christie ibermusica rafa martin

El espíritu ausente

Madrid, 21/03/2019. Auditorio Nacional. Bach: La Pasión Según San Juan. Reinoud Van Mechelen (tenor / Evangelista). Rachel Redmond (soprano). Jess Dandy (contralto). Anthony Gregory (tenor). Renato Dolcini (bajo-barítono). Alex Rosen (bajo / Jesús). Les Arts Florissants. William Christie, dirección musical.

La ocasión no es menor. William Christie celebra los 40 años de la fundación de Les Arts Florissants con una gira europea en la que esperábamos disfrutar de su buen hacer con uno de los pilares de la música Barroca, La Pasión según San Juan. Una música que, si hoy se interpreta como se hace, ha sido gracias a la curiosidad intelectual y las ansias artísticas de un grupo de pioneros de los que él fue parte fundamental. Con todos estos elementos se podría decir que Christie jugaba con muchos ases en la manga, pero el acontecimiento se quedó en unas buenas dosis de interés técnico y una falta de emoción difícil de justificar.

Al margen de las necesarias libertades interpretativas, convendremos en que, la Pasión, cualquiera de ellas, requiere cierta atención a su dimensión espiritual. Algo que luego puede tomar diferentes formas y maneras: profundidad anímica, drama litúrgico, transcendencia o metafísica, por nombrar solo algunas. Pero, parafraseando al mismísimo Salvador, la obra encomendó su espíritu al director y este pareció haberlo extraviado antes de entrar a sala. Asistimos a una interpretación plana y a una narrativa de trote. Eso sí, hay que reconocerle la concepción de una arquitectura musical meticulosamente planificada y una vocación de consistencia en la utilización de los medios a su alcance.

El coro, formado por tan solo por diecisiete componentes incluyendo a los solistas, tuvo el gran mérito de llenar el enorme espacio de Auditorio Nacional sin que se echaran de menos más integrantes: excelente proyección sin necesidad de alzar la voz. También mostró buena disposición para exhibir un carácter vital y luminoso en los momentos requeridos, aunque no tanto para la introspección y el lamento. Tampoco les sobr claridad para diferenciar los grupos de voces; el contrapunto apareció como un zumbido embaucador.

Entre los solistas, hay que destacar el buen hacer de dos de ellos. La soprano Rachel Redmond -proveniente de cantera del propio ensamble- exhibió una voz luminosa, angelical, inocente y reconfortante. En sus apariciones a noche rozó lo sublime, especialmente en su primera aria “Ich folge dir glaichfals…” acompañada exquisitamente del laúd. También cumplió con creces el Evangelista de Reinoud van Mechelen con una interpretación intensamente teatralizada, doliente y llena de sabios adornos vocales siempre con intención dramatizante. Mostró además una dicción clara e impecablemente rigurosa.

La alto Jess Dandi, resultó sencillamente inaudible, o al menos evanescente en cada ocasión que se presentaban articulaciones o saltos interválicos. Un canto débil que no pudo sacar adelante el potencial de “Es ist volbracht…”, el punto de resolución de la trama evangélica, convenientemente declamada, pero insuficientemente cantada. Alex Rosen tiene potencia y medios técnicos, pero cantó sin trazas de la autoridad o al menos de la profundidad de debe caracterizar al Hijo de Dios. Anthony Gregory tiene mimbres de tenor ligero, luciendo flexibilidad hizo buen uso de crescendos y reguladores, aunque su voz quedara corta con frecuencia y el color cambiara según el registro.  El bajo Renato Dolcini, polifacético, puede pasar de héroe a villano y mantener buenas dosis de sensibilidad.  Generó un precioso momento en “Betrachte mein Seel” acompañado de laúd y violín, aunque falló la agilidad requerida en “Eilt Ihr angefochtnen”

Si, como se ha dicho, a la orquesta se le escapó el espíritu, no le pasó lo mismo al quinteto integrante del continuo.  De entre ellos hay que quitarse el sombrero frente a la actuación de Thomas Dunford, armado tan solo de su pequeño laúd – ¿hay instrumento más inadecuado en principio para una sala sinfónica? – consiguió en sus intervenciones el milagro reducir la distancia emocional que la interpretación de Christie había generado con la audiencia.

Foto: Rafa Martín.