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La batuta precisa

Londres. 8/12/2017. Royal Opera House. Rossini. Semiramide. Joyce DiDonato (Semiramide), Daniela Barcellona (Arsace), Michele Pertusi (Assur), Lawrence Brownlee (Idreno), Jacquelyn Stucker (Azema), Bálint Szabó (Oroe), Konu Kim (Mitrane). Orquesta y Coro de la Royal Opera House. Dirección de escena: David Alden. Dirección musical: Antonio Pappano.   

Estos últimos meses se ha especulado en el mundo operístico con el destino de Antonio Pappano cuando abandone el foso de la Royal Opera House de Londres. Es verdad que sigue vinculado a la Orquesta Santa Cecilia de Roma, pero la pregunta es si una de las mejores batutas del mundo que dirige desde un foso encontrará un teatro a su nivel. Porque Pappano es un artista excepcional, que construye y da vida a la partitura que tiene en el atril con una frescura, perfección y un sello que marcan diferencias. Y no está sobrado el mundo operístico de directores como éste. Si en un momento se especuló con que recalaría en Munich, parece que ahora es París uno de sus posibles destinos. Vaya donde vaya, la calidad de ese teatro está asegurada. Y esa clase la volvió a demostrar en la última de las representaciones que dirigía (hay dos más conducidas por Christopher Willis) de Semiramide de Rossini. Una de las virtudes de Pappano es lo bien que a se adapta a repertorios diversos y lo constatamos en una versión hermosa de la partitura rossiniana. Una versión llena de detalles, completamente al servicio de los cantantes pero con grandes momentos orquestales (fabulosa la Orquesta de ROH), buscando el Rossini más “romántico” sin perder su ligereza, revalorizando la partitura a vez que siendo fiel a los pentagramas. Algo sólo al alcance de los más grandes.

Esta Semiramide es una coproducción con la Ópera Estatal de Baviera, donde fue estrenada en este mismo año (y referenciada en Platea en su momento), y cuenta con algunos de los más destacados cantantes del reparto muniqués. Destaca, sin lugar a dudas, la Semiramide de Joyce DiDonato, una de esas voces que cautivan desde la primera sílaba que cantan. Apelativos se podrían poner muchos a la calidad de su canto, pero, para mi, destaca el dominio absoluto de su instrumento, de una belleza exquisita, y que moldea sin dificultad cuando se enfrenta a la complicada partitura rossiniana. Sus intervenciones son memorables y en ningún momento decepciona y hasta algún agudo que no es tan impoluto ella consigue con el gesto que forme parte de la creación de su personaje: Una mujer dura, atormentada por la culpa que, como no podía ser de otra manera en una heroína del siglo XIX, expía con su muerte. Queda para el recuerdo de esos momentos inmortales de la memoria personal el dúo “Giorno d’orror” donde DiDonato, Barcellona y Pappano crearon auténtica magia. 

Daniela Barcellona es una avezada mezzo que, sin la brillantez de su compañera norteamericana, saca galones y experiencia para defender un Arsace de gran nivel. Excelente en todos los registros, se mueve sin dificultad en las coloraturas (incluidas las zonas más graves, siempre audibles) de su complicado papel, quizá el que más interviene de todo el reparto. Aunque se note algún deje de cansancio, ella saca adelante el rol con arrojo y mucho oficio. El malvado Assur lo defendía un veterano bajo-barítono como es Michele Pertusi. Hizo gala de una buena proyección y un potente volumen aunque abusó a veces del trazo grueso al abordar su personaje. Más comedido estuvo en el dúo con Semiramide que abre el segundo acto, una de las escenas más logradas de la producción y su aria final, que demuestra que Verdi bebió en fuentes rossinianas. Aquí Pertusi estaba en terreno seguro y oímos su mejor momento de la noche.
Lawrence Brownlee es uno de los más afamados tenores ligeros del momento y triunfa en grandes escenarios de todo el mundo con estos roles del bel canto. Aquí no es el protagonista, pero Rossini creó para el personaje de Idreno, el príncipe hindú que pretende la mano de Azema, la hija de de Semiramide, arias  (y sus consiguientes cabalettas) que permiten el lucimiento de un cantante de sus características. No sé si tenía alguna indisposición física (no se anunció nada) o no se encontraba cómodo esa noche pero aún siendo totalmente canónico su canto, con los debidos agudos y las coloraturas exigidas, no hubo ni el brillo ni la emoción que su fama parece exigir. Incluso en los saludos finales, pese a los calurosos aplausos del público, saludó muy brevemente. Estupenda, en su breve cometido, la Azema de Jacquelyn Stucher, perteneciente al Programa de jóvenes artistas Jette Parker de la Royal Opera. Pese a las exigencias de la dirección escénica, se oyó una voz bella con muchas posibilidades.
Correcto, pero a veces poco audible, el sumo sacerdote Oroe de Bálint Szabo. Y aún con mucho trabajo por delante Konu Kim, también del Programa Parker, en el capitán de la guardia babilónica. Los conjuntos estables de la Royal Opera House son, casi siempre, garantía de excelencia. El coro, que tiene varias intervenciones importantes, lució empastado y elegante y la orquesta brilló, y más en manos de un director como Pappano. 

No voy a comentar la puesta en escena que se debe al norteamericano David Alden, mis compañeros que cubrieron Munich la dibujan perfectamente, léanlos. Simplemente haré una reflexión. Alden se arriesga sobremanera al abordar una obra del bel canto, que como tantas de sus compañeras no tienen como fuerte un libreto convincente. Durante una época (y ahora algunos aficionados también) se olvidó que la ópera es teatro y música. Se crearon grandes edificios musicales sobre endebles estructuras teatrales. Iniciativas como las de Alden creo que buscan compensar estos desajustes y, con mayor o menor acierto, reforzar la teatralidad de la obra sin olvidar la belleza de la música. Es un buen camino.

Volviendo al principio: Pappano es un símbolo de una batuta precisa, clara, brillante. Un lujo para quien puede escucharlo. Esa batuta precisa un foso a su altura para que el aficionado pueda seguir disfrutando de su calidad y su exquisita expresión. Esperaremos a que los astros se alineen correctamente y se resuelva todo satisfactoriamente. 

Foto: Bill Cooper.