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Lo clásico de estar de vuelta

Madrid. 05/05/21. Fundación Juan March. Obras de Debussy, Fauré y Ravel. Daniel Albadalejo, narrador. Pascal Rogé, piano.

A la música le debemos mucha literatura… también innumerables versos. La relación es, diría, milenaria y por supuesto, recíproca. Por no extender esta introducción hasta la extenuación, en coordenadas españolas y durante las últimas décadas, hemos recibido, por ejemplo, bellísimos poemas del recientemente desaparecido Joan Margarit. Y como tótem neobarroco, el inconmensurable Alejo Carpentier, a quien ya dediqué un extenso artículo en una de nuestras ediciones impresas.

Desde hace casi ya una década, la Fundación Juan March realiza una impagable labor (una más), buscando las conexiones de importantes figuras del arte en su ciclo "El univero musical de..." que, en esta (octava) ocasión, llega hasta un imprescindible de nuestra lengua: Gerardo Diego. Una figura que se asemeja, aun en estilos diferentes, por su estudio de la música, en su utilización como fuente, recurso e inspiración, en las palabras vertidas sobre ella, a la del comentado Carpentier. La música no pasa por Gerardo Diego de soslayo, si no que entra de lleno en su vida y obra, le absorbe, genera exactamente ese “universo musical” que da forma, a su vez, al que le es propio. Buena cuenta de ello se pudo apreciar, gracias a un conciso, orgánico y atrayente Daniel Albadalejo, quien fue leyendo, narrando diversos extractos de los escritos más periodísticos, más musicológicos del autor, al tiempo que se entrelazaba alguna de sus obras más poéticas, literarias. El momento álgido de la tarde, de hecho, se alcanzó en el bloque dedicado a Gabriel Fauré, con la lectura de la Coda, de Preludio. Aria y Coda a Gabriel Fauré, engarzado alguna de sus piezas para piano.

Y como protagonista, un grande de la música francesa, el pianista Pascal Rogé quien, como él mismo explicaba, emocionado, al finalizar el recital, volvía por primera vez a los escenarios con este concierto, tras 15 meses de silencio debido al coronavirus. En sus manos, obras de Debussy, Fauré y Ravel, expuestas con poderoso sonido (con un pedal que siempre va a por todo el color) y sutileza en los detalles, en los acordes horizontales debussinianos y en las “claras columnas verticales” de Fauré, como el propio Diego escribiría más tarde. Fraseo tan imaginativo como el autor le permite, con un sonido y una construcción siempre elegante, matizada y, finalmente, apabullante. Así se escuchó, por ejemplo, en La Soirée dans Grenade, pero también se percibieron los destellos brillantes en The snow is Dancing, con una marcada mano derecha, o el misterio de los Jardins sous la pluie.

Su Fauré prosiguió en la marcada senda de la finura, de distinguida sobriedad, con unos maravillosos Nocturno nº8, íntimo y delicado, y Barcarolle nº4 que, sin apenas tiempo para retomar el aliento, dieron paso a la Sonatine de Ravel. Cristalina, de frágil apariencia y exquisitamente dibujada, balanceada, fraseada en manos de Rogé. Miradas hacia lo clásico, no sólo de estos dos compositores, sino también del propio Gerardo Diego, que como bien decía a propósito de Fauré: "Todo es aquí romántico, sí, pero también clásico, clásico de estar de vuelta, equilibrado y maduro".

Foto: Fundación Juan March.