CamarenaZarzuela2017

Fumata blanca

Si "por el humo se sabe donde está el fuego", el que encendió el tenor Javier Camarena el pasado domingo en el Teatro de la Zarzuela provocó una fumata blanca que le ha abierto las puertas del género de par en par. Lo corroboran interminables ondanadas de aplausos, bravos por doquier y un teatro que se venía abajo tras cada intervención del mexicano. No fue para menos.

Camarena se mostró, en un principio, un tanto reservado y bastante nervioso. Tras las romanzas de Luisa Fernanda ("De este apacible rincón de Madrid") y Doña Francisquita ("Por el humo se sabe"), el tenor aclaró que no se encontraba en su “zona de confort” y que tenía una leve afección en la garganta, sin duda debida al irrespirable aire de la capital en los últimos tiempos.

El caso es que, aún con todo ello, su voz regaló un recital de ensueño. A cierta blandura en los acentos en contados momentos, se sumó el arte de un cantante inteligente y de medios sobresalientes. El fraseo no obstante fue siempre intencionado y se disfrutaron cada juego de medias voces, pianos y por supuesto interminables agudos centelleantes, redondos, intachables. El timbre de Camarena es, sin duda, el más soleado y homogéneo del momento, uno de los reyes de la ópera del momento.

Lo mejor estaba por venir: A un sentido "Flor roja" de Los gavilanes siguió una brillante jota de El trust de los tenorios. Y el tiempo se paró, ya en la segunda parte, al abordar un exquisito, delicadísimo y sensible "Adiós, Granada" que dedicó a la tristemente fallecida Paquita, esposa de Pedro Lavirgen y por la que el mítico tenor sentía una verdadera devoción. El corazón en un puño y al finalizar, un teatro a rebosar que se venía, literalmente, abajo. Terminó el recital con otras dos romanzas de muchos quilates; "No puede ser" de La tabernera del puerto, defendida con arrojo, encendida y sin miedo al descenso al grave; y una perfectamente ejecutada "Paxarín, tú que vuelas", de La pícara molinera, con un remate de ensueño.

Por sobrevivir, Camarena sobrevivió hasta al habitual “peticiones del oyente” que suele darse en la Zarzuela con las propinas. Griterío del respetable pidiendo piezas al tenor como si de una máquina expendedora se tratase, en un espectáculo que rozó el catetismo. "Alma mía", una simplemente espectacular "Granada", con un derroche de medios apabullante y la repetición del "Te quiero, morena" cerraron la noche.

Junto al tenor, la ORCAM sonó excesivamente rudimentaria en un repertorio que le ha de suponer su abecé. No hubo espacio para las dinámicas más elementales ni demasiadas preocupaciones en la elección de tempi por parte de la batuta, un Iván López Reynoso al que, a buen seguro, el conocimiento necesario sobre el género le queda lejos todavía. Eso es cuestión de rodaje, el mismo que debería haber mostrado la orquesta, pues no creo que Reynoso sea la batuta de acero inflexible a la que no se pueda guiar también desde los atriles.

Más allá de los fragmentos puramente orquestales, a todas luces demasiado gruesos, el acompañamiento fue correcto -aunque no siempre- y se ha de destacar la buena labor de los metales, especialmente del trompeta, como bien pudo demostrar en la primera propina, el Danzón n. 2 del compositor mejicano Arturo Márquez. La ORCAM no es que merezca más tiempo e inversión, es que es evidente que lo necesita. Y aquí se ha de apuntar hacia el INAEM y al Señor Ministro de Cultura, que tanto disfrutó de este concierto.

A menudo Daniel Bianco, director de la Zarzuela, recuerda que siempre se nos olvida que una artista de la talla de Maria Callas cantó en el teatro de la Calle Jovellanos en el año 1959. Y tiene razón. Y si se nos olvida es porque, entre otras razones, aquello, más allá de la propia estela de la soprano, fue anécdota y en un momento dado, pasados los años, no tuvo continuidad. En las manos de Bianco está pues que este recital de Camarena sea historia, el principio de una historia y no una mera anécdota. Sin duda ha sido una de las citas del año y de la temporada de nuestro país y gran parte del mérito es del argentino, al que deberíamos pedirle dos cosas.

Por un lado que se repita, que se repita temporada tras temporada el que cantantes internacionales se atrevan con la zarzuela. Por lo pronto, por llegar está Elina Garanca. Ella y Camarena eran opciones factibles y aquí están, bravo por ello, pero ahora toca arriesgar con otras cartas no tan evidentes y por supuesto, por las de aquí. Por seguir en la cuerda de tenor, dichosos seremos si escuchamos a Albelo, Bros o Domingo, por ejemplo. Y por terminar: que del recital salten a la zarzuela completa... aunque para ello haya que empezar por mejorar otros puntos realmente importantes más allá de la imagen de apertura, ahora que está encauzada.