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Alondra de la Parra, directora: "Han sido unos días maravillosos, agotadores y difíciles"

La directora mexicana Alondra de la Parra ha encadenado dos exigentes compromisos, en ambos casos con Mozart con protagonista, tras dirigir una nueva producción de Thamos en Salzburgo y una nueva Zauberflöte en la Staatsoper de Berlín. Su nombre comienza a sonar con fuerza, pues. En España podremos contar con ella pronto, dirigiendo en abril a la Orquesta Nacional de España. Conversamos con ella en la capital alemana, repasando sus orígenes y estas últimas y vertiginosas semanas.

De repente debut en la Staatsoper de Berlín, con su primera Zauberflöte. Y un mes antes, debut en la Mozartwoche con Thamos, también una obra de Mozart, en un montaje de La Fura. Visto desde fuera da un poco de vértigo.

Vértigo no es la palabra, pero sí… han sido unas semanas muy intensas. Y se han concatenado una serie de eventos muy particulares. Y no lo dejo de pensar… como si alguien hubiera estado hilándolo todo por detrás para que acabase sucediendo. Thamos, por ejemplo, fue un reto extraordinario: una producción en la Felsenreitschule, con la Camerata Salzburg, el coro, los cantantes, La Fura y yo. Un equipo de gente que nunca antes habíamos trabajado juntos. Y una producción innovadora, con mil ideas de Carlus Padrissa: pirotecnia, gente volando, actores, alpinistas… e incluso elementos inspirados en México, por pura casualidad, como la imagen de la pirámide del sol de Teotihuacán.

Y así he ido, desde la première de una obra prácticamente desconocida de Mozart, en un nuevo montaje sumamente exigente al estreno de una nueva producción de la obra que todo el planeta conoce y que es un emblema de la producción mozartiana. Y con el hecho añadido de que Thamos es una obra muy temprana en su catálogo, en contraposición a Die Zauberflöte, que es la última.

Como si se cerrase un círculo, quiere decir.

Exacto. No puede ser casual. Como no han sido casuales otras muchas cosas que le voy a contar. Thamos se desarrolla en Egipto, ya aparecen las cuestiones masónicas, el coro tiene un gran protagonismo… Y hay así muchos paralelismos con Die Zauberflöte. Cuando hace un año aproximadamente nos reunimos Rolando Villazón, Carlos Padrissa y yo para ver cómo podíamos hacer de Thamos una ópera más al uso, decidimos insertar ciertas arias… todas ellas de La flauta mágica. ¿Casualidad? Es todo como muy loco… (risas).

Tampoco es casual la presencia de Rolando Villazón al frente de la Mozartwoche de Salzburgo.

Claro, de hecho yo estuve allí porque él me invitó. Es otra coincidencia más… Pero es que en aquellas funciones de Thamos contamos por ejemplo con René Pape, que es un cantante emblemático ya en la Staatsoper de Berlín, donde ha cantado tantísimas funciones, muchas de ellas como Sarastro en Die Zauberflöte. De alguna manera he ido dándome cuenta de que la vida me estaba dando todas las pruebas para ver si podía enfrentarme a esta nueva producción en Berlín. 

Además le llamaron con poco tiempo de antelación, con poco margen de ensayos.

Sí, además sucedió otra cosa muy extraña esos días, tras la segunda función de Thamos. Cuando fui a la tienda de partituras de Salzburgo a comprar la edición Barenreiter… ¡sólo tenían un ejemplar! ¿Puede creerlo? ¿En Salzburgo? ¿Tan solo un ejemplar de Die Zauberflöte? Muy extraño… Pasé toda una noche pensando, leyendo… y fue por Thamos que decidí aceptar estas funciones en Berlín. De alguna manera mi mente estaba totalmente inmersa en Mozart y en su Zauberflöte. Ha sido un reto enorme; no se trataba de asumir mi primera Flauta mágica en la reposición de la producción de siempre. Se trataba de una nueva producción, tecnológicamente compleja, muy creativa… seguramente no eran las condiciones ideales para dirigir mi primera Flauta, por el alto grado de exigencia, pero aquí estamos (risas). Y le digo de veras que yo no soy ya la misma persona que hace quince días; esta experiencia me cambió totalmente.

No sería fácil sumarse a una nueva producción ya en marcha.

En absoluto, fue como subir a un tren en marcha. Pero es que además todos esperaban que yo me pusiera al frente de ese tren; necesité algunos días para acompasarme con el ritmo de la nueva producción, lógicamente. Han sido días muy locos y muy hermosos. Sin duda es lo más difícil que he tenido que afrontar en mi carrera. Ni mi cabeza ni mi alma se habían volcado jamás de igual manera en un proyecto. 

Alondra Oscar Turco

 

Los astros se han conjurado pues para marcarle el destino con estos debuts en Salzburgo y Berlín.

Le contaré otra cosa, aun más alucinante. Hace ahora unos veinte años mi padre mi prometió llevarme de viaje al Festival de Salzburgo si alcanzaba buenas calificaciones a final de curso. Y allí viajamos, para ver La damnation de Faust de Berlioz, en una producción de La Fura dels Baus. Aquello me cambió la vida. Me quedé anonadada, estupefacta… Le dije a mi padre que yo quería hacer eso precisamente, estar ahí en el foso dirigiendo algo así. Llegué a México entusiasmada, hablando de la producción a todos mis amigos. Fue una experiencia única y determinante para mi vocación como directora. Yo estaba entonces estudiando composición en México. Y veinte años después Rolando me llama para este proyecto con Thamos pero sin anticiparme siquiera que allí iba a estar La Fura. Simplemente me dijo “Salzburgo y Thamos”. Para empezar yo no sabía qué era Thamos. Y fue hace un año, cuando viajé a Salzburgo para una reunión de trabajo con la nueva producción cuando me entero de que Thamos va a ser con La Fura y en la misma Felsenreitschule donde yo había visto aquella Condenación de Fausto. ¿No es muy loco todo esto? 

Sí… (risas)

¡Pero hay más, espere! Aquello fue increíble con Thamos, hubo una química muy especial durante todo el proceso de trabajo, nos entendimos muy bien con Padrissa y La Fura. Pero estando allí me llama Matthias Schulz, el intendente de la Staatsoper de Berlín, para proponerme adelantar mi debut aquí, ya que Franz Welser-Möst no podía hacerse cargo del estreno. Yo tenía previsto dirigir aquí más adelante, pero no ahora. De modo que entre la segunda y la tercera función de Thamos viajé a Berlín. Y al llegar aquí, hablando con Matthias le comenté la coincidencia de que yo había estado en Salzburgo veinte años antes. ¿Y qué me dijo Matthias? “Yo también estuve allí”. Increíble. Él era entonces estudiante en el Mozarteum y vio esas funciones. Pero hay más. Tobias Hasan, que es el Operndirektor y que entonces no conocía a Matthias, le conté la misma historia y también había estado en Salzburgo en esa Damnation. Y ya lo último. Primer ensayo con la orquesta en el foso, con la Staatskapelle. Y el concertino, Herr Strauss, me hace un comentario: “Nosotros ya hicimos algo así con gente volando en arneses, hace veinte años, en Salzburgo, La damnation de Faust con La Fura dels Baus”. ¿Se lo puede creer? ¡La orquesta de aquella Condenación era la Staatskapelle! 

¿En serio?

Yo no me acordaba, pero sí. Y es realmente extraño, porque la Staatskapelle no es una orquesta digamos habitual en Salzburgo, donde suelen tener más presencias otras orquestas como la Filarmónica de Viena o la del Mozarteum mismo. Impresionante pues la enorme cantidad de coincidencias: La Fura, Felsenreitschule, Mozart, Staatskapelle, Matthias, Tobbias… E incluso alguna persona más de la orquesta me ha dicho después que estuvo en esas funciones, Thomas el cornista, por ejemplo, porque fueron sus primeros conciertos con la Staatskapelle. Yo no creo en estas cosas, pero visto lo visto, hay algo ahí que lo ha ido hilando todo. A mí esa expireencia en Salzburgo me cambió todo. Y hoy estoy aquí. No puede ser casual… Pero déjeme que le cuente aun una última historia, todavía más loca.

Adelante, por favor.

El día que me llama Matthias y que compro la partitura, tenía un vuelo muy temprano hacia Berlín al día siguiente. En Salzburgo estábamos en un apartamento a apenas cien metros de la casa natal de Mozart. Yo tenía las flores de la noche anterior, de la función de Thamos. E hice algo que no va con mi forma de ser, con mi carácter. Camino al aeropuerto le quise dejar las flores a Mozart, porque estaba sintiendo una impresión muy fuerte esos días con su música. Eran las seis de la mañana y bajé caminando desde casa a la casa-museo de Mozart. Es una zona prácticamente peatonal y a las seis de la mañana todo estaba desierto y oscuro. Pero… apenas pongo las flores en la puerta, me giré y había detrás de mi un hombre con un perro. Me dio un susto tremendo pero llevaba una llave, me saludó y abrió la puerta de la casa de Mozart. Le pregunté si vivía ahí… me dijo que no, que trabajaba allí, me preguntó por las flores, le dije que eran para Mozart y me dijo que él se hacía cargo de las flores para Mozart y cerró la puerta. Yo me quedé helada, por supuesto. Pero la historia no acaba ahí. Me subí al taxi camino al aeropuerto pero según íbamos de camino vi que habían retrasado mi vuelo y volvimos hacia atrás. Quería ver si podía pasar una hora en casa de Mozart. Regresé, no había nadie, ninguna luz encendida, nadie me abría, esperé allí casi media hora… hasta que desistí, me fui al aeropuerto y llegué a Berlín, directamente al ensayo.

Increíble, sinceramente. Es una historia espectacular y muy enigmática.

Quiero investigar poco a poco quién más estuvo en esas funciones de La damnation de Faust. Quizá deba poner un anuncio en Twitter (risas).

Volvamos atrás por un momento. Me gustaría recapitular brevemente su recorrido profesional, antes de estos últimos meses de vértigo que acabamos de comentar. ¿Dónde comienza todo para Alondra de la Parra como directora?

Nací en Nueva York aunque crecí en México. Empecé a estudiar música desde muy pequeña, con el violonchelo y el piano. Siempre me fascinaron la orquesta sinfónica y la ópera. Con quince años me fui a un internado en Inglaterra, a una escuela donde la mayor parte del tiempo lo pasábamos haciendo música. Aquello fue determinante para mí, también allí con Mozart y su Misa en do menor, curiosamente. Volví a México para estudiar composición y con diecinueve años entré en la Manhattan School of Music como pianista y para hacer una maestría en dirección de orquesta. Ya entonces, con veintitrés años, fundé la Orquesta de Las Américas que era una formación para promover el repertorio y los artistas del continente latinoamericano. Y ese sería el resumen de esa primera etapa de mi telenovela (risas). 

Hábleme un poco más de esa Orquesta de las Américas.

Fue un proyecto fenomenal, joven, con mucho entusiasmo y mucho nivel artístico. Tuvimos mucho impacto y yo personalmente me ocupaba un poco de todo, desde la producción a la dirección pasando por temas de comunicación, marketing, coordinación, recaudación de fondos, etc. Allí aprendí mucho. Y de allí empezaron a surgir mis primeros compromisos, todavía en la escuela. La Orquesta dejó de trabajar en 2010.

Creo que la figura de Kurt Masur fue determinante para su formación.

Sí, tras unas clases magistrales pude tener un mayor contacto con él y su influencia en mí fue muy grande. Kurt Masur era un gran maestro y de hecho casi todos los músicos que formaron parte de la Orquesta de las Américas salieron de sus clases magistrales, de sus cursos. 

 

Alondra de la Parra FelixBroede

 

¿Cuáles fueron sus primeros compromisos profesionales como directora invitada?

Una de mis primeras oportunidades fue cuando me llamaron para reemplazar a Teodor Currentzis, quien entonces tampoco era tan conocido como hoy, al frente de la Russian National Orchestra, en Florida, en 2008. Yo entonces también estaba en Salzburgo. Allí siempre me pasan cosas (risas). Yo estaba allí invitada por Simon Rattle para escuchar los ensayos de la Filarmónica de Berlín en Die Walküre. Consulté a Rattle porque tenía dudas ante la propuesta de viajar a Florida para dirigir tres programas distintos, uno con James Galway, Renée Fleming y Joshua Bell. Simon me preguntó si conocía bien los tres programas y lo cierto es que yo no conocía bien la mitad del programa de Fleming. Rattle me dijo que no aceptase ese concierto pero sí los otros dos. Su consejo fue, y lo recordaré siempre: cuando diriges a un cantante, si lo haces nadie se da cuenta; pero si lo haces mal, todo el mundo se fija en ello. De modo que llamé a mi agente, con quien llevaba trabajando tres días (risas), y le dije que haría solo dos de los tres conciertos; y así fue. A partir de allí surgieron muchos conciertos en Estados Unidos: San Francisco Symphony, Dallas Symphony, Houston Symphony, Columbus Symphony, San Antonio Symphony, etc. Y también en Europa, las primeras cosas que hice fueron con la Academy Potsdam, la Rundfunk de Berlín con la que he vuelto cada año, después muchos conciertos en Japón, conciertos con la Orquesta de París, con la Orquesta de la Radio Sueca y con la Orquesta de Tonhalle Zúrich. Después me llamaron de Australia y gané el concurso para ser titular en Queensland.

Allí ha sido batuta titular y también directora artística de la formación.

Sí, eso es, ambas funciones. Aunque es un contrato que termina ahora y que no vamos a prolongar. Yo ahora tengo dos niños pequeños y Australia está muy lejos; es muy complicado para mi agenda mantener ese compromiso y ambas partes hemos entendido que es mejor terminar aquí, aunque seguro que seguiremos teniendo un vínculo importante en el futuro. Amo esa orquesta, agradezco enormemente su apuesta por mí, pero ahora necesito trasladar mi residencia a Europa y centrar aquí mi agenda. 

¿Ha tenido ocasión de dirigir en España? 

Sí, he dirigido en Bilbao y en Palma. Ahora tenía que estar en Valencia pero he tenido que cancelar por esta Flauta, precisamente. Y lo lamento mucho, es una orquesta con la que tenía muchas ganas de trabajar. Con la Orquesta Nacional de España haré ahora en abril un programa muy atractivo. Y creo que vuelvo la próxima temporada por España de nuevo.

Thamos y esta Zauberflöte de Berlín han sido su debut con la ópera, podríamos decir. Pero creo que ya tenía experiencia previa en trabajar desde el foso.

Sí, había hecho ya antes mucho ballet, con la Royal Opera House de Londres, en Covent Garden. También en el New York City Ballet. Había hecho Carmen, pero nada de esta magnitud como lo que he hecho ahora en Salzburgo y Berlín. Con la ópera es complicado tener una agenda porque no te llaman si no has dirigido previamente otras óperas… es como lo del huevo y la gallina. De modo que agradezco enormemente esta apuesta de la Staatsoper de Berlín. El maestro Barenboim está contento y estamos ya hablando de planes a futuro.

¿Y la situación en México? Tengo la impresión de que muchos de ustedes no son profetas en su tierra. Pienso en Camarena, Vargas, Villazón… y tantos otros.

Esto es un problema, sí. A mí las principales orquestas de México nunca me han invitado. Tan solo recibí una propuesta de la Orquesta Nacional de México, hace muchos años, para un concierto de niños, y nunca más. Lo mismo con la orquesta de la FUNAM, con quienes tuve que cancelar por motivos personales y no han vuelto a contactar conmigo. 

[Suena el teléfono y es Daniel Barenboim, con quien Alondra de la Parra habla durante varios minutos. Retomamos la charla a continuación]

Para mí es el más grande, el auténtico músico total, verdadera historia viva de la música.

Sin duda. Y esto sí lo quiero decir bien alto y claro. Haber conocido a Daniel Barenboim y tener la oportunidad de aprender de él ha sido lo más grande que me ha pasado nunca en mi desarrollo como músico. Es sin duda el músico más grande los últimos cien años; no hay nada parecido entre los músicos vivos. Con él acabará una era, es el último de una época increíble. El otro día, cuando lo conocí, me dijo algo muy especial: “Yo estaba en contra de que vinieras, pero he cambiado de opinión”. Ha sido muy generoso conmigo, con su tiempo y con su conocimiento. Han sido unos días maravillosos, agotadores y difíciles. Estoy muy agradecida y muy contenta; aprendiendo mucho, recuperando esa efervescencia que se tiene a los veinte años.