William Christie 

24 días

 

Barcelona. 15/12/2016. Palau de la Música. Haendel: El Mesías. Les Arts Florissants. Katherine Watson (soprano), Emmanuelle de Negri (soprano), Carlo Vistoli (contratenor), Samuel Boden (tenor), Konztantin Wolff (barítono). Dir. musical: William Christie

"He oído contar que cuando el criado de Händel solía llevarle el chocolate por la mañana, con frecuencia se quedaba en asombrado silencio (hasta que se le quedaba frío) al ver las lágrimas de su amo mezcladas con tinta, mientras escribía sus notes divinas, que son con seguridad iguales a los cuadros de una mente sublime, como las palabras de Milton." William Shields. 1800

Cuenta la leyenda que, en verano de 1741, Georg Friederich Händel, ya un mito en la vida musical europea, vivía una crisis creativa sin precedentes. Sus últimas producciones operísticas, con las que el compositor había dominado la Europa musical, no habían tenido el éxito esperado y su prestigio disminuía a la misma velocidad que aumentaban sus deudas. Fue entonces cuando recibió el libreto de Charles Jennens. Impulsado por la inspiración divina, Händel escribió, en un momento de creatividad febril, El Mesías en 24 días - entre el 22 de agosto y el 14 de septiembre - creando así uno de los más grandes monumentos musicales de la historia y convirtiéndose él, un alemán, en el más importante compositor de la historia de Inglaterra.

Ésta es la leyenda de la creación de El Mesías, pero la realidad es distinta y, aunque menos romántica, más interesante. Händel, en 1741, se encuentra en una difícil encrucijada. Trece años antes, cuando la ópera italiana, el género más popular en Europa se encuentra en su máximo esplendor, se estrena en Londres The beggar's opera (La Ópera del mendigo), una ballad opera de John Gay y Johan Christpoh Pepusch que obtiene un éxito clamoroso. Se trata de una sátira de la opera seria italiana y marca, sin duda, el inicio del fin de la época dorada de ese género en el que los Castrati se habían convertido en auténticas estrellas internacionales. Poco a poco, la ópera italiana va perdiendo adeptos y prestigio, especialmente en Inglaterra, y es vista como un arte anacrónico y pasado de moda. Pero el éxito de The beggar's opera tiene otro efecto colateral: acaba también con la posibilidad, contemplada por una cierta élite intelectual y por el propio Händel, de crear una tradición de opera seria en inglés. Por ese motivo, el compositor vuelve su mirada hacia el oratorio, con el que ya ha experimentado con éxito, a pesar de los riesgos que ello conllevaba a causa de la presión de los puritanos, que no aceptaban representar la vida de Cristo en una teatro. Mejor ser acusado de caduco o de blasfemo? El futuro se vislumbraba, pues, complicado para el compositor.

Ante esta disyuntiva, la respuesta de Händel es El Mesías, la obra con la que pasará definitivamente a la posteridad: un gran oratorio, con texto extraído de la Biblia del Rey Jaime, articulado en tres partes: la primera dedicada a la Natividad de Cristo, la segunda a la Pasión y la tercera a la Resurrección. A pesar de eso, la obra ha quedado indisolublemente vinculada a la Navidad por la tradición y, por estas fechas, se multiplica su presencia en los auditorios de todo el mundo. Ahora ha llegado a Barcelona de la mano de William Christie y sus Les Arts Florissants, en una versión que prometía mucho pero que se quedó a medio camino en todo.

Las versión planteada por Christie se caracterizó por una vivacidad casi festiva en la primera parte, con tempi ligeros y tratando de dar continuidad a los sucesivos números de una obra que lo necesita debido a su carácter básicamente contemplativo. Les Arts Florissants, que ha dado sobradas muestras de su afinidad con Händel, mostró el sonido cálido y compacto habitual que hacía presagiar una interesante progresión dramática. 

Una progresión que no acabó de llegar a pesar de que el aria del alto, He was despised and rejected of men, al final de la primera parte, uno de los mejores momentos de la noche, parecía vaticinarlo. Las cuerdas se mostraron flexibles, compactas y atentas a los detalles. Correctas las maderas, así cómo vibrantes las trompetas y trompas introducidas por Christie. Pero, lamentablemente, el soufflé dramático no creció como se esperaba, lo cual repercutió en una lectura musicalmente impecable, sin duda cuidada en los detalles, pero un tanto anodina y falta de la grandeza requerida en un monumento musical de estas características. 

Parte de la responsabilidad hay que atribuirla al coro, el de Les Arts Florissants, que fue de más a menos. Mientras las sopranos mantuvieron un óptimo nivel, la sección masculina mostró ostensibles carencias para un conjunto de este prestigio, especialmente los bajos, con problemas de dibujo en los momentos más contrapuntísticos. 

En el apartado solista brilló con luz propia la soprano Katherine Watson, excelente en todas sus intervenciones, con un canto natural y expresivo. Buenas aportaciones también de la soprano Emmanuelle de Negri, precisa en la coloratura, así como del contratenor italiano Carlo Vistoli. Samuel Boden, tenor, mostró una voz pequeña y de poca personalidad, pasando discretamente por Every valley shall be exalted y los recitativos. Más decepcionante fue la actuación de Konztantin Wolff, un barítono que está participando en grabaciones y producciones importantes a pesar de poseer una voz opaca y de una emisión hueca. No se lució ni en Why do the nations ni en The trumpet shall, sin duda dos números para hacerlo.

La velada acabó con la propuesta de Christie de repetir el famoso Aleluya con la participación del público. Los resultados fueron descriptibles.