JoanGuinjoan retrato RTVE

Obituario en recuerdo de Joan Guinjoan: Un faro que ilumina

Un recuerdo emocionado por el maestro y amigo Joan Guinjoan, un gigante de la creación musical de nuestro país, con todo mi afecto y gratitud por su personalidad proteica que marcará sin duda un antes y un después para la música de nuestro tiempo en nuestro país . En estos momentos de duelo son muchos los recuerdos que se amontonan a lo largo de los años y que se remontan a los primeros encuentros en su domicilio de Padua, para recibir unas lecciones de armonía -siguiendo Hindemith- que revelaron desde el primer momento dos de las constantes de su pensamiento musical: profundo respeto del oficio de compositor, cuidadosa atención a la naturaleza física, sensual -hedonista- del hecho sonoro y conciencia de que el proceso creativo no termina en la obra escrita sino que tiene continuidad y culmina en el acto mismo de su ejecución en concierto, el que da juego a una interesante interacción con sus intérpretes, entendiendo el discurso musical como algo abstracto -que lo es- pero que debe necesariamente materializarse, hasta llegar a su verdadero destinatario: el público.

Glosar también su ironía juguetona, bromista impenitente dotado con un afilado sentido del humor, penetrando inteligencia, su carácter vitalista y joie de vivre, que no le abandonó ni en los momentos más dolorosos de su vida, sobre todo la pérdida de su mujer y compañera de vida, Monique, a quien también queremos recordar hoy. Mis condolencias y todo el apoyo a François y al resto de familia.

Son muchos los aspectos que confluyen en su proteica personalidad: pianista, director y compositor al frente, pero también la de pedagogo para todos los públicos -en Sabadell aún se le recuerda-, la de organizador y promotor, trabajador incansable en la difusión de la música del siglo XX en todas y cada una de las facetas mencionadas. Son legendarias sus primeras audiciones en el Estado de muchas obras de los autores que él más apreciaba: Stravinsky, Ravel o Schönberg (al frente del mítico Diabolus in Musica, pero también la OBC); éste último compositor particularmente admirado por su compromiso insobornable, de quien ofreció en calidad de primicia en nuestro país la Segunda Sinfonía de Cámara. Hay sin duda un antes y después de Guinjoan, pero sobre todo están ahí la calidad y maestría de su oficio, el rigor de su trabajo y el impulso que dio a la creación actual y a sus creadores, extensiva a los más jóvenes, y una producción que cuenta entre referentes más determinantes de la mùsica contemporánea en nuestro país.

Queda el recuerdo del hombre, naturalmente, inteligente, pícaro, de una simpatía desbordante y vitalista que no aminoraba la solidez e idiosincrasia tan personal de sus convicciones, de una curiosidad insaciable y abierto al mundo, pero conservando en todo momento su independencia creativa. Tendencia acentuada en los últimos años, con sus últimas, luminosas, serenas obras que -escribiendo hasta el último minuto- pudo todavía ofrecernos.

Nos deja el hombre -y una parte muy importante de nuestra historia- pero nos queda su legado musical, arraigado en su tierra, pero de vocación universal. Honrémosle como merece haciéndola sonar, que es la forma en que los países maduros celebran y hacen posible la presencia real y el reconocimiento de su mejor patrimonio y tradición cultural, en beneficio de las generaciones presentes y futuras. Así te recordaremos, amigo Juan, como un faro que seguirá iluminando el futuro de la música en este país. ¡Por muchos años!