1917Centenary 1

Revolución Rusa de 1917: Música y vanguardia en tiempos convulsos

Vivimos tiempos convulsos (¿acaso alguna vez han dejado de serlo?). En lo político, en lo social, no parece que en lo musical. Decenas de personas escriben en las redes sociales de Platea Magazine que música y política jamás han ido o deben ir de la mano. No hay afirmación más errónea.
Monteverdi, Haendel, Mozart, Beethoven, Verdi... y así hasta los últimos grandes del siglo XX, todos han visto como su obra se erigía en un momento dado como acción, reacción o revolución. Afirmación o negación de aquello que la generaba. El Arte verdadero es aquel que tiene como germen a la sociedad y la historia que le rodea, pasando a formar parte de ello.

Se cumple ahora el primer centenario de los albores de una época oscura, germen del sufrimiento de un pueblo que durante años soportó a un severo régimen zarista y terminó siendo masacrada durante la I Guerra Mundial. La Revolución rusa de 1917 supuso uno de esos momentos en los que las razones o sinrazones de la política acaban mutando para inmiscuirse en las particularidades del arte. El cambio de rumbo radical que condicionó no sólo a los territorios que conformaron la URSS sino a Europa y toda la política internacional, supuso asimismo un drástico giro en la forma de entender el arte y con ello, como no podía ser de otra manera, la música.

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Con el derrocamiento del régimen zarista y la llegada del gobierno comunista en octubre de 1917, Lenin instauró, entre las muchas medidas de acción social, la creación de un Comisariado del pueblo para la educación / instrucción, en cuyo frente situó al dramaturgo y crítico de arte Anatoly Lunacharsky, quien estudió en la Universidad de Zúrich junto a Roxa Luxemburgo y autor, entre otras obras, de un curioso Don Quijote liberado, sobre el episodio en que los galeotes liberan al hidalgo tras sufrir las burlas de los cortesanos. Bajo el mandato de Lunacharsy tuvieron lugar hechos de lo más extravagante, como el famoso juicio contra Dios por crímenes contra la humanidad. Una Biblia fue situada en el banquillo de los acusados y, tras ser declarado culpable, un pelotón de fusilamiento disparó contra el cielo de Moscú para hacer cumplir la sentencia. Pero no sólo eso. De carácter modernista y abierto, impulsó el mayor programa de alfabetización del pueblo que vió la URSS, protegió a alguna de las máximas eminencias del arte ruso, como Kandinsky o Stanislavsky y propulsó el movimiento conocido como Proletkult, que buscaba la sublimación del arte proletario, de estética obrera y revolucionaria,

En realidad, en lo referente a las artes, poco o muy poco tienen que ver los primeros años inmediatamente posteriores a la Revolución con todo lo que vendría después, una vez llegado Stalin al poder. Bajo el paraguas de Lunacharsky, la URSS entró en un breve periodo de efervescencia musical, de vanguardias y experimentación que derivaron, primero y por encima de todo, hacia el pueblo, siguiendo el camino establecido por Lenin, que consideraba la música como un mero entretenimiento para burgueses [...]

Entre toda la vanguardia y con Italia como génesis, surge entre los dramaturgos el Futurismo ruso, que se permitió abuchear al mismísimo creador del movimiento, Marianetti, en su visita a Rusia poco antes de la Revolución. De sus creadores, tras el suicidio de Mayakovski y la muerte por gangrena de Jelébnikov a los 36 años, sólo uno de sus creadores, Burluik, sobrevivió a todo lo que vendría después, exiliado en Estados Unidos. Entre partituras, encontramos a músicos como Médtner, Mosolov o Avraamov, con el movimiento y la velocidad como participantes principales y con la industrialización como una de sus fuentes de inspiración. De Aleksandr Mosolov podemos escuchar como claro ejemplo de maquinismo su Fundición de acero, movimiento de su perdido ballet Acero, que la Orquesta Nacional de España escogió para ilustrar su temporada 14-15 Revoluciones y donde se persiguen las sonoridades de una fábrica soviética. Mosolov acabó siendo condenado a ocho años de cárcel por propaganda antirrevolucionaria, conmutada por cinco años de exilio tras la interpelación de algunos colegas músicos como Glière o Miaskovsky.
En la celebración del quinto aniversario de la Revolución en lo que hoy es Azerbaiyán, a orillas del Mar Caspio en el puerto de Baku, encontramos el cúlmen de la industrialización y el futurismo en la música soviética. En la Sinfonía para sirenas de fábrica de Arseny Avraamov, allí estrenada, se asiste a media hora de sonidos y ruidos industriales: campanas, efectivamente sirenas, motores de hidroaviones, silbatos, ametralladoras y la Internacional y la Marsellesa como fondo.

Junto a la obra de Avraamov, no pueden dejar de citarse a Ivan Ignatyev como cabeza del conocido Ego-Futurismo (El primer concierto de primavera del Futurismo universal), a Velimir Khlebnikov con La radio del futuro, compuesta en 1921 y donde se dan cita pájaros, señales electrónicas, vientos y las olas del mar; o Nikolai Foregger y su Orquesta de ruidos con las Danzas mecánicas de 1923. Una auténtica explosión de vanguardias y campos de experimentación de la que no pudieron escapar nombres más conocidos hoy en día, como Shostakovich y su Tuerca (1931) o Prokofiev con Paso de Acero (1926). [...]

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