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¿El sueño de Desdemona?

Barcelona. 28/03/2021. Gran Teatre de Liceu. Verdi: Otello. Jorge de León (Otello). Eleonora Buratto (Desdemona). Zeljko Lucic (Iago). Airam Hernández (Cassio). Francisco Vas (Roderigo). Felipe Bou (Lodovico). Fernando Latorre (Montano). Mireia Pintó (Emilia). Gustavo Dudamel, dirección musical. Amélie Niermeyer, dirección de escena.

Cada vez que me enfrento a producciones operísticas que no siguen los cauces clásicos evito leer las explicaciones que el director o directora de escena suele dar en el programa de mano para que comprendamos sus intenciones y cómo su idea se engarza con la trama de la ópera. Prefiero sacar mis propias conclusiones aunque sean peregrinas. Al fin y al cabo, todo lo que voy a escribir es subjetivo, pasado por la criba de mis presuntos conocimientos y de cada vez más larga experiencia (por los años que uno va cumpliendo). Por eso, al analizar la puesta en escena de este Otello liceísta, que repone una producción proveniente de la Staatsoper de Múnich y que firma Amélie Niermeyer, contaré lo que me ha transmitido, jugando con la ventaja que puede verla en una de sus reposiciones muniquesas, en julio de 2019.

Una de las grandezas de las obras de Shakespeare es que sus temas son atemporales. Otelo conmovía a principios del siglo XVII, lo siguió haciendo cuando Verdi y Boito crearon su ópera en la segunda mitad del XIX y continúa haciéndollo ahora, entrando en la tercera década del XXI. Seguramente la visión de los personajes por el público ha ido variando y, en la actualidad, con la concienciación sobre la violencia de género, pocos argumentos operísticos pueden generar tanta emoción. No vamos a entrar en la trama de Otello. Es bien conocida. El enfoque de Amélie Niermeyer, en un juego que no sé si identifico correctamente, es volcar el protagonismo de la obra en Desdémona y, a la vez apoyada en escenografía y vestuario (responsabilidad respectivamente de Christian Wilheim y Annelies Vanlaere), convertir la historia en un drama burgués, casi contemporáneo. Los dos planos paralelos en que muchos momentos se divide la escena, o los largos momentos en los que la protagonista está en un salón sola, recordando o rememorando el pasado o tal vez soñando, pueden hacernos pensar que todo este drama o está en la imaginación de Desdémona o simplemente es recuerdo o un sueño que rememora. Es como si la directora quisiera salvarla de alguna manera de su trágico destino. ¿Nos convence? Bueno, estéticamente no desagrada, aunque a veces se cree cierta confusión. Y es evidente que hace que, al acercar temporalmente la historia, el público se pueda identificar más con ella.

La función del día 28 de marzo era la primera que protagonizaban Jorge de León, Eleonora Buratto y Željko Lučić. Jorge de León, que debutó la parte en Málaga en mayo de 2019, es un Otello entregado en lo vocal y voluntarioso en lo escénico. Sin miedo a abordar la arriesgada tesitura aguda del papel, los resultados son desiguales, con momentos de lucimiento y otros menos brillantes. En cambio, destacaría su seguridad en la zona central y la emoción, el buen hacer y la pasión con la que cantó Dio! mio potevi scagliar que, junto al dúo con Jago (que tanto recuerda a  Don Carlos) Si, pel ciel marmoreo giuro!, fueron de los momentos más emocionantes de su, en resumen, muy correcta intervención.

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¡Qué lujo la Desdémona de Eleonora Buratto! La soprano italiana está en un momento extraordinario y nos brindó una recreación de la protagonista femenina de la ópera de muchísimo nivel. Segurísima en el agudo, siempre limpio y brillante, se apoyó en ese bellísimo timbre que posee para dibujar una intervención a la que no se le puede poner peros. Algunas sopranos se reservan para lucirse en esas joyas operísticas que son la Canción del sauce y el Ave María, Buratto también triunfó pero no sólo en ese estupendo cuarto acto sino en toda la obra. Bravísima.

Tenemos la suerte, a mi entender, de gozar en esta época de unos barítonos verdianos de grandísima categoría. Son unos cuantos nombres los que me vienen a la cabeza y dos de los mejores están cantando el Jago de estas funciones de Otello en Barcelona. Si el admirable Carlos Álvarez brillaba en el estreno del día 27 como cuenta mi compañero Alejandro Martínez en su crónica, el día 28 fue Željko Lučić el que demostró que oírle en Verdi es siempre un deleite. El serbio tiene un estilo clásico, noble, con una elegancia innata aunque su personaje sea aborrecible. El timbre elegante, el volumen potente sin ser excesivo, el fraseo puramente verdiano hizo que fuera de los más aplaudidos al final de la obra. Y es que hoy por hoy se oyen pocos Credos tan sentidos y estremecedores como el que Lucic nos brindó. Muy bien los comprimarios, especialmente el brillante Cassio de Airam Hernández. También, como siempre, Conxita García supo sacar lo mejor de ese gran conjunto que es el Coro del Gran Teatre del Liceu.

Tener a Gustavo Dudamel es un lujo, no cabe duda. El maestro venezolano es uno de los reclamos más atractivos de estas funciones (pero no el único) y no defraudó. Quien esperara un mayor protagonismo del foso se equivocaba. Dudamel optó por aparentar que estaba en un segundo plano, cuando se veía que era el artífice de un Otello que funciona como un reloj en lo musical. Sus ritmos se adaptan perfectamente a lo escrito en la partitura. Deslumbra en la tormenta inicial y enternece en todos los pasajes líricos. Hace que el sonido de una estupenda Orquesta Titular del Gran Teatre del Liceu suene con ligereza, nunca pesado, aterciopelada la cuerda, brillante el metal. Una mano experta que saca lo mejor de cantantes (siempre atento a dar las entradas) y de la orquesta. Un auténtico maestro.

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Fotos: © David Ruano