Lucia Lungu Albelo Tenerife18 

Una pareja de ensueño 

Tenerife. 24/11/2018. Ópera de Tenerife. Donizetti: Lucia di Lammermoor. Irina Lungu, Celso Albelo, Andrei Kymach y otros. Dir. de escena: Dir. musical: Christopher Franklin.

Afortunado elenco el reunido por la Ópera de Tenerife para sus funciones de Lucia di Lammermoor. Junto al ya bien conocido Edgardo de Celso Albelo, todo un ídolo local en Tenerife, estas funciones tenían el atractivo de contar con la soprano rusa Irina Lungu en el rol titular. Lungu, con una trayectoria más ligada a un repertorio de lírica, llegó hace apenas un par de años a esta partitura de Donizetti, con la que había soñado desde niña, tal y como nos contó en una reciente entrevista. Lo cierto es que sus medios, que no son los de una lígera, cuadran muy bien con una Lucia que suena más madura y menos infantil, más humana y menos enloquecida. Salvando todas las lógicas distancias, el enfoque de Lungu con este papel me hizo recordar los modos y hechuras con las que lo abordase Scotto en su dia. En Tenerife Lungu se mostró en plena forma, con un acceso bien trabajado al sobreagudo y con apenas algún puntual desliz en la afinación, dueña en todo caso de un fraseo digno y elegante, de un belcanto ambicioso y grande.

Como ya sucediera con su reciente Arturo de I puritani en el Liceu, otro de sus roles de cabecera, el tenor canario Celso Albelo hizo gala de un canto aristocrático, sumamente elegante y emotivo. Sin duda la función ganó enteros gracias a su vívido fraseo y su arrojo vocal, capaz de encaramarse al sobreagudo junto con la soprano, en un celebrado sexteto que fue bisado en la función que nos ocupa. Como era de esperar, la última escena de la ópera fue una demostración de buen gusto y belcanto de primera clase. El barítono Andrei Kymach hizo gala de unos medios atractivos y sonoros, si bien poco domeñados, incapaz de modular su fraseo más allá del forte. Semejante impresión dejó el bajo Gabriele Sagona, quien sustituía a un indispuesto Mariano Buccino.

La producción de Nicola Berloffa no es, estrictamente hablando, mucho más que una ambientación más o menos afortunada y atractiva. Su propuesta traslada la acción a la Escocia de finales de 1940, pero sin que esta traslación tenga especiales consecuencias dramáticas, más allá de un código visual en términos de escenografía y vestuario. La dirección de actores parece brillar a menudo por su ausencia, quedando la tensión teatral de la función en manos de los propios solistas.

El foso brilló también con luz propia, con una entonada Sinfónica de Tenerife a las órdenes de Christopher Franklin, a quien habíamos escuchado recientemente en el Liceu con I puritani, también allí con Albelo. Franklin presenta un belcanto teatral, sin blanduras, meditado en el fraseo, buscando poner en valor una orquestación afortunada que a menudo se reduce a puro acompañamiento melódico. Fantástico desempeño, por último, del Coro de la Ópera de Tenerife, un tanto desaprovechado en su faceta escénica, con una producción que lo condenaba al estatismo.