FlautaMagicaMikel Ponce y Miguel Lorenzo Les Arts 2018

Dos no provocan si uno no quiere

Valencia. 01/12/2018. Palau de Les Arts. Mozart: Die Zauberflöte. Mariangela Sicilia, Mark Stone, Dmitry Korchak, Wilhelm Schwinghammer, Tetiana Zhuravel y otros. Dir. de escena: Graham Vick. Dir. musical: Lothar Koenigs.

La presente función de estreno fue saludada por el público local con un sonoro abucheo. Los abucheos representan un fenómeno curioso. Diría de hecho que son tan buscados por el público -el más aburguesado, el que no aguanta lecciones ni propuestas presuntuosas- como por algunos artistas -sobre todo los enfants terribles que ya doblaron la cincuentena y quedaron anclados en su juventud, cuando la provocación era un lenguaje aún válido-. De tal manera que en el abucheo todos  ellos se sienten paradójicamente realizados: quienes abuchean porque salen convencidos de haber sancionado con buen juicio una bazofia y el director de escena de turno satisfecho de haber demostrado una vez más que es un incomprendido capaz de poner en evidencia a sus contemporáneos.

Muy al contrario, lo cierto es que la provocación suele dejar en evidencia tanto a quien la emplea como fácil resorte en sus trabajos como a quien responde previsiblemente a su llamada. Y es que, parafraseando al refranero, se diría que dos no provocan si uno no quiere. Buen ejemplo de todo ello ha sido esta Flauta mágica que abría la temporada del Palau de Les Arts de Valencia, en un trabajo firmado por Graham Vick que se estrenó el pasado verano en el Festival de Macerata, en Italia. No hay duda de que las intenciones de Vick son buenas: hay sobrados motivos para buscar una dramaturgia contemporánea que aspire a casar con las hondas disquisiciones espirituales y filosóficas que Mozart amalgamó con genio sin par en esta partitura. Pero como bien comentábamos hace poco con Rafael R. Villalobos en una entrevista, lo fácil es tener ideas y lo complicado es llevarlas a buen puerto.

El teatro invadido por pancartas con reivindicaciones sociales y consignas ideológicas; el escenario convertido en un remedo de la Plaza del Sol en pleno 15M. Vick suprime los diálogos originales de la obra para incorporar numerosas intervenciones de los figurantes, glosando la acción de una manera un tanto sonrojante, con momentos que incluso suscitan la risa, en lugar de invitar a la reflexión, como ese instante en que recriminan a Sarastro ser un racista por referirse a Monostatos como un negro, apuntando que éste no es más que "una víctima de la sociedad" (sic). Esta es una buena muestra de hasta qué punto la propuesta de Vick naufraga entre tópicos y clichés, perdiendo por el camino toda ambición de ser una genuina puesta al día del conflicto de valores que anida en el corazón de Die Zauberflöte. El resultado de su propuesta oscila entre lo ingenuo y lo naïf, con momentos que se aproximan, en su realización escéncia, a una función de fin de curso con adolescentes. ¿Provocadora propuesta? En absoluto. Más bien sumamente superficial, muy por debajo del listón intelectual que el propio Vick se ha marcado en otras ocasiones. 

Vocalmente la función tampoco rindió a gran nivel. La soprano Mariangela Sicilia brilló con luz propia como Pamina exhibiendo un timbre lozano y grato, de lírica genuina, aún con mucho recorrido por delante pero ya con un oficio bien domeñado, a pesar de su evidente juventud. Muy notable también Wilhelm Schwinghammer, dueño de una voz de bajo contundente y rotunda a la par que cálida, ejemplar pues para servir la parte de Sarastro. Irregular el Tamino de Dmitry Korchak, con visibles problemas de afinación al comienzo de la función, si bien dueño de un timbre amplio y apreciable. Solvente aunque de medios limitados la Reina de la Noche de Tetiana Zhuravel. Mark Stone fue un convincente Papageno, si bien más por su desenvoltura escénica que por su firmeza vocal.

En el foso el maestro Lothar Koenigs firmó una labor canónica y muy convencional, a decir verdad poco estimulante y por momentos demasiado rutinaria, apoyada eso sí en el buen hacer de la Orquesta de la Comunidad de Valenciana, que sigue garantizando un elevado nivel de resolución técnica y un sonido de muchos quilates, lo mismo que el coro titular del teatro, una vez más intachable en su desempeño.