berlioz 1

Hector Berlioz: Romanticismo a contracorriente

Hay muchos encabezamientos que podrían titular estas líneas sobre la figura de Hector Berlioz, en el año en que se cumplen ciento cincuenta de su fallecimiento. Quizá algunas de las manidas y fáciles hubieran sido “El ilustre cuasi desconocido” o “Recuperando a uno de los grandes”,  o alguna similar. Porque realmente el compositor francés, aunque no se puede considerar olvidado, sí que durante mucho tiempo no fue poco más que el autor de la Sinfonía fantástica. Pero Berlioz fue mucho más: como músico (con un corpus nada desdeñable y variado), como escritor (sus memorias, además de pioneras en el género autobiográfico de un compositor, tienen una calidad apreciable y una indudable verosimilitud) y como personaje. Es verdad que en los últimos años ha ido ocupando el lugar que le corresponde en la historia de la música, especialmente como pieza fundamental del romanticismo francés, pero también como puente y a la vez inspiración de diversas corrientes innovadoras, muchas provenientes de la vecina Alemania. Sus composiciones aparecen ya con más frecuencia en los programas de conciertos y sus grandes óperas (gracias sobre todo al impulso de directores como Colin Davis) ya van haciéndose un lugar (lentamente, eso sí) en las temporadas de los coliseos operísticos. 

Berlioz nace en el seno de una familia burguesa y, en aquel momento, republicana del Delfinado, una región del sureste francés. Su padre, médico, va a ser su gran influencia a nivel intelectual y le pondrá en contacto, sobre todo, con los clásicos griegos y latinos, fundamentales en la formación de Hector, un joven impetuoso y de carácter difícil, pero con unas ansias desmedidas de conocer, de aprender. Su primer contacto con la música también será de la mano de su padre, que le enseña a tocar la flauta, y de sus estudios de guitarra con los que aprende los primeros rudimentos armónicos, casi de manera autodidacta, demostrando desde la adolescencia su tendencia a crear pequeñas composiciones. Marcha a París en busca del título de Medicina que cumpla la tradición familiar, pero allí también tomará contacto con el mundo musical, el más rico y variado que se pudiera encontrar entonces, ya que la capital francesa fue el centro cultural mundial durante todo el siglo XIX y hasta la Gran Guerra. Allí se irá forjando el carácter y el estilo peculiar del artista que, con la vehemencia que siempre le caracterizará, lucha entre el mandato paternal de la medicina y el impulso creador del músico. También ya empiezan a decantarse sus preferencias musicales, mucho más cercano de lo germano (Weber, Beethoven) que de lo italiano (que triunfa en la capital francesa de la mano de un Rossini en plena efervescencia creativa).

Esos primeros años parisinos serán de un frenesí constante, de una vida bohemia que rompe de alguna manera con sus orígenes y le lanza a las influencias de Shakespeare o Goethe (Ocho escenas para Fausto) en sus composiciones. También el amor entra en su vida de manera tumultuosa de la mano de la actriz Harriet Smithson (que sería su primera mujer) o la pianista Marie Moke. Es también la época de dos triunfos. Uno académico: El premio Roma, que le permitirá estudiar en la cuna de la civilización occidental a la vez que le asegura un seguro económico; y otro musical: el estreno de la que sería su composición más famosa, la Sinfonía fantástica, donde el carácter peculiar y libre de Berlioz, unido a la frescura que emana de la partitura, dan lugar a una obra maestra. Está a punto de cumplir veintisiete años. Poco va a durar la bonanza. Vuelve a París desde Roma en 1932, quizá sin la pátina italianizante que se pudiera esperar de su viaje romano (aunque ahí está la casi inmediatamente posterior Harold en Italia para reconocer esa influencia). Retoma la relación con Harriet y se casa con ella en 1833. Aunque disfruta de la amistad de grandes nombres de la época como Liszt o Chopin que le pueden acercar al éxito, los asuntos económicos no le son favorables, una constante en la vida de Berlioz, siempre al límite. 

Una de las características que marcan la originalidad de Berlioz es la combinación, como ya se ha comentado y que luego se dará con más frecuencia entre otros compositores, entre su...

LEE EL ARTÍCULO COMPLETO EN NUESTRA EDICIÓN IMPRESA DE ENERO 2019