Bychkov OCNE RafaMartin 

El gusto en lo sencillo

Madrid. 30/09/2017. Auditorio Nacional. Obras de Tchaikovsky, Taneyev y Shostakovich. Orquesta Nacional de España. Manuel Blanco, trompeta. Bertrand Chamayou, piano. Dir. musical: Semyon Bychkov.

En su tercer concierto de la temporada la Orquesta Nacional de España tenía preparado un programa que incluía la Obertura Orestíada de Taneyev, el Concierto para piano y trompeta Nº1 en do menor, opus 35 de Shostakovich y la Sinfonía Nº1 en sol menor, opus 13, “Sueños de invierno” de Tchaikovsky. Lamentablemente, antes del comienzo del concierto, se avisó de que por diversos motivos la primera obra no podría ser interpretada. En la dirección el prestigioso Semyon Bychkov y como solistas el pianista francésBertrand Chamayou y el joven Manuel Blanco, trompeta solista de la propia orquesta. 

El Allegretto del concierto de Shostakovich comenzó con unas escalas descendentes en el piano, una llamada breve de la trompeta y un tema que transformó la orquesta, compuesta sólo de cuerda, con los violines no demasiado empastados. El carácter de la trompeta es aquí de un sólo color, no llegando a dialogar del todo con el piano. Es más bien parte del paisaje sonoro que Shostakovich pinta en este primer movimiento, como una luz en el cruce de una calle, un encuentro que por momentos es satisfactorio, y en otros deja ver la inquietud a través de los pizzicatos en los cellos y contrabajos. El nerviosismo del propio movimiento se fue serenando hasta regresar al mismo principio, usando el piano en su tesitura más grave junto con la trompeta.

El Lento se inició con todas las cuerdas en sordina construyendo un colchón armónico en el que los violines cantaban un tema en un tempo ternario más calmado, apesadumbrado, reflexivo y suspirado. Tras ellos, el lenguaje pianístico se va intensificando, y Chamayou fue creciendo y desapareciendo junto con la orquesta, ganando carácter, enfureciéndose sordamente para volver a la quietud en un movimiento con la orquesta ya más sólida. Los violines volvieron solos para introducir el discurso de la trompeta, esta vez con sordina, que no parece querer ser trompeta sino saxo, volviendo a esa especie de vals pastoso y somnoliento del comienzo, culminando con las delicadas notas del piano vencido por el sueño. 

Casi inmediatamente una nota grave en el piano, adornada como un juego por la mano derecha, dió paso a la orquesta con unas armonías más impresionistas. Ambos, orquesta y piano en este breve Moderato preludiaban el Allegro con brio final del concierto. El piano pasó por todo el registro, la trompeta incursionó con triples picados jugando al escondite, apareciendo y esfumándose, la furia se apoderaba del discurso del concierto, los accellerandos,  el ritmo obsesivo en el conjunto que se tornó casi por sorpresa en otra atmósfera, mucho más serena, en la que reinó la trompeta paseando por entre los arcos  tocando col legno imitando los pasos certeros de una marcha que no cesaba. La orquesta, realmente sonó sólida bajo la dirección de Bychkov que la condujo de regreso a lo intrépido, primero con las cuerdas, a las que se unió el piano con la sección más virtuosa y lucida del concierto, solventadas con facilidad que Chamayou y Blanco apresurándose a la conclusión con un toque como de retreta que frenó en seco.

Después del concierto ambos solistas regalaron al público dos propinas, donde el trompetista se pudo lucir libremente, y demostrar mayores colores instrumentales e interpretativos. Entre ellas la “Nana” de las Siete canciones de  Falla, ejecutada magníficamente con fliscorno, cuyo timbre más carnoso se asemeja mejor a la voz de mezzo para la que está escrita originalmente.

Después del descanso y ya con batuta, Bychkov atacó la Sinfonía no. 1 de Tchaikovsky, haciendo un viaje a la inversa en la música rusa, con la orquesta ampliada con vientos y percusión. Una partitura agradable que muestra un compositor todavía optimista, y que continuó  el camino amable trazado en la primera parte de la velada. 

El primer movimiento Allegro tranquillo: Sueños de un viaje de invierno, describió un viaje a través del primer tema enunciado por las flautas y el fagot, limpio, transparente y delicado, que tiene un punto perturbador y oscuro, que fue creciendo con toda la orquesta. Ambas sensaciones danzaban juntas, entremezclándose hasta que irrumpió una tierna melodía en el oboe, que recogieron primero los cellos, las violas y por último los violines. Las frases se sucedían, pasó el tema también a las trompas, como olas fue creciendo, aumentando la intensidad de la orquesta, trompas, timbales, maderas y cuerdas; los cellos construyeron intervalos en progresión ascendente, los violines repetían obstinadamente un intervalo de cuarta hasta la aparición evocadora del tema principal de nuevo en flauta y fagot con el que se cerró el movimiento.

El Adagio cantabile ma non troppo: Tierra desolada, una tierra de la niebla,  serena el tono de la sinfonía. Las cuerdas cimentaron el lecho sobre el que oboe y flauta jugaron, luchando contra la melancolía impuesta por los contrabajos. Posteriormente a unísono expusieron un tema bellísimo y esperanzado que se iba alternando en las diferentes secciones orquestales, incluídos los metales, que sonaron con rotundidad y limpieza, especialmente las dos primeras trompas. La música frenaba y se abría paso en esa niebla difusa de colores instrumentales, contratiempos y rallentandos que desembocó en un pianísimo de las maderas como la luz que sale de la bruma.

Tchaikovsky usó el material de su Sonata para piano en Do sostenido menor en este tercer movimiento, Allegro scherzando giocoso. Acompañados por los pizzicatos y en forma de vals, fagot, clarinete, oboe y flauta expusieron las ideas fundamentales que seguidamente imitaron los violines. Inmediatamente irrumpió otra melodía, esta vez llevada de la mano de las cuerdas, más reposada, sencilla y sugestiva, sin sombras acechando, pues éstas volverían en el trío que recupera el tema del fagot con las maderas.

Enlazando tímbricamente uno y otro movimiento, los fagots,  sonaron lúgubres en el inicio del Finale: Andante lúgubre. Allegro Maestoso, a los que se sumaron clarinetes, flautas y tropas, como una llamada de cansancio abatida, recogida por las cuerdas, repitiendo el tema legato en las diferentes secciones, que al llegar a los contrabajos y cellos, se fue deteniendo y sosegando, en una calma tensa que dio lugar a una explosión sonora donde la orquesta completa brilló. Sonó un nuevo tema, el allegro, rítmico, animado por contratiempos, que a su vez se fueron agitando, revolviendo y al fin diluyendo con el tema principal en un piano que nos devolvió al principio del movimiento, a las tinieblas del fagot dialogando con los contrabajos. Las tropas con su ostinato, anunciaron el final donde cada timbre fue conformando la urdimbre orquestal del desenlace pertinaz, heroico, y triunfal de la sinfonía, guiada magníficamente por Bychkov.

Una acertada elección de obras, tanto por duración como por coherencia en sus discursos. Dos obras rusas, que mantienen la frescura de la juventud y que conectaron con el público.