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Cuento de Navidad

Viena. 29/12/18. Wiener Staatsoper. Tchaikovsky: El Cascanueces. Kiyoka Hashimoto (Clara). Davide Dato (Drosselmeyer / Der Prinz). Anita Manolova (Luisa). Scott McKenzie (Fritz), entre otros. Rudolf Nureyev, coreografía. Nicholas Georgiadis, puesta en escena. Wiener Staatsballet. Jugendkompanie der Ballettakaddemie der Wiener Staatsoper. Kevin Rhodes, dirección musical.

Durante mi infancia, al llegar las fechas navideñas, había "clásicos" que nunca fallaban. Delante del televisor, en casa de mi abuela, nunca faltaban películas como E.T. el extraterrestre, El cristal oscuro, La isla del tesoro (la de Charlton Heston y Christian Bale) y un Cascanueces protagonizado por Macaulay Culkin. El porqué de esas primeras cintas que veia una y otra vez en esas fechas, con una mezcla entre estupefacción y pavor, porque yo era un niño bastante miedica, no le encuentro explicación. El Cascanueces, con ese ratón gigante, también me atemorizaba, pero a ella sí puedo encontrar un porqué, puesto que la tradición navideña ha llevado la música de Tchaikovsky a repetirse invierno tras invierno en prácticamente todos los escenarios del mundo, sean del tipo que sean: ballets, teatros, pistas de hielo o guiñoles varios.

Y es que El Cascanueces rezuma Navidad a cada pentagrama... o más bien a cada escena de la historia que le da vida. Inspirado en El cascanueces y el rey de los ratones, de ETA Hoffmann, en su estreno no tuvo muy buena acogida, pero ahora no hay un mes de diciembre donde no se programe a lo largo y ancho de toda Europa. Uno de esos lugares de tradición es sin duda Viena, donde el Ballet de la Wiener Staatsoper ha vuelto a preparar la puesta en escena de Nicholas Georgiadis con la coreografía de Rudolf Nureyev. La propuesta del griego y el ruso ha cumplido este 2018 su medio siglo y se muestra arrebatadoramente bella, pero también sobria, sin grandes despliegues que permiten focalizar la atención sobre los bailarines. En esencia, este Hoffmann parece destilar Dickens en muchas de sus imágenes, dando por hecho una gran verdad: nada hay más poderoso que la imaginación de un niño. En ellos, en los que vean esta versión independientemente de su edad, depositan Georgiadis y Nureyev su confianza. Un Cuento de Navidad llevado al ballet.

Sensacional la Jugendkompanie der Ballettakademie de la Ópera de Viena, con gran número de niños sobre el escenario: soñando, riendo, jugando a la guerra... y muy divertidos Gabor Oberegger y Beata Wiedner como los abuelos. Adecuados Scott McKenzie y Anita Manolova como Fritz y Luisa y fantásticos las dos primeras figuras Davide Dato y Kiyoka Hashimoto. El italiano mostró el acertado punto de diferenciación entre los papeles del concejal y su conversión como príncipe, regalando un bello momento solista en la ensoñación del segundo acto y un intachable pas de deux junto a la nipona en el papel de Clara, regalando mágicos portamenti. Muy aplaudidos los breves momentos de danzas, sobria la española con los comentados Manolova y McKenzie, equilibrada la arábe y muy llamativa, como cabe esperarl a danza rusa, así como la china, donde hay que destacar la participación del bailarín salmantino Andrés García Torres, quien forma parte de la compañía desde el año 2014.

Por su parte, el estadounidense Kevin Rhodes demostró tablas desde el foso, siempre al servicio de los bailarines, aunque sin una especial fantasía o narrativa, aunque bien es cierto que aquí estamos por el ballet.

Foto: Wiener Staatsoper.