Trovatore Bayerische W.Hosl

 

El trovar de Azucena 

Múnich. 11/10/2018. Staatsoper. Verdi: Il Trovatore. Krassimira Stoyanova (Leonora) Igor Golovatenko (Il Conte di Luna), Jamie Barton (Azucena), Russell Thomas (Manrico), Kwangchul Youn (Ferrando), Selene Zanetti (Ines), Dean Power (Ruiz). Dir. escena: Olivier Py. Dir. musical: Asher Fisch.

La conocida puesta en escena de Olivier Py para Il Trovatore vuelve a dar algún pasito para atrás en esta nueva temporada, como es por otra parte justo y saludable. Esta aseveración se justifica en el hecho de que la Staatsoper acerca de este modo producciones relativamente recientes a un público dispuesto a disfrutar títulos que de por sí encandilan, a través de un casting más “accesible ”, léase, sin tener que desembolsar las cantidades a las que te aboca aquel como con el que se presentó en su estreno en 2013, con Kaufmann y Harteros entre sus principales comensales.

El perfil un tanto gótico que Py otorga al título verdiano, tanto por continente como por contenido, contuvo y contiene tantas luces como sombras, pues a las buenas intenciones y logros se le suma una lectura algo ambigua de buena parte de los personajes, afectando en mayor medida al propio protagonista. Si éste no va secundado por un buen trabajo en escena del cantante de turno, el fracaso llamará a la puerta, a no ser de que las Azucenas, Leonoras o Ferrandos de turno nos hagan olvidar la amargura, como fue el caso.

A este propósito tengo para mí que el Manrico que en su día encarnó Kaufmann dista mucho en escena de aquel que propuso Russell Thomas. Del tenor americano solo cabe destacar la capacidad de no hacer prácticamente nada en todas sus intervenciones, salvo cantar, con potencia nada desdeñable, todo sea dicho. Aquel Manrico con aire de mafioso gana el color natural del intérprete, y poco más.

De incomparable calibre se nos antoja sin embargo la intervención de Jamie Barton (Azucena), lucero sin duda de las representaciones del trovador de esta temporada y sin duda una de las mezzo con más garantías de la escena actual, pese a su notoria juventud. Su amplia voz y su pulcritud técnica provoca que no haya escollos en sus intervenciones, ricas en timbre, expresividad y sobre todo en el control en todo su generoso registro. Barton no se queda además en eso, sino que se ajusta el traje de ésta Azucena cual guante. Fue precisamente su Stride la vampa! el que arrancó las primeras ovaciones desde la platea, a sabiendas ya de que la cantante americana era quien nos iba a ofrecer los momentos más lúcidos de la velada.

Tras Barton casi todo se nos hizo pequeño, y solo dos integrantes del actual reparto estuvieron a la envidiable altura de la diva americana. Igor Golovatenko (Luna) y Krassimira Stoyanova (Leonora) supieron en efecto proponer un belcanto digno del título, con voces nítidas y de dicción impoluta, amén de un trabajo en escena propio de la tarima que pisaban.

A la dirección primigenia de Paolo Carignani le sucedió para la ocasión la del director israelí Asher Fisch, bastantes pasos por detrás de su compañero milanés, al menos en lo que a Verdi atiene, aunque si éste primero peca en ocasiones con sus títulos por exceso el segundo nos deja impasibles por defecto. Incapaz de atender más allá de lo que narra la propia orquestación, las voces corren con un libertinaje desafiante que por fortuna no se desborda gracias al temple de la mayoría de cantantes. Sea como fuere, también ayuda que en el foso se encuentre la Bayerische Staatsorchester, elegida por quinto año consecutivo “Orquesta del año” por la revista alemana Opernwelt, mérito por otra parte de un director, Kirill Petrenko, que dejará el foso esta misma temporada y cuyo remplazo será difícil de asimilar.