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De este apacible rincón de Madrid

Editorial publicado en la edición impresa de Platea Magazine Abril 2018 

En Madrid hay un apacible rincón, o así aparentaba serlo hasta ahora, llamado Teatro de la Zarzuela, donde muchos pasaron sus años de mozos, donde otros el cariño primero sentimos y donde va a hacer falta mucha fe y mucha audacia por bandera para que no termine siendo una simple franquicia de un teatro más grande y menos público como es el Teatro Real. 

La historia ya la conocen, pues con escándalo la hemos recogido todos los medios. El pez grande está a punto de devorar al pez chico gracias a una operación orquestada con nocturnidad y alevosía en la que, por detrás de todas las palabras con las que se quiera maquillar la acción, no está otra cosa que el dinero, que es a lo que parece terminar por reducirse todo hoy en día. Por el camino estamos a punto de perder nuestras raíces, nuestra identidad, el calor y el color en fin de una entidad tan singular como el Teatro de la Zarzuela. Parece mentira -o no, según se mire…- que vaya a ser un Gobierno como éste, que enarbola estos valores prácticamente ante cada causa que se le pone por delante, quien haya puesto en marcha semejante tinglado. A ello han ayudado, desde luego, demagógicos artículos donde se enumeraban los “pozos” de dinero público que son las entidades públicas culturales... ¡cómo si el único rédito posible de la cultura fuese el económico! ¡Qué atrevida es la ignorancia! 

Con lo que podría calificarse como pura hipocresía e inexplicable condescendencia, desde el Teatro Real se le ha dicho a esta redacción que el destino de la Zarzuela dependerá de ella misma, de las decisiones que tome, junto al resto de partes implicadas. ¿Cómo creerse estas palabras? ¿Cómo será posible, cuando el mismo director artístico de la Zarzuela se enteró por la prensa de lo que se estaba orquestando? En el aire están las condiciones de trabajo de tantos y tantos profesionales que levantan cada noche el telón en un teatro y otro. Uno perteneciente al INAEM, totalmente público y durante tantos años deficitario en sus formas. El otro de gestión pública, en parte, aunque de funcionamiento privado en tantas maneras y causas sin que los resultados económicos terminen de acompañarle. Cuesta no pensar que estamos saliendo de Málaga para meternos en Marañón.