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Voces brillantes sobre un lienzo en blanco 

Múnich. 07/11/2019. Bayerische Staatsoper. Verdi: Rigoletto. Ludovic Tézier (Rigoletto). Benjamin Bernheim (Duca di Mantova). Erin Morley (Gilda). Marina Viotti (Maddalena/Giovanna). Ante Jerkunica (Sparafucile/Monterone). Tim Kuypers (Marullo). Andres Agudelo (Borsa). Sean Michael Plumb (Conte di Ceprano). Daria Proszek (Contessa di Ceprano). Christian Valle (Usciere). Juliana Zara (Paggio della Duchessa). Árpád Schilling, dir. de escena. Paolo Carignani, dir. musical.

En ocasiones una producción poco afortunada corre el riesgo de arruinar el desarrollo mismo de una función. Es el caso de este trabajo para Rigoletto firmado por el húngaro Árpád Schilling (1974), estrenada en 2012 en la Bayerische Staatsoper de Múnich, entonces con Simon Keenlyside como protagonista y recuperada ahora con un elenco muy atractivo: Ludovic Tézier, Benjamin Bernheim y Erin Morley en el trío protagonista. Schilling se distancia demasiado del genunio tuétano del melodrama verdiano y el resultado final se antoja sumamente contrario al noble patetismo de esta partitura, deshilachado aquí en pos de un espectáculo frío y calculado. Realmente, era constante la sensación de estar siendo arrojado fuera del natural desarrollo del libreto, a pesar de que es un trabajo que parece meditado y concebido con buena fe; pero no funciona, a mi parecer no conecta casi nunca con el alma de Rigoletto.

En el foso, el maestro italiano Paolo Carignani optó por una lectura vibrante y agitada, más bien dramática que lírica, aunque supo "cantar" con los solistas, especialmente en los bellísimos dúos entre Gilda y Rigoletto, donde su acompañamiento expuso la mejor escuela. La orquesta titular del teatro, a pesar de un par de descuidos, volvió a dar muestra de su fiabilidad y su flexibilidad ante cualquier repertorio, aun más meritorio si cabe con el intenso y exigente sistema de repertorio que impera en estos teatros centroeuropeos. El coro de la Bayerische Staatsoper hizo gala, igualmente, de su compacto sonido y su fácil desempeño en escena.

A pesar de algún puntual traspiés con el texto, quizá por lo dificil que se antojaba "entrar" en el papel en esta producción, Ludovic Tézier se afanó por cantar un Rigoletto humanísimo, sumamente respetuoso con indicaciones de la partitura, rico en medias voces e inflexiones dinámicas, con un ejemplar legato. La voz del barítono francés se encuentra en una imponente madurez, sonando rotunda pero hermosa, noble, tersa y esmaltada. Es una maravilla escuchar una voz así en vivo, cálida y pastosa, campaneando fácil y cómoda en la amplitud de un teatro. Además, su fraseo es de una autoridad admirable, cada palabra posee una verdad que emociona. Apuesto a que en una producción más adecuada, Tézier puede firmar un Rigoletto de los que hacen época. Debutó la parte en Toulouse, en noviembre de 2015, y desde entonces apenas ha retomado el rol, a pesar de una agenda cuajada de compromisos verdianos. 

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El joven tenor francés Benjamin Bernheim debutaba en la Bayerische Staatsoper con este Duque de Mantua que cantó con ardor y desenvoltura. No cabe duda de que Bernheim -quien acaba de publicar su primer álbum, con Deutsche Grammophon- canta con buen gusto y con arrojo, aunque a veces con demasiado empuje, sin lograr que el agudo suene todo lo desenvuelto y libre que debiera, algo falto de punta. En todo caso, los medios están ahí y el estilo es prometedor, como ya apunté al hilo de su debut como Des Grieux en la Manon de Massenet, la pasada temporada en Burdeos. Una voz a seguir de cerca, llamada a tener un hueco entre los mejores tenores de la próxima década, es evidente.

Redondeando un terceto protagonista muy esmerado, la soprano estadounidense Erin Morley cantó una Gilda de manual. De emisión límpida y extraordinaria musicalidad, su interpretación admira por la conjunción de seguridad, estilo y contención, logrando una expresividad belcantista sumamente natural y precisa. Su voz, perfectamente empastada con la de Tézier, deparó algunos de los mejores momentos de la velada, con un sobreagudo nítido y nunca esforzado en exceso. Su candoroso retrato del personaje de Gilda logró llevar el rol mucho más allá de lo que la propia producción de Schilling parecía concebir de antemano.  En su doble desempeño como Sparafucile y Monterone, el bajo Ante Jerkunica sonó tosco y rocoso. Más convincente y estilosa, en cambio, sonó la voz de la italiana Marina Viotti, cantando los papeles de Maddalena y Giovanna.

Rigoletto Bernheim c W. Hösl