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Joaquín Rodrigo y su obra para guitarra: Concierto de Aranjuez y nuevos descubrimientos

Artículo escrito por Juan Manuel Cañizares en nuestra edición impresa de julio de 2019, con motivo del 20 aniversario del fallecimiento del compositor.  Puedes adquiriri la edición impresa aquí.

Es un placer para mí poder presentar el décimo disco de la serie por Cañizares (es mi álbum número quince como solista), dedicado en esta ocasión al maestro Joaquín Rodrigo (Sagunto, 1901 – Madrid, 1999), quien, hace ya casi treinta años, me abrió las puertas al mundo sinfónico con su inmortal Concierto de Aranjuez.

Mi primer encuentro con él tuvo lugar en Torrelodones, en el año 1991, con ocasión de la grabación del Concierto de Aranjuez en la versión interpretada por la inconfundible guitarra del maestro Paco de Lucía, con el cual tuve el honor de colaborar durante diez años. En la primera parte de los conciertos que ofrecíamos, el gran Paco desgranaba las notas de la obra celebérrima del maestro Rodrigo; en la segunda, el trío de guitarras formado por Paco, José María Bandera y yo interpretábamos un repertorio flamenco. De este modo tuve el privilegio de escuchar cada noche el Concierto de Aranjuez entre bastidores de los más emblemáticos teatros y auditorios del mundo, desde Argentina hasta Japón. Ello me permitió descubrir verdaderamente las inmensas posibilidades de la guitarra, así como la grandeza y universalidad de la obra del maestro Rodrigo.

Durante la gira que efectuamos por Italia, Paco me comentó que tenía intención de grabar el Concierto de Aranjuez. Para completar la “cara B” del disco pretendía incluir algunas piezas clásicas originariamente escritas para piano, y entonces me preguntó –lo recuerdo como si lo hubiera vivido ayer– si sería posible que yo arreglara esas composiciones pianísticas para tres guitarras. Afortunadamente, gracias a la disciplina académica del conservatorio, yo había adquirido la necesaria formación musical, y además conocía bien el repertorio clásico por haber escuchado excelentes grabaciones de pianistas de todo el mundo. Con el natural entusiasmo del discípulo que tiene la oportunidad de ayudar a su maestro, me apresuré a aceptar su propuesta, y Paco eligió tres piezas de la Suite Iberia, de Isaac Albéniz: Triana, El Albaicín y El Puerto.

 

Sin embargo, al pasar “de las musas al teatro” y comenzar a estudiar las partituras, sobrevino la primera sorpresa: las obras de Albéniz resultan muy agradables al oído, lo que puede trasladar una falsa imagen de sencillez, cuando lo cierto es que se trata de composiciones ciertamente complejas, por lo que su adaptación a la guitarra no resultaría tarea sencilla. Allí empezó realmente mi aventura, y la gira de Italia pasó a convertirse en una suerte de triatlón: viajábamos durante el día, y mientras Paco y José María se alternaban al volante para ir devorando kilómetros, yo me quedaba en el asiento de atrás con las partituras originales, lápiz, goma de borrar y el papel pautado que habría de convertirse en el futuro arreglo para tres guitarras; al llegar a la ciudad correspondiente, comenzábamos las necesarias pruebas de sonido, dábamos el concierto, cenábamos y -muchos días sin probar el postre- subíamos a la habitación de Paco y les enseñaba los fragmentos que había logrado transcribir “en la carretera”, como quien dice. Al día siguiente, la misma rutina de kilómetros, transcripciones, concierto, cena apresurada y puesta en común… y así sucesivamente hasta el día de la grabación en Madrid.

La que acabo de describir fue mi primera experiencia de transcripción de obras para guitarra, y desde el principio me topé con un escollo importante: la tesitura del piano (con más de siete octavas) es mucho más amplia que la de la guitarra (con solo tres y media), por lo que muchos pasajes de la obra original no se podrían interpretar con la guitarra tal y como estaban escritos, y ello obligaba a una labor de adaptación que implicaba un cambio de octavas, siempre con el debido respeto a la idea original del maestro Albéniz. Este equilibrio, siempre complicado, entre el respeto al original y las necesidades de adaptación al nuevo instrumento constituyó el mayor reto. Pero cuando escuché por primera vez la interpretación de las tres guitarras sentí que se me abría el cielo: había valido la pena el esfuerzo, y en ese mismo instante pensé que, algún día, con la debida calma y sin las estrecheces del asiento trasero de un coche, me encantaría transcribir para la guitarra la Suite Iberia al completo. Este pensamiento fue el embrión de la serie “por Cañizares”, que se inició hace ya doce años con el primer álbum: Albéniz por Cañizares (2007, Sony Music Spain).

Volvamos ahora al maestro Rodrigo y su inolvidable Concierto de Aranjuez. Veinte años después de haber conocido al autor y de haber oído la interpretación que de su obra emblemática realizó el gran Paco de Lucía, tuve la ocasión de interpretarlo yo mismo, nada menos que con la Filarmónica de Berlín, bajo la batuta de Sir Simon Rattle. Fui invitado a participar en su Europakonzert, que tuvo lugar en el Teatro Real de Madrid, en lo que constituyó la primera colaboración de la Filarmónica con un músico flamenco. No puedo resistirme a contar una anécdota vivida entonces: una semana antes del concierto viajé a Salzburgo para ensayar por primera vez con la orquesta, y cuando su director me presentó al resto de los músicos, lo hizo con unas palabras, sumamente elogiosas, que me hicieron sentir una gran responsabilidad: “Hoy tenemos que tener mucho cuidado con el ritmo; el solista de hoy es un guitarrista flamenco. En realidad, nadie mejor que Sir Simon para marcar el ritmo, pues, siendo percusionista de formación, supo dirigir el concierto con ritmo agradable y ágil, lo que me facilitó poder interpretar la obra con seguridad. Ha sido un honor y un placer poder colaborar con esta gran orquesta.

A partir de esa experiencia única empecé a tener oportunidad de colaborar con numerosas orquestas de todo el mundo, y hasta el día de hoy he interpretado el Concierto de Aranjuez en más de ciento cincuenta ocasiones, lo que en modo alguno me ha eximido de estudiar la obra cada día, dada su extraordinaria dificultad técnica. Pero ese alto precio se halla ampliamente recompensado: cada vez que lo interpreto, descubro en el Concierto detalles nuevos, que me llevan a un mundo más profundo y me enriquecen como guitarrista y compositor. Estas vivencias me han proporcionado una base sólida para componer mis propios conciertos. En 2016, por encargo de la Orquesta y Coro Nacionales de España, compuse, para guitarra y orquesta, el Concierto Al-Andalus, dirigido en su estreno por el maestro Josep Pons y dedicado, como no podía ser de otra forma, a mi amigo y mentor, Paco de Lucía. Obviamente, este concierto utiliza ritmos internos flamencos, hasta el punto de añadirse palmas como instrumento de percusión.

En esa misma línea de trabajo, el año pasado, por encargo de la Orquestra Sinfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya compuse mi segundo concierto para guitarra y orquesta, titulado Concierto Mediterraneo, enteramente dedicado a la memoria de Joaquín Rodrigo. Este gran compositor, en una entrevista realizada en 1949, manifestó: “El mar es una de mis chifladuras, como vulgarmente se dice; un año sin ir al mar me parece un año perdido de mi vida; piense que yo nací a orillas del Mediterráneo…”. Su ciudad natal, Sagunto (Valencia), la mía, Sabadell (Barcelona), y la de mis orígenes familiares (Antequera, Málaga) están todas conectadas por ese mar Mediterráneo que he elegido para el título del concierto, con todo el cariño y respeto hacia el pianista y compositor saguntino.

Por lo que respecta a mi último trabajo discográfico, Rodrigo por Cañizares, he elegido con mucho cariño como pieza inicial Aranjuez, ma pensée, una composición creada por el autor del Concierto de Aranjuez sobre la base de su célebre Adagio. Con un permiso especial para esta ocasión, he añadido a la melodía unos acompañamientos en forma de trémolo, con el fin de crear un ambiente más cercano a la versión orquestal. La segunda pieza, Preludio al atardecer, es una obra inédita del maestro Rodrigo, compuesta en el año 1926 y descubierta por D. Javier Suárez Pajares en 2018.

Gracias a la generosidad de Doña Cecilia Rodrigo, hija del maestro, a quien desde estas líneas deseo mostrar mi gratitud, he tenido el privilegio y honor de interpretarla por primera vez en la historia. Al acercarse a esta obra, la partitura original recibe al guitarrista con una preciosa metáfora: “En el atardecer suspira una guitarra, allá… casi en la Alhambra”; y sin duda esta composición evoca continuas reminiscencias andaluzas, con marcada impronta flamenca en algunos pasajes.

Cuatro Estampas Andaluzas, Cuatro Piezas para Piano, Tres Danzas y Cinco Piezas del Siglo XVI fueron escritas por el maestro Rodrigo originariamente para piano, instrumento que él dominaba; he querido transcribirlas a la guitarra e incluirlas en el presente trabajo para conmemorar el vigésimo aniversario de su fallecimiento.

Con este último disco, junto con el mencionado Concierto Mediterráneo, he pretendido rendir sentido tributo a Joaquín Rodrigo y expresar mi agradecimiento hacia él y hacia su maravillosa música.

Foto: Amancio Guillén.