Penderecki Bruno Fidrych 

Treno a un genio

Obituario en recuerdo de Krzysztof Penderecki, por Francisco Coll *

Con la muerte del compositor polaco Krzysztof Penderecki, el mundo de la música pierde a uno de los grandes nombres de la composición contemporánea. Tras su deceso, en su casa de Cracovia a los 86 años de edad, nos deja una vasta y reconocida obra con una sello personal único que le sirvió para posicionarse como uno de los más importantes creadores de nuestro tiempo.

Nació en 1933 en Dębica (Polonia). Desde una temprana edad sintió interés por la música ya que su padre, abogado de profesión, era un violinista aficionado. Estudió violín y piano y a los 18 años empezó sus estudios en la Academia de Música de Cracovia. Durante sus años de formación sintió interés por otras disciplinas, estudiando paralelamente Historia del Arte, Filosofía y Literatura en la Universidad. De aquella época datan obras como su primera ‘Sonata para violín y piano’, escrita en 1953, con una clara influencia de compositores como Bartók o Shostakovich.

Al finalizar sus estudios empezó a trabajar como profesor en la propia Academia de Cracovia. Durante esos años su mente inquieta le anima a experimentar e incorporar aspectos nuevos en su obras, con una marcada influencia de compositores como Anton Webern o John Cage. Una de estas obras experimentales fue su pieza para cuerdas “8’ 37”, cuyo título -guiño al conceptualismo cageniano- acabaría cambiándolo a ‘Treno a las Víctimas de Hiroshima’. Con esta obra Penderecki obtiene reconocimiento internacional y se convierte en una de las voces principales de la vanguardia de posguerra. Su lenguaje de entonces, caracterizado por texturas sonoras complejas, armonías cluster en constante movimiento por medio de glissandi y un uso muy personal de diferentes técnicas extendidas, rompe con la tradición musical occidental. A pesar de que nunca se aventuró a escribir música original para cine, fueron varios los directores que eligieron su música como banda sonora. Tal vez la más destacable sea el uso que Stanley Kubrick hizo de su música en películas como El resplandor.

A principios de la década de los años 70, y tras varios años escribiendo en un estilo que, según declaró el propio compositor, “no se podía ir más allá", su música mostró una notable transformación, adhiriendo aspectos con reminiscencias románticas que dotaron a su obra de una expresividad y un lirismo singular, alejándose de manera definitiva de las vanguardias imperantes, que por otra parte y tras 20 años de liderazgo, empezaban a mostrar signos de fatiga. El nuevo camino y consiguiente evolución que abrió Penderecki, provocó cierta polémica en los ambientes más arraigados a los dogmas de la vanguardia. Sin embargo, la controversia que su nuevo estilo creó nunca supuso un problema para continuar evolucionando un lenguaje que priorizaba la belleza y las grandes formas tradicionales al progreso y la ruptura con el pasado.

Con obras como su monumental ‘Pasión según San Lucas’, su Concierto para violín ‘Metamorphosen’, o su ‘Requiem Polaco’, y con solistas internacionales de la talla de Anne-Sophie Mutter o Mstislav Rostropóvich encargándole Concertos, Penderecki se convirtió rápidamente en uno de los compositores más admirados e interpretados de su época. Su inmenso legado, que incluye ocho sinfonías, cuatro óperas y un amplio catálogo de música de cámara, representa el recorrido de una personalidad creativa de primer orden, que con una modélica honestidad, y una energía arrolladora, fue un gran estímulo para muchas generaciones de jóvenes compositores.

En mi no elocuente cuaderno de anotaciones, formado por comentarios y apuntes breves, se puede leer ‘Pedro me ha dejado un CD de Penderecki. Su música es sublime’. La nota no tiene fecha, pero fue escrita durante mi adolescencia, cuando cursaba mis primeros años de Grado Medio en el Conservatorio profesional de Música de Torrent en Valencia. Recuerdo que cuando mi profesor de cámara me prestó dicho CD con la séptima Sinfonía de Penderecki ‘Siete puertas de Jerusalén’, no entendí porqué había pensado que esa música podía interesarme o serme útil. En el transcurso de los meses siguientes, fui ampliando mi catálogo de discos y la música de Penderecki, al igual que anteriormente había hecho la música de Stravinsky o Lutoslawki, logró cautivarme y se convirtió en un gran referente y un importante estímulo para mí, que por aquel entonces, era un joven estudiante de trombón que cursaba la E.S.O. (Educación Secundaria Obligatoria) en el instituto. Cuando empecé a escribir mi Op.1 ‘Aqua Cinerea’ a los 19 años de edad -primera obra que firmaría como propia-, mi interés por la música de Penderecki no había menguado, y estoy seguro que un atento y cuidadoso análisis de la obra, haría florecer ciertos aspectos que tendrían de algún modo conexión directa con el universo pendereckiano. Pienso que no existe mejor homenaje o mayor acto de admiración, que ese nomadismo estético nacido del respeto de un compositor por la obra de otro autor. Incluso aunque uno no disponga de datos sobre ello, en la obra de Beethoven se puede intuir una gran admiración por Mozart, en la obra de Brahms una gran admiración por Beethoven y en la obra de Schoenberg una admiración considerable por Mahler. De ese modo, y al igual que los primeros intentos compositivos de Penderecki mostraban su admiración por Bartok o Shostakovich, mis primeros trabajos de juventud evidencian mi fascinación de entonces por la humanidad y honestidad de la música de Krzysztof Penderecki.

Entre tanto, los que nos quedamos, seguiremos disfrutando de su música. Gracias por todo y descanse en paz.

 

* Francisco Coll (Valencia, 1985) es uno de los compositores más relevantes de la actualidad, requerido por las principales instituciones musicales a nivel internacional. La Orquesta Filarmónica de Luxemburgo, bajo la batuta de Gustavo Gimeno y con la violinista Patricia Kopatchinskaja, estrenó recientemente su Concierto para violín, en un encargo conjunto de cinco orquestas de Europa y Estados Unidos.

Foto: © Bruno Fidrych