Enamorado de una violonchelista
Zaragoza. 16/03/18. Auditorio de Zaragoza. Obras de Tchaikovsky, Martinu y Rueda. Sol Gabetta, violonchelo. Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa. Hannu Lintu, dirección.
Más allá del virtuosismo, de la digitación fácil, del arco preciso, lo más admirable del Concierto para violonchelo nº 1 de Bohuslav Martinù que ofreció ayer Sol Gabetta en el Auditorio de Zaragoza fue el alma. Ese alma, o espíritu o esencia, como le quieran llamar, que se encierra en las notas de este admirable (y poco frecuentado) concierto del maestro checo. Gabetta supo entresacar lo más profundo de la música y ofrecérselo a un público embelesado que, sobre todo, en el segundo movimiento (andante moderato) sintió, casi vio, cómo la música llenaba de calma y belleza todo el espacio del amplio auditorio. Nada reprochable en la entrega y la técnica de esta admirable artista que tiene en esta pieza una de sus señas de identidad, como demostró en su versión grabada en vivo con la Filarmónica de Berlín y Simon Rattle.
La precisión fue absoluta, y la conexión con la Orquesta Sinfónica de la Radio Finlandesa dirigida por Hannu Lintu, total. Lintu supo buscar ese toque neoclásico que encierra una partitura muy trabajada (la primera versión para orquesta de cámara data de 1930 aunque la versión que se suele interpretar es la de 1955), sin entorpecer en ningún momento la labor de la solista, pero también destacando la importancia de la parte orquestal, como se demostró en el diálogo (casi combate, en el que a Gabetta se le escapó una sonrisa) que mantiene con el violonchelo en uno de los pasajes del tercer movimiento. Martinù sigue siendo a estas alturas un músico por reivindicar y hay que reconocer el acierto de incluirlo en la programación de una gira de una orquesta que no es checa. Todos disfrutamos, pero estoy seguro que si el compositor oyera la versión de su concierto en las manos de Sol Gabetta se enamoraría de su interpretación, algo que nos pasó a muchos de los que la escuchamos en directo. Maravillosa la propina, una impecable interpretación de El cant dels ocells.
Otro acierto en la elección del programa de este concierto, que se inscribe en la XXIV Temporada de los Conciertos de Primavera del Auditorio zaragozano, fue la inclusión, como primera pieza, de Elephant Skin, una breve (12 min) pero intensa obra del compositor madrileño Jesús Rueda. Presentada al Concurso de Composición de la Orquesta de Cadaqués en 2002, tiene una fuerza y un empuje que demuestran una fuerte personalidad compositiva, con ecos que recuerdan a Gershwin y con un marcado sentido del humor (como muestra el inesperado y elefántistico final) que enmarca una orquestación llena de color y vida.
La pieza clásica del programa era la memorable Quinta Sinfonía de Tchaikovski, para mí la obra donde la maestría sinfónica del compositor ruso llega a su cumbre. Lintu no pretendió dar ninguna lección con su interpretación de una partitura que habla por sí sola, con su marcado aroma romántico pero también con sus aires marciales marca de la casa. El director finlandés optó por dejar fluir la música, matizar en todo momento, buscando los contrastes, evitando los tiempos que pudieran resultar demasiado empalagosos y marcando siempre la belleza que emana de la partitura (excelente el primer trompa en el inicio de esa joya que es el segundo movimiento). Es verdad que remarcó con fuerza y decisión, casi marcialmente, las partes donde Tchaikovski lo reclama, pero la sensación general fue de una música que fluía, que respiraba. Impecable prestación de la Sinfónica de la Radio Finlandesa, una de esas formaciones que demuestran que la profesionalidad, el servicio al conjunto y la atención a la dirección no son exclusivas de orquestas de más renombre y cuyo trabajo cimentó un concierto muy disfrutable. No podía faltar un Sibelius de regalo para terminar. A la perfección sonó esa pieza inmortal que es el Vals Triste.
Foto: Marco Borggreve.