Castro— el grupo de Cuatro canciones sobre textos gallegos, en las que García Abril alterna la melancolía y la nostalgia con el carácter popular y festivo.

La nómina de poetas elegidos por García Abril para sus canciones es amplísima y muy representativa de la indudable fascinación del compositor turolense por la literatura y la poesía: a los ya citados Federico Muelas, Álvaro de las Casas, Rosalía de Castro y Rafael Alberti, se sumarán, en un infatigable proceso de constancia creativa, poetas de muy diferentes épocas como San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Gil Vicente, Miguel de Cervantes, Federico García Lorca, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Luis Cernuda, Gustavo Adolfo Bécquer, Gerardo Diego, Blas de Otero, Luis Rosales, José García Nieto, Ángel González, José Hierro, Antonio Gala, Bernardo Atxaga, Dionisio Ridruejo, Salvador Espriu, Marina Romero, Ramón Cabanillas, Valle Inclán, Álvaro Cunqueiro, Celso Emilio Ferreiro, Fina de Calderón, Ángela Figuera Aymerich o Antonio Carvajal. Se trata de una lista no exhaustiva de los protagonistas literarios que pueblan el caleidoscópico mundo cancionístico de García Abril, que musica poemas tanto en castellano como en gallego, catalán, euskera e inglés, además de recurrir a textos arábigo-andaluces de los siglos XI al XVI en sus Canciones del jardín secreto de 2001, a poemas de su hija Áurea García-Abril Ruiz en Dos cantares a la vida o de la soprano Isabel Rey en sus Canciones de noche y estrellas de 2007.

Retomando cierto orden cronológico de composición es Federico García Lorca el protagonista poético de su siguiente grupo de Tres canciones españolas, que data de 1962, un tríptico en el que el compositor recrea el mundo musical andaluz con un acentuado lirismo que evita caer en manidos tópicos folclóricos. Otro jalón cancionístico importante son las nueve Canciones de Valldemosa de 1974, que pese al subtítulo A Federico Chopin “in memoriam” no guardan relación con el estilo chopiniano más allá de la relevancia otorgada a la importante parte pianística. Compuestas sobre textos de diferentes poetas, finalmente ha sido el conocido como Tríptico de Antonio Gala, integrado por Agua me daban a mí, A pie van mis suspiros y No por amor, no por tristeza, la parte de esta colección más difundida y que ha contado con un mayor favor de intérpretes y audiencias.

Más allá del ámbito poético-literario Antón García Abril ha encontrado también en el folclore popular su motivación para la composición de canciones de concierto. Es el caso de sus 14 Canciones asturianas de 1984, en su doble versión orquestal y pianística, un proyecto impulsado por el tenor Joaquín Pixán con la colaboración del poeta José León Delestal. El propio compositor aclara sobre estas canciones que su “propósito ha sido escribir unas canciones en las que, manteniendo su identidad con toda su pureza, el tratamiento formal y orquestal tuviese el valor estético de obra universalista y no simplemente local”.

Adentrándonos ya en el presente siglo la infatigable vena creadora de García Abril produce nuevos grupos de canciones a un ritmo incesante: Canciones del jardín secreto (2001), Tres canciones sobre textos de Antonio Machado (2003), Canciones de noche y estrellas (2007), Canciones de la floresta (2007), Canciones del recuerdo (2008), Canciones de mar, amor y albas (2008), Siete canciones de amor (2010), Tres cantigas (2012), Tres canciones sobre textos de Juan Ramón Jiménez (2013) o Tres nombres de mujer (2014), Díptico cervantino (2015), Alma, ¿qué quieres de mí? (2015), Dos cánticos espirituales (2017), Cançons d’absencia (2018), o Tres visiones de la mar (2019).

Tras este somero repaso por el gran corpus cancionístico garciabriliano, a continuación y en primera persona el pianista Rubén Fernández Aguirre relata algunas de sus vivencias con este repertorio, seleccionando y comentando cinco grupos de canciones del compositor turolense, fruto de su dilatadísima experiencia interpretativa con este repertorio.

¡Cuán difícil es hablar de la obra de un compositor que, enamorado de la voz, no cesa de componer canciones! Les pongo en situación: en el año 1998 salió su primera integral, en la voz de María Orán y las manos de Chiky Martín, que constaba de dos cedés. En 2011, su hija Adriana y un servidor coordinamos una grabación con quince cantantes españoles que alcanzó los cinco discos. Diez años después, estoy convencido de que la totalidad de sus canciones para voz y piano necesitaría al menos siete discos… ¡Eterna juventud! Presumo con orgullo de conocer bien el repertorio del gran compositor, referente musical y sobre todo amigo, Antón García Abril (Teruel 1933). Como sería imposible hablar, en un artículo finito, de todas sus melodías, me voy a permitir la osadía de hacer una selección de cinco ciclos de canciones que considero fundamentales.

Siete canciones de amor (2010), sobre poemas de Antonio Carvajal. Dedicadas a su mujer —musa, compañera y madre de sus hijos, la inolvidable Áurea. Hablamos, como no podía ser de otra manera, de un ciclo que se sustenta en un romanticismo exacerbado. Canciones que traen al oyente sensación de tranquilidad, de seguridad, de ternura, de compartir la vida con la persona adecuada. Siempre le he dicho a Antón, con mucho cariño, que tienen “un trazo jazzístico” que te envuelve en una sensación de improvisación que es realmente mágica. Escuchen Si fueras un crisantemo o Pero me quedé sin ti y entenderán lo que digo. Tuve la gran suerte de estrenarlas junto a la soprano María Bayo en la Colegiata de Alfaro (La Rioja),  abril del 2011, con la presencia de Áurea y Antón.

Colección de canciones infantiles (1956), sobre poemas de Federico Muelas. Con 23 años, García Abril ganó con este ciclo dedicado a sus padres un accésit del Premio Nacional de Música. Reconocimiento importante para su primer ciclo de canciones en el que el piano ya juega una labor fundamental. Podemos empezar a hablar de un pianismo muy personal —Antón siempre comenta que con esa edad estaba “fenomenal de dedos” y se nota en la dificultad de muchos pasajes— que envuelve, dialoga e incluso guía a la voz en muchos momentos. La combinación de temas delicados y ensoñadores como Tres marineros o Ese ramo de coral funciona a la perfección con los rítmicos Tu reloj o Pala y pico.

Canciones Xacobeas (1993), homenaje a la poesía gallega. Ciclo de canciones que nacen de un encargo del Consorcio del Año Xacobeo, dedicadas a la universal mezzosoprano Teresa Berganza, quien las estrena en Santiago de Compostela el 8 de mayo de 1993 en la versión orquestal con el propio Antón dirigiendo la orquesta. Defiende el compositor que ambas versiones, la de orquesta y la de piano, nacieron a la vez y son igual de importantes. La propia Berganza fue fundamental en la divulgación de estas canciones al incluirlas en muchos de sus recitales. Es difícil encontrar canciones que recojan con tanta fidelidad el espíritu gallego, su esencias y sus colores (importante destacar aquí también su primer acercamiento a la poesía gallega con las Tres canciones sobre textos de Rosalía de Castro). No pueden dejar de escuchar la dramáticamente bella María Soliña y sentir el aroma de Camiño longo o el dolor de la lastimosa Cantiga de amigo.

Canciones de Valldemosa (1976), sobre textos de varios poetas. Dedicado a “Federico Chopin in memoriam” es un ciclo de nueve canciones sobre poemas de seis autores cuyo vínculo de unión es el aire amoroso durante la estadía de Chopin y George Sand en la Cartuja de Valldemosa (Mallorca) en 1838. Aunque las tres canciones con textos de Antonio Gala, que forman parte del ciclo, seguramente sean las más interpretadas y conocidas de la obra de Antón, recomiendo fervientemente enfrentarse al ciclo entero. Recuerdo como uno de los momentos emocionantes de mi carrera tener la posibilidad de interpretar dicha obra en agosto del 2013 en el Claustro de dicha Cartuja junto a la mezzo Zandra McMaster. Antón siempre comenta lo especial que fue para él sentir su obra allí. Como curiosidad, escuchen la bellísima Chopin, tal vegada a Valldemosa con texto de Salvador Espriu, una de las pocas canciones del compositor en catalán y que pone broche de oro al ciclo. 

Tres nombres de mujer (2014), textos de Blas de Otero, Atxaga y Figuera Aymerc. Me van a permitir que destaque en esta selección el ciclo que Antón tuvo a bien dedicarme. Paseando una noche por París, después de un recital homenaje al compositor en su ochenta aniversario, Antón me sorprendió al decirme que quería dedicarme unas canciones. Sólo me pidió una condición: que encontrara unos poemas que le inspiraran.

“Mi encuentro con Isabel, Ainhoa y Begoña, tres historias de vida apasionada nacidas del mensaje de tres poetas vascos, supuso un momento que nunca olvidaré. Descubrí en ellas un mundo interior lleno de sensibilidad que logró atraparme, poniéndome súbitamente a escribir su composición. Con Tres nombres de mujer, así las bautizó mi añorada Áurea, cumplí felizmente con la deuda que había adquirido, desde hace ya algún tiempo, de escribir un ciclo a mi querido y admirado Rubén”, escribió Antón. ¿Qué más se puede añadir? Canciones estrenadas en noviembre del 2015 en el Teatro Arriaga de Bilbao junto a la soprano Miren Urbieta-Vega, hay que destacar que Ainhoa, poema de Bernardo Atxaga, es la primera canción en euskera que Antón pone música (ya se acercó a este idioma en su enorme obra sinfónico-coral Lurkantak, encargo del Orfeón Donostiarra). Solamente me gustaría recomendar a los intérpretes que se acerquen sin miedo a ellas; les va a merecer mucho la pena. 

Los autores de este artículo hemos tenido siempre la sensación de que en las canciones para voz y piano de Antón García Abril hay tres protagonistas: la voz, guía indiscutible que enarbola el texto, junto a sus dos fieles compañeras de viaje, la mano izquierda y la mano derecha del pianista. ¿Estaremos hablando entonces de música de cámara? Para nosotros, sin ningún tipo de duda.

Foto: Gemma Escribano.