La Cenerentola Cecilia Bartoli  

B&C

Zúrich (12/01/2020) Opernhaus. Rossini: La Cenerentola. Cecilia Bartoli (Angelina), Javier Camarena (Don Ramiro) Oliver Widmer (Dandini) Alessandro Corbelli (Don Magnifico), Stanislav Vorobyov (Alidoro). Coro de Ópera de Zúrich. Orquesta La Scintilla. Dirección de Escena: Cesare Lievi. Dirección musical:  Gianluca Capuano.

¿Se figuran que terminando la segunda década del S. XXI dos figuras punteras del arte lírico formaran una compañía, como hiciera Manuel García doscientos años antes, dedicada a representar por el mundo lo mejor de un Rossini u otro compositor de principios del XIX? Esa nueva corporación debería estar liderada por dos CEO que, además ser de lo mejor del mundo en su género, fueran excelentes compañeros, grandes amigos y con indudable complicidad en el escenario. Y qué mejor que llamarla con las siglas de sus respectivos apellidos: Bartoli and Camarena. Desgraciadamente esto sólo son ensoñaciones de críticos entusiastas de las dos estrellas, pero realmente ambos cumplen con todas las condiciones para formar un tándem invencible. Lo han vuelto a demostrar en las representaciones de estos días de esa joya bellísima y tierna que se llama La cenerentola en la Opernhaus de Zúrich. Nadie mejor que ellos hoy en día para transmitir todo lo que Gioachino Rossini compuso con esa alegría y ese buen humor, no exento de crítica social, que caracterizan sus óperas cómicas. Fue, sin ambages, una representación perfecta en cuanto a los dos protagonistas se refiere.

¿Qué decir a estas alturas de Cecilia Bartoli? Hay que rendirse sin paliativos al arte interpretativo y musical de la mezzo italiana. Cuando ella está en el escenario es la protagonista indiscutible, no porque intente eclipsar a sus compañeros (tiene fama de ser una excelente partenaire), sino porque cada gesto, cada movimiento, aunque no cante, atrae la mirada del público. Bartoli no cae en la trampa de crear una Cenerentola apocada y demasiado ingenua. Es una Angelina consciente de su situación y que sueña con cambiarla pero siempre con los pies en la realidad. Teatralmente impecable y vocalmente excelsa. En todas sus intervenciones ese don (y el trabajo de muchos años) que tiene para la coloratura y la expresividad al cantar hacen acto de presencia. Pero no es hasta la gran escena con la que termina la ópera, con ese largo y bello monólogo, donde el espectador puede disfrutar sin ningún tipo de trabas de esa maravillosa forma de cantar, de ese recorrido por una de las tesituras más amplias de las cantantes de su cuerda. Simplemente maravillosa.

Y lo mismo pasa con Javier Camarena -protagonista este mes de la última portada de la edición impresa de Platea Magazine-. Se le vio comodísimo en el papel Don Ramiro y formando parte de este plantel. Lo del tenor mejicano también es de diez. Pasan los años, cambia la voz, se abordan nuevos papeles, pero sigue siendo un príncipe de referencia. Aunque su clase y ese timbre tan característico y tan bello se aprecia desde su primera aparición en su gran aria Sì, ritrovarla io giuro y que fue ovacionada largamente por el público que llenaba el teatro de ópera de Zúrich haciéndole salir a saludar aunque ya había abandonado el escenario. Fue toda una lección de cómo cantar un aria rossiniana: matizando, imponiendo tu personalidad en cada acento, en ese agudo impecable cuando es necesario. Hasta nos regaló un sobreagudo al que sólo los más grandes pueden llegar con esa limpieza. Espectacular.

El resto del elenco, que también tiene bastante protagonismo en esta ópera, cumplió ampliamente, en general, con su cometido. Destacar por su clase, por sus tablas y por su reconocida carrera a Alessandro Corbelli, que sorprendentemente, dada su larga trayectoria, debutaba en la Opernhaus. El bufo italiano, aunque muestra una voz ya un poco cansada, sigue demostrando su gran maestría en los momentos más cómicos (y de endiablada rapidez que ponen a prueba la pericia del cantante), especialmente en dos arias que son un bombón: Noi, Don Magnifico… y Sia qualunque delle figlie. Curiosamente, Corbelli había cantando el papel de Dandini en esta misma ópera en la famosa grabación de Bartoli para Decca dirigiendo Riccardo Chailly. Más flojo que el resto de sus compañeros, con un timbre poco atractivo y, en general, un canto que no caló, el Dandini de Oliver Widmer, al que hay que reconocerle un estupenda proyección y excelente trabajo actoral. Correcto el debutante en el rol Stanislav Vorobyov que mostró, cómo Alidoro, una voz de resonancias oscuras y muy aptas para el papel. También buenas actrices y cantantes Liliana Nikiteanu y Martina Janková como las hermanastras de Cenerentola. Gran actuación, sin duda, del Coro masculino de la Ópera de Zúrich, un conjunto impecable en todas sus intervenciones.

De lujo puede calificarse la clara, puntillosa y perfectamente medida dirección musical de Gianluca Capuano, un excelente maestro que junto a los dos cantantes protagonistas fue el artífice de esta representación magnífica. Sin ser un director demasiado expresivo en el gesto, supo sacar todo los recovecos que esconde la partitura, muchas veces dirigida,por otras batutas con demasiada premura, sin pararse en los detalles y no permitiendo escuchar los interesantes matices musicales que Rossini también sabía incluir en su trabajo. En el foso una orquesta de instrumentos originales, con base en la Opernhaus y que trabaja asiduamente con Bartoli: La Scintilla. En todo momento demostraron su gran profesionalidad y su empatía con director y escena.

La producción de Cesare Lievi data de 1994 pero, en general, sigue siendo totalmente aceptable. Es sencilla, resolutiva (como casi todas las producciones de esta ópera donde parece que los directores artísticos no exprimen el libreto) y tiene esos toques graciosos (como por ejemplo las alas de ángel que le salen al sapientissimo Alidoro cuando se convierte en el “hada madrina” de Angelina) que siempre consiguen la sonrisa del público. La buena dirección de actores (fundamental en estas óperas bufas tan embrolladas) es también la adecuada.

Desgraciadamente B&C no llegará a salir a bolsa. Una lástima, las ganancias de los que invirtieran en ella serían enormes. Siempre nos queda la satisfacción de ver a Bartoli y Camarena juntos en un escenario haciéndonos más felices que antes de entrar en el teatro.