Christopher Franklin Donato Bellomo

 

Christopher Franklin: “Un director de orquesta no puede parecer un guardia de tráfico”

Tuvimos ocasión de charlar con Christopher Franklin en Omán, cuando dirigió L´occasione fa il ladro de Rossini en la Royal Opera House de Muscat. Publicamos ahora nuestra conversación con él al hilo de su paso por nuestro país, al frente del Peter Grimes del Palau de Les Arts de Valencia.

Es su tercera vez actuando en el Palau de Les Arts, si no me equivoco.

Sí, estuve ya aquí con The Turn of the Screw. Y también el año anterior con Café Kafka de Francisco Coll y Juana de Arco de Arthur Honneger.

Este Peter Grimes no es su primer Britten, por tanto.

No, de hecho con Davide Livermore hicimos una nueva producción de Billy Budd en Turín y por eso me pidió que viniera a Valencia con más Britten, primero para The Turn of the Screw y ahora con Peter Grimes. También dirigí Death in Venice en el Bellas Artes de México y he dirigido asimismo A Midsummer Night´s Dream

¿Cuándo comenzó su carrera como director de orquesta?

Mi padre era también director de orquesta, además de clavecinista. Yo tocaba el violín barroco en su orquesta. No es fácil tocar con tu padre como director, créame (risas). Viví en Alemania durante mi infancia, pues mi padre impartía docencia en la Musikhochschule de Berlín. Tuve allí la oportunidad de ver a los grandes dirigiendo: Karajan, Bernstein… Desde niño tuve la aspiración de dedicarme a esto. Al llegar a la Universidad, llegó una oportunidad para ocuparme de una orquesta en una gira y a partir de ahí todo fue tomando forma. Me formé en Estados Unidos, obtuve un doctorado en musicología. Allí me formé sobre todo con Charles Bruch. También fui a la Accademia Chigiana en Siena, después de un tiempo en Treviso. En Italia de hecho conocí a mi esposa, la soprano Rossella Bevacqua. Ahora tenemos tres niños y debo decir que ella está mucho más ocupada que yo… (risas). Ahora vivimos en Lucca, en la ciudad natal de Puccini.

Italia y Rossini han sido de alguna manera el centro de su actividad en estos años.

Sí, he trabajado mucho en Italia. Y mi repertorio ha girado especialmente en torno Rossini y el Festival de Pesaro. Allí dirigí por ejemplo Il viaggio a Reims en la producción de Emilio Sagi. También allí conocí a Ernesto Palacio y de hecho junto con Juan Diego Flórez hemos hecho muchos conciertos por todo el mundo.

De alguna manera se podría decir que se ha especializado en Rossini. En el Liceu por ejemplo dirigió el Otello de Rossini con Gregory Kunde, a quien ahora tiene aquí como Peter Grimes.

Rossini es muy difícil. Hice Wagner por primera vez en 2017, con Tristan und Isolde. Y esa es otra dificultad, sin duda. Pero Rossini es muy particular, tiene una dificultad incomparable: conseguir el tiempo exacto, la inflexión correcta, hay que acompañar con energía pero no demasiado rápido, no demasiado fuerte, dejando un espacio propio a los cantantes. Es como la opereta, con esos concertantes tan singulares. Si ese equilibrio no se consigue de forma brillante, Rossini puede ser muy aburrido. No querría decir que Wagner sea más fácil, pero tiene un planteamiento sinfónico que allana el camino. 

Ahora mismo no tiene una titularidad estable en ninguna orquesta o teatro.

Exacto, ahora mismo soy un director freelance. Creo que no hay que precipitarse con las titularidades. Tienen que llegar en el lugar y en el momento adecuado. Al comienzo de mi carrera, pensaba que encontrar un puesto estable en un teatro alemán iba a ser un buen comienzo. Pero al final es la propia agenda la que te va marcando el camino. Además en Alemania hay una tendencia general a priorizar el apartado escénico sobre el musical y eso puede convertir el trabajo en una pequeña tortura. La rutina de reposiciones tampoco promueve un desarrollo musical que pueda ser satisfactorio. Y un factor añadido: los cambios en la plantilla orquestal. Muchas veces los espectadores no saben que los músicos que tocan un mismo título son distintos en cada función, con lo que eso supone. En estas condiciones un director sólo puede limitarse a dirigir el tráfico, a mantenerlo todo en orden. Pero eso no es arte. Se trata de buscar detalles, de promover que los músicos se escuchen, que trabajen al unísono… Y todo eso con la rutina teatral alemana es muy difícil. La magia puede aparecer, por supuesto, pero tiende a ser la excepción. Como antes le decía, Alemania es parte sustancial de mi vida, pero creo que en este punto es un tanto insatisfactoria su dinámica teatral.

Cuénteme algo más sobre sus próximos planes. ¿Tiene previsto algo en España?

Sí, volveré a España la próxima temporada, con I puritani en el Liceu de Barcelona. Tras este Peter Grimes de Valencia dirigiré Pia de Tolomei de Donizetti en el Teatro del Giglio de Lucca, después Tosca en el Festival Alejandro Granda de Lima y tamibén Thaïs en Minnesota.