Berlin Trio 

El valor de la experiencia

Barcelona. 11/1/17. Palau de la Música Catalana. Mozart: Trio en si bemol mayor, KV 502. Schönberg: Noche transfigurada. Schumann: Trio en re menor. Christiane Edinger, violín. Lluís Claret, violonchelo. Klaus Hellwig, piano. 

Siempre resulta gratificante –y más aún en una actualidad entregada a las acrobacias– escuchar formaciones cuyos intérpretes tienen un poso de madurez y trayectoria tan considerable como es el caso del Berlin Trio, nacido hace una década en la capital alemana gracias a la conexión que estableció la violinista alemana Christiane Edinger entre el pianista Klaus Hellwig y el violonchelista Lluís Claret. Tres músicos muy experimentados que felizmente se han encontrado para afrontar programas de enjundia como el de esta ocasión, con garantías no sólo de rigor técnico sino también de sentido estético. El equilibrio sonoro y la integración orgánica que lograron en gran parte de un programa en el que tenía lugar clasicismo, romanticismo y postromanticismo dejó un excelente recuerdo en la sala del Petit Palau, con una media entrada que aunque no hizo justicia con músicos y programa, se puede dar por buena considerando la respuesta del público barcelonés en casos similares. 

El primer tema del Trio en si bemol mayor de Mozart brota del piano y se desarrolla a través del diálogo con violín y violonchelo. Éste encontró claridad en las manos de Hellwig, pese a un inicio en el que se logró la integración sonora del piano no sin dificultades y en el que el trio eligió tempi algo extremados. Un Larghetto, a medio camino entre la sonata y el rondó, muy largo y en el que Claret proyectó un sonido redondo, y un allegretto vertiginoso en el que violín y chelo lograron encontrarse siempre pese algún exceso de efusividad romántica. 

El 21 de octubre de 1921, los miembros de la Orquesta Filarmónica de Madrid ofrecieron la primera audición de Noche transfigurada en España. Hubo que esperar hasta 1932 para que la obra se escuchara por vez primera en la capital catalana, en una cita histórica en la “Associació Obrera de Concerts” con la Orquesta Pau Casals dirigida por el propio compositor, que poco antes había finalizado sus Piezas para piano, op. 33 y el segundo acto de Moisés y Aarón. Con un ostensible enraizamiento romántico y un lenguaje que no llega a abandonar la tonalidad, Noche transfigurada fue concebida en su primera versión para sexteto de cuerdas y fue estrenada en Viena en 1903 por el Cuarteto Rosé y dos miembros de la Filarmónica de la Filarmónica de Viena. Mucho menos usual es escuchar esta versión para trío que hiciera el pianista Eduard Steuermann. Steuermann, discípulo de Schönberg, era un intérprete muy cercano a la obra de su maestro, con hitos como el estreno del Pierrot Lunaire o el Concierto para piano. Aunque el programa anunciara que se trataba de la “primera audición en el Estado” del arreglo de Steuermann, no era así puesto que ya ha sido interpretado en España por el Trío Kandinsky y el Quantum Ensemble, entre otros. Inexplicable e impropio de la institución si se trata de un error, puesto que el acceso a estos datos es hoy inmediato para cualquiera.   

Aún reconociendo el admirable logro de Steuermann que logra mantener indemne la expresividad, el carácter idiomático de la obra no siempre se mantiene en un piano al que se le exige una versatilidad desmedida. Hellwig tuvo un desempeño meritorio en este aspecto, enérgico y preciso. El trío supo administrar el sonido sin aspavientos y logró una espléndida diferenciación de planos sonoros. Los primeros compases fueron muy dubitativos, con una inestabilidad y fragilidad que se vio aún más perjudicada por el abuso del portamento de la violinista. Aún así, el trío creció y se asentó pronto, logrando un versión íntima y de gran belleza. Ante la preocupación de Steuermann por la posibilidad de que se oyera alguna nota falsa en la grabación de la música para piano de Schönberg, éste le respondía que dejaran “esta cuasi-perfección a aquellos que no pueden inferir ninguna otra cosa”. Precisamente a ese ideal se ciñó el Berlin Trio, consiguiendo una versión madura, profunda e intensa, en la que los tres mostraron un inmenso caudal sonoro. Claret fue luminoso en el ecuador de la obra, cuando el poema de Richard Dehmel abre la puerta a la esperanza y el “poema musical” de Schönberg le corresponde con la serenidad lírica del violonchelo sobre el piano. Esta primera parte que fue en claro ascenso se vio culminada por una segunda parte en la que brilló particularmente Edinger –precisamente quien había mostrado más dudas– en un Trio en re menor de Schumann esplendoroso, teniendo como única mácula un exceso de volumen del piano en el tercer movimiento, poco íntimo –Langsam, mit inniger Empfindung– con un enérgico inicio y un fielmente fogoso final, en manos de un Berlin Trio vigoroso y estable pese al desafío. Los aplausos encontraron una vuelta al remanso melancólico y sencillo en el bis: el Allegretto ma non troppo del Trio nº 6 de Beethoven, con un delicioso diálogo entre el piano de Hellwig y el violín de Edinger, con un Claret de sonido nítido y elegante. En definitiva, el patrimonio estético y técnico de los miembros del Berlin Trio trabajando en una misma dirección se erigió en una alquimia maravillosa para que resplandeciera por igual la voz de Mozart, Schönberg y Schumann, y una porción exquisita de Beethoven.