Minkowski DR

Pasión en el Palau

Barcleona. 28/03/2018. Palau de la Música. Bach: La Pasión según San Mateo. Les Musiciens du Louvre. Dir. musical: Marc Mikowski.

Una avalancha de pasiones, oratorios y propuestas de música religiosa en general ha invadido esta Pascua, más que nunca, la ciudad de Barcelona. Sin duda, más allá de pretextos estrictamente musicales y religiosos, se trata de un atractivo más que los programadores ofrecen a los muchos turistas que copan, estos días, una ciudad de la que sus habitantes, han desertado. Este es, probablemente, el motivo de la desigualdad cualitativa de las diferentes y múltiples propuestas, tanto en iglesias como auditorios. No cabe duda que, de toda la oferta, la propuesta más atractiva era la que proponía el Palau de la Música: la Pasión según San Mateo en la versión de Marc Minkowsky y sus estupendos Les musiciens du Louvre, llegados a Barcelona directamente del Festival de Música Sacra de Cuenca, en el que habían cosechado un éxito importante con la misma propuesta. 

La intensidad de estas giras provoca que, a menudo, el tiempo de ensayo sea, con suerte, mínimo, y eso se traduce habitualmente en unos primeros compases en los que conjunto y director buscan el balance ideal entre cantantes e instrumentistas, así como la adecuación general de todos ellos con la acústica de la sala. Así sucedió en esta velada, aunque hay que decir que Les musiciens du Louvre se adaptaron rápido y, tras unos primeros compases de sonido un punto grueso y problemas de equilibrio, en seguida se pusieron de manifiesto los puntos fuertes de una propuesta que encuentra un raro equilibrio entre la teatralidad propia de una Pasión y una precisión, afinación, virtuosismo y sutileza en la parte musical extraordinaria.

El sonido del conjunto francés posee tintes oscuros y dramáticos por momentos, quizás reflejo de sus orígenes en el repertorio barroco francés y de sus memorables interpretaciones de obras de Rameau, pero en otros momentos pone de manifiesto una indiscutible luminosidad, lo que repercute en una versión llena de contrastes en la que la monotonía expresiva no tiene lugar. El sensacional nivel orquestal, en una versión más suntuosa que austera a nivel instrumental (siempre dentro de los límites de la ortodoxia historicista) fue el protagonista de la noche, con intervenciones solistas que inevitablemente hay que remarcar, como la de la viola da gamba en Komm süsses Kreuz, o el violín en Erbarme dich. Las maderas, extraordinarias toda la velada tanto en afinación como en expresividad, y un bajo continuo con su protagonismo justo pusieron el resto. 

La propuesta de Minkovsky a nivel vocal implicaba a 12 cantantes y se estructuraba en dos coros, uno de ocho miembros (los solistas) y el otro de cuatro. Una propuesta austera en comparación con la instrumental, en la línea de lo que ya había planteado hace años Minkowsky con la Pasión según San Juan. Y si bien, como quedó dicho, el primer coro planteó dificultades, en general la respuesta fue excelente, alcanzando por momentos una expresividad apabullante.

A nivel solista, lo mejor, dentro de un equipo compacto y equilibrado, fue la contralto Helena Rasker, con una voz bella, cálida, perfecta y naturalmente proyectada y línea de canto impecable, y el sólido Evangelista de Anicio Zorzi. Thomas Dolié fue un buen Jesús, con recitativos bien planteados y expresivos, pero un tanto corto en las arias del bajo.