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Emilio Casares: "El Ministro no ha contestado la petición formal para declarar la zarzuela patrimonio cultural"

El berciano Emilio Casares es el padre de la musicología en nuestro país, exdirector del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU), Medalla de Oro de Bellas Artes, director del Diccionario de la Música Española e Hispanoamericana y autor de La ópera en España. Seleccionado por Platea Magazine como una de las 100 personalidades más influyentes de la música clásica, su labor y tesón son absolutamente imprescindibles para poner en valor todo nuestro legado lírico. Sobre esto último, hablamos en profundidad con él.

 

Sin paños calientes; profesor, ¿vamos a arreglar algún día el abandono de nuestra propia música en España?

Para mí, lo que sucede con la música en esta país, es como un cáncer. Un cáncer terrible. No lo tenemos respecto al arte plástico, porque ahí están Goya, Velázquez... No lo tenemos tampoco con la literatura, pero sí que tenemos un complejo terrible con la música. Los datos que maneja hoy la ciencia - no mis opiniones, sino datos científicos -, es que España es el país más lírico del mundo, en porcentaje de producción. Nosotros hemos creado en torno a 8.000, 9.000 zarzuelas. Estamos terminando ya un catálogo definitivo, que verá la luz en los próximos dos años. Hemos producido unas 3.000 tonadillas y, que yo haya catalogado de momento, 825 óperas. Esto nos dará, seguramente, una producción en torno a 12.000 obras líricas. De todas ellas, que están disponibles en el catálogo de la SGAE, se programan, como mucho, 75. Y ninguna ópera. Si acaso Marina, pero no más. ¡Es terrible!

¿Qué explicación le encuentra?

Yo diría que es algo sociológico. Nosotros somos el país más divertido del mundo, probablemente. Hemos vivido siempre para la fiesta, para la música. Cuando a mí me preguntan cuál es el país con mayor nivel de vida, siempre respondo: ¡España! El lugar donde mejor se lo pasa uno. Si hablamos de infraestructuras y demás, no lo sé, pero si el nivel de vida es la vida misma, nosotros somos "la coña". Bromas aparte, es algo muy significativo. Hemos tenido los toros como fiesta, el teatro y la zarzuela, nuestro teatro lírico. Con un consumo tremendo de esta última, porque teníamos 21 países que la consumían. Barbieri estrena aquí Jugar con fuego, en 1851 y seis, siete meses después entra en Buenos Aires y de ahí a Chile, con otra tournée que entraba por Cuba y de ahí a México... un mercado infinito por el que se producía muchísimo.

Nada que envidiar a Italia, en realidad...

Del catálogo oficial que hay de óperas italianas, se han contabilizado unas 9.000 obras. Lejos de nosotros. Evidentemente, nosotros no somos ni Italia, ni Francia, ni Alemania. Es decir, nosotros no hemos tenido obras absolutamente geniales...

Pero, ¿qué se entiende por "genial"?

Bueno, ¡para mí genial es El barberillo de Lavapiés! Pero digamos que no nos hemos sabido meter en el mercado. Y regreso al cáncer. La pregunta es: De esos 12.000 - 13.000 obras líricas que tenemos, ¿acaso no hay un 5% de ellos válidos? ¡Sólo un 5%! Vamos a decir que un 5% de 10.000: ¡Eso da 500 obras válidas! Voy a ser aún más duro; ni el 5%, vamos a decir, el 2%: 200 obras válidas... y estamos viendo sólo 70. Es un drama terrible. ¿Cuál es la causa? Para mí, clarísima: el Estado, que se ha despreocupado totalmente. Es el Estado quien, si entra agua en la Catedral de León, acude inmediatamente a reparar el tejado. ¡Cómo tiene que ser! Se estrena una exposición en el Museo de El Prado... ahí están los Reyes, el Presidente y el sursum corda.

E incluso el Ministro/a de Cultura, cuya figura no suele aparecer en la clásica.

¡Y todos los millonarios que sostienen la cosa! El Teatro Real de Madrid, por ejemplo, lleva ocho años sin recuperar una sola obra de nuestro repertorio. ¡Ahora van a hacer Fernando el emplazado! ¡Ocho años sin poner una obra española! En la Zarzuela, al mismo tiempo, se ha escuchado la recuperación de una obra increíble: Marianela, de Pahissa, con texto de Galdós. Al salir del Teatro, me encontré con Tomás Marco, el compositor, siempre muy serio y muy estudioso. Me decía: "Emilio, ¿cómo es posible que haya visto esta obra, por primera vez en mi vida, ahora?". ¡No hay en 1923 una ópera en Europa que la supere! ¡No la hay! Y si está abandonada, es porque al Estado no le interesa.

Pero el Estado es quien sufraga ese Teatro...

Sí, si ya sabemos que, además, estamos en un Estado libre, pero, si el Estado pone dinero en algún sitio para hacer algo, el Estado tiene que vigilar su dinero, que es el de todos. Ya sé que esto que estoy diciendo es algo muy peligroso, porque enseguida alguién diría: ¡libertad! ¡Y sí, libertad absoluta! ¡Cualquier teatro ha de tener libertad absoluta para poner lo que quiera! Pero... ha de poner una o dos obras españolas de nuestro catálogo. Las que quiera, pero ha de ponerlas.

De hecho, lo escribí hace poco, como una de las funciones de lo público. En una semana, el Teatro de la Zarzuela, por ejemplo, ha recuperado Las Calatravas, un buen puñado de obras de Arrieta, de ocho mujeres españolas totalmente olvidadas y estrenado nuevas obras.

¡Claro! Creo que el Estado cuando invierte 20 millones de euros en el Teatro Real... ¡20 millones de euros! Tiene que decirle: un pedacito de eso, tiene que ser para lo nuestro. Para nuestra música. Busque. Pregunte. Investigue. Recupere. Lo cual nos lleva a otro problema: ¿Puede una persona que desconozca absolutamente el repertorio español, dirigir un teatro con unos títulos y compositores que atender? 

Por cierto, ¿cómo es su proceso a la hora de recuperar una obra? No se levantará usted un día cualquiera pensando ya en Las Calatravas...

(Risas). Yo tengo 78 años y he dedicado toda mi vida a estudiar el teatro lírico. He estudiado otros perfiles, como la Generación del 27 musical, en la que trabajé mucho, pero estoy entregado a la historia lírica de nuestro país. Por lo tanto y lo digo así de claro, no hay ninguna ópera española que exista que yo no haya visto y estudiado. Sin excepción. Ahora, por ejemplo, llevo tres meses estudiando las cuatro óperas de un señor del que nunca se ha hablado: Salvador Giner. El músico valenciano más importante del Siglo XIX. Tiene L'Indovina, magnífica, que ya estrenamos en Valencia; Sagunto, El soñador, El fantasma y Morel. Teniendo las carreras de piano y composición, cuando estudio una obra puedo saber si una obra es buena, regular o mala. Luego está mi opinión, que es discutible, pero mi estudio está ahí. Creo que en España tenemos cerca de 50 títulos de ópera válidos, dignos de recuperación.

Es increíble la intención, la pasión, el amor que le pone, que no decae a pesar de lo que me cuenta.

A pesar de la desidia del Gobierno, de los teatros... dirigidos por gente que no debería dirigirlos al no conocer el repertorio de nuestro país... y que ni siquiera preguntan por él. Cuando Emilio Sagi llega al Teatro Real, por ejemplo, hace muchos años, de lo primero que hace es preguntarme por cuatro óperas que merezcan la pena para recuperarlas. Una por temporada. Él no lee música, pero le da las partituras a Jesús López Cobos, que queda maravillado. Eran: Elena e Constantino, La conquista di Granata, Ildegonda y Elena e Malvina. López-Cobos me decía: "¿Tenemos estas óperas nosotros?, ¡si ni las conozco!" No las conoces, le contesté, porque no las diriges, como no diriges zarzuela. No las conoces porque no se programan, y porque no se enseñan siquiera en los conservatorios. Así pues, después del Ministerio, del Estado, el segundo problema es quienes dirigen los teatros.

Lo dice usted muy claro.

Es que estoy llegando a los 80 años y hay cosas que necesito decir. ¿Cómo puede defender alguien la existencia de un centro cultural, como el Teatro Real o el Liceu de Barcelona, con un proyecto no apto para el público? No apto, porque el público no lo puede pagar. Cuando un empresario alquila un teatro de La Gran Vía para poner un musical, hace lo que quiere, incluído con los precios. Y luego el público decide si va o no. Cuando en una entidad (aunque sean fundaciones, da lo mismo) se pone dinero oficial, el producto que sale tiene que ser consumible por una importante cantidad de público. No se puede hacer un producto de 300€ la entrada. ¡No se puede!

La rentabilidad económica...

¡Es que no estoy hablando de rentabilidad! ¡Estoy hablando de justicia social! ¿Qué purificaría a esos centros del pecado continuo que ejercen? Por ejemplo, la recuperación del patrimonio, que es una función social. Nadie protesta por el coste del Museo del Prado, porque sabemos que ahí dentro está nuestra historia. Y sabemos que se entra por 15€. ¡15€! Y estamos bien orgullosos. Así, en estos centros musicales, tiene que haber elementos correctores. El primero, la recuperación. Los vascos tienen como 10 óperas geniales. Ni una sola ha entrado en ABAO, que llevan años con el "Tutto Verdi"... ¡Hace falta estar loco para hacer el "Tutto Verdi"! Y segundo: Tienen que buscar el mecanismo necesario para bajar los precios. ¿Qué no puede traer al señor "Putipú", mejor escenógrafo del mundo, que cuesta muchísimo dinero? ¡Pues no lo traiga! Del mismo modo que no todos podemos ir por la calle en un Mercedes.

¿Se tira mucho dinero en la ópera?

Mire, el mayor despropósito, el mayor disparate que se ha hecho en la ópera en nuestro país, es la Ópera de Valencia. Ahí no puede haber una casa de ópera, porque no hay público para ello. Tendrían que haber hecho un teatro lírico donde metiesen ópera, zarzuela, musical... todo lo que hay que meter hoy en día, en un lugar de 900.000 habitantes donde no hay afición ninguna a la ópera. Ninguna. Y sabemos, además, las interioridades que ha sufrido Les Arts. ¡Y lo que cuesta! No puede hacerse esa orquesta que se ha hecho. No puede traerse a esos dos directores que se trajeron, que sólo vinieron por el dinero. Todas estas cosas no se dicen en ningún sitio. Ustedes los críticos no lo dicen, pero esto no va a poder seguir así. De ninguna manera. Lo mismo ocurre en Madrid. De los siete millones de personas que viven en la Comunidad de Madrid, ¿cuántos acuden al Teatro Real? ¿Cuántos realmente? Ponga que, como mucho, acuden 25.000 personas. Es para pensarlo... porque si uno echa cuentas, hay que cerrar el Teatro inmediatamente. Sin una labor social que lo justifice, ¿qué sentido tiene? El problema, otro problema, es preguntarse qué han hecho los teatros para aumentar el número de asistentes, que es muy poco, siempre el mismo y de una clase social concreta, más bien burguesa. Con toda naturalidad, sin crisis ninguna, esto hay que revisarlo.

Cada vez el teatro en vivo, la ópera, tiene además mayor competencia con el entretenimiento de consumo rápido.

Es que es todo tan difícil... yo, que soy muy mayor, pongo todas mis fuerzas en la difusión de nuestro patrimonio, pero pienso a veces: Esta nueva generación de gestores que están ahora al frente de los teatros, ¿mejorará o empeorará la situación de los teatros? A la vista está que la emporará. Y la siguiente, pues aún más... Y luego está la televisión, Netflix, esto, lo otro, que cada vez exigen menos tiempo, menos concentración a la gente... menos capacidades. Es triste. Igual nos lo merecemos...

¿Podría abrirse el Teatro de la Zarzuela a ser un "Teatro Lírico Nacional" y acoger todas estas óperas de las que me viene hablando?

Es que sería tirar piedras contra la causa. Admitir que lo que hace el Teatro Real es lo que hay que hacer y no, no puede ser. Es decir, simplemente, tiene que verse con normalidad que en el Real se hagan las ópera españolas que son buenas, que son unas cuantas. De hecho, cuando se estrenaron las óperas de Arrieta y Carnicer en el Real hace años, los aplausos fueron atronadores. La gente venía emocionada, porque nuestros compositores son grandísimos. Cuando hace unos años el Teatro Real intenta quedarse con el Teatro de la Zarzuela, con el único motivo de apoderarse del presupuesto con el que cuenta la Zarzuela... ¡ningún otro motivo más!... Se nos cuenta que es para hacer zarzuela allí. ¡Mentira! ¿Alguien ha visto, alguna vez, a los directores del Teatro Real, asistir a una función del Teatro de la Zarzuela? Nunca. ¡Y nunca es nunca!

¿Usted no encuentra un poco absurdo pedir fimas en Change.org para que se declare la zarzuela Patrimonio de la Humanidad? ¿No hay una vía oficial para ello? Primero de todo, ¿declararla Patrimonio Cultural Inmaterial en nuestro país?

Mire, vamos a decir las cosas como son. En España es patrimonio hasta el esparto. ¡Parece una broma, pero es así! ¡Y con todo el respeto al esparto! (Risas). Precisamente, en aquellos momentos del follón con el Teatro Real, tras la inciativa del Teatro de la Zarzuela, el propio Ministerio de Cultura, con Montserrat Iglesias al frente del INAEM entonces, me encarga un informe sobre la zarzuela y el Teatro de la Zarzuela, para que sean declarados Patrimonio Cultural Inmaterial. Escribo, pues, 35 páginas contando su importancia, significado y valor. Se entregó oficialmente. Se realizaron después unas consultas obligatorias a técnicos, que las hicieron, porque nos conocemos todos, y ahí está, parado. 

¿Cómo que parado?

Un año parado. Cuando todos creíamos que ya iba a salir, nos enteramos de que no. ¿Qué pudo suceder? El Gobierno que estaba en aquel momento, era el del PP. Yo creo que, desde la dirección de cierto teatro, al enterarse, se hizo lo posible por pararlo. Fueron unos momentos de mucha confusión, al estar gestionándose la fusión del Real y la Zarzuela. Con el cambio de Gobierno, se paraliza esta absorción inmediatamente, ¡que ya iba a ir al BOE! Entre tanto, la declaración de la zarzuela como patrimonio quedó olvidada.

Pero, ¿puede haber alguien que esté en contra de que la zarzuela sea patrimonio cultural?

Al parecer sí. Desde entonces, la desidia ha hecho que el proyecto esté en un cajón de algún organismo del Gobierno. Hasta hace cuatro meses, o cinco, que Daniel Bianco preguntó a la nueva directora del INAEM por su estado. Ella, Amaya de Miguel, ni sabía de qué le estaba hablando. Me pidieron de nuevo todos los papeles. Como tampoco había más movimiento, hace mes y medio todos los catedráticos de musicología de este país enviamos una carta al ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, contándole la situación.

¿Y el resultado?

El Ministro no nos ha contestado. El proyecto está en el registro, con sus sellos oficiales, y la Directora general del INAEM tiene una copia, pero no nos ha contestado nadie. Es algo muy doloroso.

Podría terminar esta charla con usted aquí, pero no me resisto a preguntarle, porque me interesa mucho su punto de vista: ¿por qué la musicología no produce más críticos o críticas de música? ¿qué estamos haciendo mal los críticos?

Mire, yo me llevo bien con todo el mundo... no quisiera yo decir nada fuera de lugar, simplemente, aquí con usted, estoy diciendo lo obvio, lo que objetivamente hay que arreglar. Los críticos... ¿ha visto usted la edad de la gran mayoría de ellos? Son gente sabia, la mayoría de ellos, pero apenas hay ya medios que dediquen un espacio a la música. Antes, los periódicos generalistas prestaban atención a la música, ahora no. Al final, la falta de atención a la cultura por parte del Estado, que es lo más grave, afecta a todo el ecosistema musical. Estoy escribiendo un artículo sobre la ópera Fernando el emplazado, donde comienzo diciendo que el Presidente en aquel momento de su estreno, Emilio Castelar, fue el primer biógrafo de Rossini. Algo que no se suele saber, pero así era. Nada que ver con los políticos actuales. En cualquier caso, creo que hay muchos jóvenes muy preparados, que no tienen un espacio donde escribir.

Tengo la sensación de que tampoco es que la crítica sea algo que les llame la atención realmente...

Pero es que usted se olvida de algo: los jóvenes buscan una salida seria, para poder vivir, profesional... y ahora todo está muy difícil en la música. ¿Quién vive siendo sólo crítico de música? Usted y pocos más... Además, como todas las carreras de humanidades, la musicología se ha devaluado mucho hoy en día. Está produciendo muchos tipos de alumnos, algunos muy buenos, pero muchos otros muy regulares...

También el profesorado habrá salido regular, entonces.

La cuestión es que no se puede estudiar musicología sin saber música... y hoy en día muy poca gente sabe música. Volvemos a la responsabilidad del Estado...