Karl Heinz Steffens 

El oficio pese a todo

Barcelona. 18/1/2018. Auditori. Mahler: Sexta Sinfonía. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección: Karl-Heinz Steffens

Las sinfonías de Mahler son el gran caballo de batalla de la OBC desde hace años. Así lo ha sido para la mayoría de sus últimos directores titulares. Incluso la apuesta por Shostakovich de Ono durante la pasada temporada parecía una manera de reencontrar al compositor vienés en todo aquello que está presente en el lenguaje del ruso.

Estaba previsto que lo hiciera Pinchas Steinberg, pero finalmente ha sido Karl-Heinz Steffens quien se ha puesto al frente de la OBC con esta Sexta. Steinberg suele dejar buen sabor de boca en sus visitas a la ciudad, y precisamente la última vez lo hizo con una soberbia Quinta de Mahler. 

Con sus matices que en seguida señalaremos, la visita de Steffens sólo puede resumirse con un saldo positivo. El alemán es un diseccionador del entramado orquestal, un director de trazo fino y técnicamente muy dotado que logró implicar y espolear a una orquesta visiblemente motivada. Más analista que emotivo, la dirección de Steffens pivotó sobre sobre una gran implicación y un excelente rendimiento de los solistas; en particular en maderas y metales de precisión y destreza expresiva (¿a quién destacar? trompas, trompetas, tubas...). 

En este sentido, se pudo apreciar una lectura equilibrada y cuidadosa de Steffens, escrupuloso en el trazo y técnicamente muy dotado. El entramado sinfónico fue muy bien desgranado desde el primer movimiento con unos incisivos violonchelos y contrabajos, pero se pagó el precio de una menor visceralidad y profundidad de concepto. Uno tiene la sensación de que por septentrional que sea, lo suyo es la luz meridional y los ambientes joviales. Una lectura donde el decadentismo y la fuerza dramática no es lo más subrayado.

Quizás, eso sí, el enorme despliegue que exige esta partitura, prácticamente dos orquestas en los vientos (nueve trompas, seis trompetas...) era demasiado para una orquesta ya de por sí mermada en cualquier producción y urgentemente necesitada de convocatoria de plazas, si es que realmente quiere tener un proyecto artístico interesante a largo plazo y no ir reforzándose con colaboradores puntuales. Algunos desajustes y fragilidades en el allegro energico y en el delirante scherzo tienen algo que ver con eso, como la falta de un mayor empaste en los violines. Por otra parte, la diversidad expresiva y los numerosos contrastes que la deslumbrante ingeniería sinfónica de Mahler coloca, especialmente en aspectos de dinámica, no se pudieron apreciar en todo su esplendor. Aún así, sin ningún amaneramiento, Steffens fue capaz de arrancar brillantez y majestuosidad orquestal de la orquesta en muchos momentos, con gran dominio rítmico y claridad en el dibujo de la arquitectura global. 

La compleja administración de atmósferas que requiere el cuarto movimiento sobrepasó en ocasiones a la dirección del alemán. Todos los microorganismos que asedian la estructura sinfónica de la obra se concentran en una sección final de gran tensión, de presagio que no se cumple, de clímax inalcanzable. Un mayor margen de crecimiento en esa dilatación de la tensión y mayor relieve de las cuerdas graves hubiera redondeado una lectura de oficio de ese sobrecogedor último movimiento. Un final que el director quiso disolver agónicamente en el silencio y que nos lo arrebató el/la zoquete de turno dejando su móvil encendido. Uno ya se siente ridículo dejando constancia de algo a lo que ya nos hemos resignado: a la misma hora le sucedía lo mismo a la Novena de Mahler en Madrid en forma de toses, con Adam Fischer al frente de la Sinfónica de Düsseldorf, como mi compañero Juan José Freijo ha recogido en Platea. 

Los enigmas de la Sexta no se han deshecho, porque para eso, como el propio Mahler recordaba, tendrían que haberse digerido todos los que existen en las cinco sinfonías anteriores. Y no creo que estemos en condición de decirlo por mucho que se pongan una y otra vez en los atriles las partituras del último gran sinfonista.