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Donizetti French Connection

Madrid. 15/01/21. Teatro Real. Obras de Donizetti, Rossini, Lalo y Gounod, entre otros. Javier Camarena, tenor. Orquesta Sinfónica de Madrid. Iván López-Reynoso, dirección de orquesta. 

Aún a trancas y barrancas, que es un poco la forma de hacer en los últimos tiempos, pues se ha pospuesto su recital de Zaragoza y cancelado una de sus noches en el Palau de la Música de Barcelona, Javier Camarena ha vuelto de gira a España. Un esfuerzo titánico de las instituciones que entretejen la cultura, no tanto de las Administraciones que, se supone, han de sustentarla en este país, aunque los artistas que vienen de fuera así lo crean. Y sobre todo y en este caso, un denuedo excepcional el del tenor mexicano, tras hacer pública recientemente una afección en sus cuerdas vocales que le ha mantenido alejado de los escenarios durante un tiempo, coincidente con la pandemia.

De hecho, ha sido en esta ocasión madrileña en la que el cantante ha vuelto a unirse a una orquesta sinfónica, tras varias colaboraciones digitales, tan necesarias y de (forzada) moda de estos últimos meses. Por otra parte, su mencionado ahínco y, por supuesto, extraordinaria voz le han llevado a ocupar un puesto entre las 10 personalidades más influyentes de la música clásica durante 2019 y 2020, según Platea Magazine. No es para menos y así pudimos comprobarlo en esta cita, donde como decía, el tenor volvía a medirse ante un gran público y delante de una gran orquesta. 

Su voz, su instrumento, el de un artista siempre entregado, especialmente concienzudo y muy, muy meticuloso, regaló páginas brillantes, de gran altura, a pesar incluso de mostrarse, como es lógico tras la afectación, un tanto tomada por momentos. Desde un primer minuto, por cierto, el artista fue recibido por el público con un calor y una entrega que, me aventuro, sigue el camino de otros dos grandes tenores muy queridos en Madrid: Alfredo Kraus y José Bros. De aquellos cantantes a los que, por su dedicación, lealtald y profesionalidad, la no siempre cariñosa audiencia madrileña premia con su amor incondicional.

El programa, en el que Camarena se abrochó el cinturón de seguridad por su complejidad (notas de apoyo, algún sobreagudo opcional omitido en esta ocasión...), estuvo muy bien hilvanado, entre el Donizetti francés y el italiano, en una dicotomía muy actual, muy musicológica, que viene marcando la forma de ofrecer, disfrutar, comprender y estudiar al compositor de Bérgamo durante los últimos años. Así, en la primera parte pudimos disfrutar de Rita en su idioma original, por muy acostumbrados que podamos estar al Allegro son io que suelen abordar los tenores de un tiempo a esta parte. Un Camarena desenvuelto, cercano, juguetón me atrevería a decir, de centro cálido y agudo aparentemente fácil el escuchado aquí, que hizo las delicias del público. Además, también en francés, Dom Sébastien, con una sutilísima, recogida forma de abordar Seul sur la terre. Una joya absoluta de aquel Donizetti que desplegaba todas sus artes en un intento de abordar la grand opéra francesa, igualándose al hoy casi olvidado Meyerbeer. Acompañando a estas piezas de Donizetti, Camarena se probó con Ah leve toi soleil de Gounod (Roméo et Juliette), apostando por una lectura tan íntima como brillante; así como con Le roi d'Ys de Lalo, donde pudo degustarse la elegancia del cantante en el decir.

Entre una y otra parte, salpicó el programa una selección de oberturas de Hérold (Zampa), Offenbach (La belle Hélène), Rossini (L'italiana in Algeri) y el propio Donizetti (Roberto Devereux), comandadas por Iván López-Reynoso, que parecieron centrarse en una vía festiva, un tanto atropelladas, donde, junto al resto del programa y si bien siempre profesional, quizá a falta de ensayos la Sinfónica de Madrid no pareció tener una de sus mejores noches. Ya al final de la velada, el Donizetti italiano estuvo precedido de Rossini, una de las especialidades del cantante mexicano, brillante en Ah come il cor di giubilo, de L'italiana y el tour de force que supone S'ella m'è ognor fedele de Ricciardo e Zoraide, que él ha llevado como aria de baúl frecuentemente, grabándola incluso en disco con un gusto exquisito. A la par que en la primera parte, el Donizetti cómico de Don Pasquale dio paso al dramático, con Roberto Devereux. El primero sonó bárbaramente bien delineado, degustado, ideado por Camarena, con increíble gusto. El segundo fue una obra de arte en sí mismo. Toda la escena de la cárcel (Ed ancor la tremenda porta... Come un spirto angelico... Bagnato il sen di lagrime), un monumento al aria bipartita belcantista, con su cavatina, tempo di mezzo y cabaletta, sonó mórbida, de arrojo, cálida en el centro, desenvuelta en el agudo, de excelente fraseo. Donizetti debe estar siempre esperando por algún sitio a que Camarena le cante.  

Foto: © Javier del Real